La obra de Bohumil Hrabal (Brno, 1914-Praga, 1997) mezcla el espíritu de la vanguardia y la fantasía con la oralidad y lo cotidiano, el humor salvaje con la desesperación, la inquietud filosófica con la sensualidad y el placer, la imaginación verbal con la opresión de la historia. Monika Zgustova, narradora y traductora de numerosas obras de Hrabal, ha publicado este año una nueva versión de Los frutos amargos del jardín de las delicias (Galaxia Gutenberg), una hermosa biografía que es también una guía del mundo de uno de los escritores más singulares e interesantes del siglo XX.
“Conocí a Hrabal diez años antes de su muerte –explica–. Fui a verlo a su casa de campo, en las afueras de Praga, para consultar con él algunos matices de sus