Escucha fragmentos de la entrevista:
¿Cómo fue su primer encuentro con la obra de Nabokov?
Mis padres tuvieron que dejar el colegio durante la Depresión, así que no podían satisfacer mi pasión por los libros. Vinimos a Nueva Zelanda en 1957 y teníamos una tienda. Compraron una librería con una pequeña biblioteca. Allí había libros de Nabokov. Lolita era un clásico y también un libro erótico: naturalmente, me lo llevé a casa y lo leí, creo que hasta el final, aunque no lo entendí. A los dieciséis vi una entrevista con Nabokov en Time, cuando acababa de aparecer Ada o el ardor. Me encantó lo que decía. Saqué de la biblioteca el último libro que tenían, Pálido fuego, y lo leí siguiendo cada pequeña pista, resolviendo algunos de los misterios antes de avanzar mucho en el libro en términos de lectura consecutiva. Esa sensación de descubrimiento, de entusiasmo, ha permanecido conmigo todas estas décadas.
Trabajó sobre él en la universidad.
En mi máster, trabajé sobre Pálido fuego, Ada y Cosas transparentes. En Opiniones contundentes Nabokov decía que le avergonzaba un poco que nadie hubiera entendido Cosas transparentes. Como yo pensaba que sí, le mandé mi disertación. Véra respondió amablemente y pensé que ya había terminado con eso. Fui a Toronto a hacer el doctorado, con la idea de trabajar sobre John Dryden, pero luego volví al siglo XX. Escogí a John Barth y me aburrí enseguida. Algo me hizo regresar a Ada y me di cuenta de que en aquella disertación había pasado por alto muchas cosas. Volví a Ada y decidí hacer el doctorado sobre la novela. Envié un par de capítulos sobre el estilo y el pensamiento de Nabokov a Carl Proffer, que dirigía una revista de literatura y había montado Ardis Publishers, que publicaba las obras rusas de Nabokov en Estados Unidos. Le mandó el material a Véra Nabokov y ella fue muy positiva. Cuando terminé la tesis se la envié. Poco antes de regresar a Nueva Zelanda, recibí una carta donde me invitaba a verla en Montreux. Fui y la asalté con preguntas. Había recorrido bibliotecas de Estados Unidos para encontrar documentos y cuando nos vimos sabía muchas cosas de Nabokov. En casa me sentía perdido, lejos de los materiales. Véra me mandó una carta donde me invitaba a ordenar los archivos de Nabokov. Acepté. Me pagó el viaje y un sueldo. Durante el día ordenaba el archivo y luego me dedicaba a mi trabajo bibliográfico. Hice eso durante dos veranos: le pedía que me enseñara más cosas, pero ella era reacia. En 1981, cuando le pedí ver unas cartas, me dijo: ¿Para qué necesitas verlas si solo estás haciendo una bibliografía? Creo que ella no era consciente, pero ahí fue cuando vi que podía hacer la biografía. Solicité una beca, le recordé lo que había dicho y entonces me permitió empezar una biografía. Desde noviembre de 1981 a enero de 1983 estuve en Montreux, la veía todos los días, iba a los lugares donde había vivido: Berlín, París, San Petersburgo (todavía Leningrado). Surgieron más proyectos: la edición de Library of America, ediciones de las traducciones, de los trabajos sobre las mariposas. Intento no trabajar más en Nabokov, pero surgen cosas constantemente: las cartas a Véra, un libro de entrevistas inéditas que estoy recopilando con Anastasia Tolstói… Ahora siento cosas que burbujean bajo la superficie en Lolita: creo que es una novela que tiene una capa oculta y me gustaría escribir un libro o dos sobre ella.
En Stalking Nabokov corrige una interpretación de Lolita basada en un desajuste de fechas. Ha tenido otras discusiones de ese tipo.
En 1997 empezó un debate en mi web sobre mi interpretación de Pálido fuego. Contesté y descubrí nuevas cosas. El director de la revista Nabokov Studies me preguntó si escribiría un artículo a manera de respuesta. Empecé y me di cuenta de que mi interpretación del libro era errónea, y también la de todos los demás. Ese es el origen de mi libro Nabokov’s ‘Pale fire’. El otro día alguien me señaló una broma que yo no había advertido al comienzo de Ada. Había encontrado otros chistes y alusiones, pero no ese. Nabokov es muy divertido porque entiende lo fácilmente que se sobrecarga nuestra atención. Le gusta jugar con la distracción y las sorpresas.
La historia afectó dramáticamente la vida de Nabokov, pero los grandes debates públicos no parecían interesarle.
Se enorgullecía de estar por encima de la historia. En las cartas te haces una idea de cómo le afectaba, de lo que lo marcó ser un escritor en el exilio. Pero también le gustaba la libertad intelectual y cultural que le ofrecía. Fue feliz en Estados Unidos. Hay quienes dicen que estaba más atento a la historia de lo que daba a entender públicamente. Hay un libro de Andrea Pitzer que muestra a Nabokov a la luz de Rusia y la Guerra Fría. Exagera, pero Nabokov creía que Rusia era totalmente incomprendida en Occidente, donde se había instalado la idea de que Lenin había liberado a los siervos. Había una completa ignorancia de cómo había aplastado una tradición liberal. No era un asunto central, pero su obra muestra un gran conocimiento de la historia, y parte de la diversión de Ada reside en la capacidad de detectar los juegos y los anacronismos. Creo que tenía una aguda percepción de la contingencia y lo impredecible de la historia. El desorden de la política del poder era para él casi el lado menos atractivo de la humanidad.
¿En qué se diferencian el escritor en inglés y el escritor en ruso?
Creo que Nabokov era mejor escritor en inglés, aunque él pensaba que escribía mucho mejor en ruso. Su último estilo en ruso se había hecho muy complejo y poco fluido. Recuerda a veces a Proust: cada oración tiene cámaras secretas, laberintos. En inglés tiene esa complejidad pero hay una rapidez, una cualidad directa, una fluidez. Puede tener que ver con que leo mejor en inglés que en ruso. Al principio perdió algo de la riqueza asociativa del ruso, pero la recuperó en libros como Lolita o Ada. Alexander Dolinin sostiene que Nabokov se presentaba como un escritor cosmopolita, que minusvaloraba sus obras rusas. Pero las pruebas no apoyan esa idea. Nabokov defendía sus obras rusas. Y dedicaba mucha energía a que la tradición rusa estuviera disponible para quienes no eran rusos, traduciendo a Pushkin, Lérmontov, escribiendo sobre Gógol, trabajando sobre Eugenio Oneguin. Aunque lo ruso está excluido de Lolita, porque quería publicarlo anónimamente, hay un elemento ruso muy importante en sus demás libros. Marijeta Bozovic defiende que Nabokov intentaba reconfigurar el contexto de la literatura en inglés: Ezra Pound y T. S. Eliot habían querido convertir a Dante y los clásicos en el centro del canon; Nabokov pretendía convertir las literaturas rusa y francesa en el contexto de la literatura inglesa.
A Nabokov se le considera un maestro del estilo. A veces, eso puede ser contraproducente.
Hay gente que piensa que Nabokov es todo brillo superficial y ninguna profundidad. A mi juicio, puedes cavar todo lo que quieras: hay mucho que descubrir. Plantea cuestiones éticas, metafísicas y epistemológicas muy profundas. Está menos preocupado por el aspecto político o sociológico que otros escritores del siglo XX, pero está muy interesado por los aspectos psicológicos.
Señala que su gran tema es la posición de la conciencia, y muestra su capacidad de captar lo elusivo. Tiene algo de escritor para escritores: en el estilo y en la construcción, pero también en la forma de leer y estudiar la obra de los demás.
Contribuyó a elevar el nivel de la prosa. Los mejores escritores aspiraban a escribir frases de su calidad. No es fácil lograrlo, pero muchos aspiran a colocar todos esos elementos en una frase y a jugar con una movilidad mental que antes no estaba allí. Ha influido mucho en autores como Edmund White, Martin Amis o Aleksandar Hemon. Como lector y profesor de literatura, destaca su rechazo a correr tras las grandes instrucciones que aplanan los detalles. Le interesaba más que los lectores leyeran con la imaginación creativa que permite ver los mundos evocados por el escritor. Por otra parte, la atención al detalle concreto es importante, pero también hacer que los detalles encajen, establecer conexiones que pueden llevar a un descubrimiento.
En su biografía combina el relato con un análisis de las obras.
Tenía dos objetivos principales. El primero era que los datos fueran correctos. El segundo era dar información que fuera útil para los estudiosos de Nabokov, porque tenía acceso a documentos que nadie más conocía, en Montreux pero también en la Biblioteca del Congreso. Pensaba que, aunque había sido muy aplaudido, no había sido apreciado al nivel que merecía: se le había comparado con Joyce, Proust y Kafka, que no está mal, pero no se habían estudiado aspectos éticos, metafísicos y epistemológicos de su obra, o la mera complejidad y altura de las novelas individuales. Quería aportar crítica literaria y un panorama de su pensamiento que fuera accesible para el lector común. Separé los capítulos de crítica de los estrictamente biográficos, para quien quisiera saltárselos. Pero me esforcé mucho en que esos capítulos críticos fueran también atractivos.
Dice que a veces se le considera el menor de los grandes. ¿Cree que es así?
No creo que esté por debajo de Joyce, a quien admiro mucho. Martin Amis me dijo: tendrías que admitir que Ulises es la mejor novela del siglo XX, pero que Nabokov es el mejor novelista. Si piensas en La defensa, La dádiva, Lolita, Pálido fuego y Ada o el ardor, no se me ocurre otro novelista del siglo XX que tenga una cantidad comparable de obras maestras. Quitando a Shakespeare, quizá sea el más estimulante de los escritores. Shakespeare es inagotable en otro sentido, pero también es curiosamente accesible pese a la complejidad del lenguaje. Y Nabokov buscaba esa accesibilidad a pesar de las complejidades.
En Stalking Nabokov señala por ejemplo su apego a la trama.
Todas sus novelas tienen trama, salvo La dádiva, que posee otros atractivos. Algunos de sus admiradores, como Edmund White, se han quejado de que haya tantos crímenes en sus novelas. Si recordamos que su padre fue asesinado y hubo otras muertes violentas en su vida, quizá no sea tan sorprendente.
También tradujo y reflexionó sobre la traducción.
Siempre le interesó la traducción. Cuando daba clase a estudiantes estadounidenses vio que la traducción traicionaba elementos de la escritura de Pushkin y llegó a una idea de la traducción que era muy literal y, sin embargo, correcta para Eugenio Oneguin, porque Pushkin es un poeta asombroso, aparentemente natural y accesible en ruso, pero que parece plano en otros idiomas. Si lo traduces al inglés con rima suena torpe. La traducción de Nabokov está deliberadamente diseñada para que no funcione en inglés. Te da acceso al significado exacto, y luego en las notas señala los efectos, las rimas, las aliteraciones. Básicamente dice: si quieres entender esto, tienes que leerlo en ruso. Quizá no hace falta que sepas mucho ruso, puedes leerlo con mi ayuda. No puedo reproducir su musicalidad en inglés. La única manera es entender el significado y escuchar la musicalidad en ruso.
¿Cree que lo mismo podría ocurrir con la escritura de Nabokov?
Supervisaba muy cuidadosamente las traducciones de sus obras, sobre todo al final, en las lenguas que dominaba, como el francés, y en algunas que no dominaba bien, como el alemán (que Véra sí dominaba). Probablemente se habría sentido exasperado: sus estándares de precisión eran muy elevados. Conocía cientos de especies de flores y de árboles, y quería que los buenos lectores vieran eso de manera tan precisa como él.
En On the origin of stories estudia la literatura desde el punto de vista de la evolución. La relaciona con la selección natural, con la adaptación y con el juego.
Como estudiante elegí letras, de lo que luego me arrepentí, pero Nabokov desarrolló mi interés por la ciencia y la taxonomía. Cuando trabajaba en la biblioteca de Toronto, mi despacho conducía a la sección de arte. Y ahí di con los libros de Gombrich, que hablaba a menudo de Popper. Empecé a leer a Popper mientras trabajaba en mi doctorado. Luego comencé a leer ensayos de Stephen Jay Gould sobre la evolución. La biografía de Nabokov y el trabajo sobre sus investigaciones acerca de las mariposas me llevaron a estudiar más ciencia. Por otra parte, me inquietaba mucho lo que había ocurrido en los estudios literarios, el dominio de la llamada French Theory. Triunfaba una corriente que lo trataba todo como si fuera lenguaje y cultura, ignorando el hecho de que somos cuerpos, de que hay un mundo físico real. Se podría decir que Popper y Nabokov me inmunizaron contra esa epidemia. Buscaba una manera de resistir esa influencia, pero no solo criticando sus argumentos. En 1994 un filósofo del lenguaje de la universidad de Auckland me habló de El instinto del lenguaje, de Steven Pinker. Empecé a interesarme por la psicología evolutiva y escribí un ensayo sobre Jane Austen desde esa perspectiva. Creí que no haría nada más. Algunos reseñistas de Nabokov’s butterflies decían que no trataba lo suficiente con Nabokov y la evolución. Seguí leyendo sobre el tema y un día me desperté pensando que tenía la idea para un libro sobre evolución y literatura y que lo podría escribir en seis meses. Me costó ocho años y medio.
En el libro adopta una perspectiva biológica sobre asuntos artísticos y culturales.
Creo que el pasado profundo explica mucho sobre cómo pensamos y que si ignoramos eso, e ignoramos nuestra relación con otros animales, cometemos un error. No podemos negar la conexión entre distintos pueblos, y tampoco con el resto del mundo natural. Tenemos que contar con la evolución si queremos mostrar la perspectiva de la historia de la cultura y del arte. Para comprender la ficción, hemos de comprender cómo los humanos entendemos los acontecimientos. No es sorprendente que manejemos un relato factual, lo que no es un gran problema, porque si tenemos lenguaje y somos una especie muy social, vamos a pasar tiempo hablando de cosas. Pero ¿por qué pasamos tanto tiempo hablando de la ficción, de cosas que sabemos que no son reales? Intenté encontrar un factor común y llegué a esa idea de jugar con los patrones y los modelos, que todavía sostengo. En On the origin of stories pensaba que el arte y la ficción eran adaptaciones, ahora ya no estoy tan seguro.
¿En qué ha cambiado su posición?
Richard Prum, ornitólogo y teórico de la evolución, argumenta contra una lectura fuertemente adaptacionista de la selección sexual como explicación para el arte. Prum tiene una perspectiva más bien zoológica, sobre todo a partir de la observación de pájaros y abejas. Dice que el arte es como cualquier otra tradición de señales y preferencias que evolucionan juntas. No hace falta que sea adaptativo. Cuando publiqué el libro, algunos críticos señalaron que no había presentado de manera satisfactoria los argumentos para la adaptación. Pero, con la explicación de Prum, no necesitas que el arte sea adaptativo, aunque no hay nada que impida que algunos rasgos se hagan adaptativos según las circunstancias. Ahora diría que la coevolución de señales y preferencias pudo ser suficiente para iniciar el arte, sin que se hubiera convertido todavía en algo adaptativo. Y, sin embargo, puede haber casos en los que se convierta en adaptativo. Pensemos en el valor de cohesión social que aportan la música, decoraciones faciales, tatuajes, relatos que tienden a ser prosociales, eso puede volverse adaptativo. Todavía utilizo un marco evolutivo. Quizá ya no remitiría todo, de manera tan insistente, a la evolución. Señalaría que si quieres tener una perspectiva amplia, la evolución debe formar parte de ello. Pero en asuntos particulares no siempre ha de ser tan relevante.
¿Cree, como Pinker y como Lynn Hunt, que la ficción realista pudo ser un factor en el declive de la violencia?
He citado esos trabajos en un par de sitios, así como los de Elaine Scarry. Siempre he tendido a pensar que es así, no sé hasta qué punto es cierto o en qué medida es determinante. Pero sí puede aportar la capacidad de ver el sufrimiento de la gente desde otras perspectivas. En una buena ficción necesitas la perspectiva del protagonista y del antagonista. Volviendo a Nabokov, y frente a algunas críticas, hay algunas investigadoras sobre la violencia sexual que utilizan Lolita con víctimas; les gusta cómo muestra el punto de vista del perpetrador.
El enfoque del libro me ha recordado a El instinto del arte, de Denis Dutton.
Era un buen amigo. Organizamos un congreso juntos, dirigía la revista Philosophy and Literature y era muy receptivo a estas ideas. Tenía ese concurso de mala escritura que era divertidísimo. Era un gran provocador y por supuesto impulsó la página Arts & Letters Daily, que durante años fue la mejor página que había en la web.
¿Cómo empezó a escribir la biografía de Popper?
Revisando mis archivos, me di cuenta de que ya le había escrito en 1986 para preguntarle si podría escribir su biografía. Su secretaria me dijo que ya había alguien trabajando en ello, una persona mucho más preparada. En 1995, fui a Dunedin y pensé que podía entrevistar a Margaret Dalziel, jefa del departamento de inglés en Otago, que había ayudado a Popper con su inglés para La sociedad abierta y sus enemigos. Me dijo que la persona que estaba trabajando había muerto. En 1995 o 1996 mandé a la albacea un ejemplar de mis libros de Nabokov. Ha apoyado mis esfuerzos para hacer la biografía, pero ha habido muchas interrupciones. Lo que me interesaba era su epistemología evolutiva, la idea de lo que sabemos como criaturas que han evolucionado, de que no tenemos órganos para la verdad, de que avanzamos como podemos e intentamos corregir nuestras tendencias naturales sobre la marcha. Me echaba para atrás lo mucho que hay que saber si estás interesado en Popper: mecánica cuántica, biología, filosofía, música, política, economía, sociología. Tradujo a los presocráticos; le interesaban mucho la probabilidad y la lógica. Empecé a estudiar alemán para la biografía, pero mi nivel todavía es rudimentario. La cantidad de material para revisar es inmensa: tengo setecientos cincuenta rollos de microfilm aquí, hay cientos de cajas en archivos. Nabokov requirió mucho trabajo en archivos, pero la dimensión de este era pequeña comparada con Popper. He hecho viajes para entrevistar a quienes lo conocieron: Gombrich dijo que estaría encantado de hablar sobre Popper durante un mes. Creo que todavía faltan tres o cuatro años. Estoy seguro de que la escritura será rápida. Mis notas están más avanzadas que las del otro libro: están organizadas, relacionadas.
Dice que ha perdido influencia como filósofo.
Popper fue muy importante para premios Nobel de todo tipo: física, medicina y fisiología, química, paz, literatura, economía. Para jefes de Estado y disidentes, para líderes religiosos, del papa al dalái lama. La influencia que ha tenido es gigantesca. Tuvo un gran impacto en países como Italia, probablemente en España y Portugal, y sin duda al otro lado de la Cortina de Hierro, por su trabajo sobre las sociedades abiertas. Sigue siendo influyente para los científicos. Sin embargo, en filosofía se le ha desacreditado, a menudo por argumentos que no eran suyos. Se refutan versiones triviales de sus ideas, no lo que dijo. Estoy leyendo una historia de la revolución científica. Cita a menudo a Popper, pero insiste en la idea de que Popper pensaba que la falsación era fácil. Nunca dijo eso. Muchos lo leen en fuentes de segunda o tercera mano. Por él quiero hacer lo mismo que quería hacer por Nabokov: contribuir a resucitarlo para los lectores profesionales y para el público culto, al menos en el mundo de habla inglesa.
¿En qué se diferencia y en qué se parece a Nabokov?
Popper era una persona muy difícil, a diferencia de Nabokov. Alfred Appel decía que Nabokov era la persona más divertida que había conocido. Y Appel es, a su vez, la persona más divertida que he conocido. A Popper mucha gente lo encontraba entrañable, pero tenía una fiera intensidad y un espíritu combativo. Siempre buscaba el lado débil de los argumentos, desafiando cualquier idea que propusiese cualquiera. A pesar de ser un racionalista crítico, algunos creían que no podía aceptar las críticas. O al menos en el momento: a veces al día siguiente llamaba, tras asimilar lo que le habían dicho, y encaraba a su interlocutor por no haberlo criticado con mayor dureza. Psicológicamente era una persona más complicada, aunque Nabokov quisiera crear personajes psicológicamente retorcidos. Popper no era retorcido, pero podía tener estallidos de ira para luego preguntar: ¿de verdad ha sido tan malo? Tendía a no decir nada o a dominar las discusiones. En los últimos treinta años de su vida estuvo sordo, lo que no facilitaba las cosas. Diría que Nabokov colonizó mi mente al principio y una manera de contrarrestarlo era interesarme por alguien totalmente distinto. Uno era un hombre de palabras que desdeñaba las grandes ideas y otro era un hombre de ideas que no estaba interesado en las palabras. Pero los dos tenían pasión por la libertad, por el descubrimiento infinito y eran optimistas en un siglo en el que los intelectuales eran poco optimistas. Creo que Popper es inspirador porque ve lo poco que sabemos con seguridad. Incluso lo que creemos descubrir tiene sus fallos y debe ser rechazado y superado. No era un escéptico que pensara que nunca podemos saber nada, sino que mucho de lo que sabemos no es lo suficientemente profundo. Siempre quedan cosas por descubrir. Sabemos mucho menos de lo que pensamos que sabemos, pero siempre podemos saber más, siempre hay espacio para aprender. Hay otra cosa que los une: Nabokov decía que, junto a la creatividad, lo más importante es el sentido crítico. Popper también pensaba que la crítica era la clave de su filosofía: en ambos casos, la crítica no era algo negativo, sino la manera de desatar la creatividad.
¿Qué es la biografía para usted?
Las biografías que me interesan deben ser novedosas y sobre figuras intelectuales importantes. Algo que alcance un público amplio, escrito de manera accesible, pero que no haga concesiones con la integridad de las ideas. No soy un gran lector de biografías. Soy un gran fan de Frank Zappa, y me habría encantado escribir su biografía, pero no tengo los conocimientos musicales necesarios. Lo mismo me ocurre con Spiegelman, que rechazó la oferta. Leo Gratitud de Oliver Sacks y pienso: me encantaría escribir su biografía. Para mí la biografía es la medida del entusiasmo que siento por alguien y que quiero transmitir a los demás. ~
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).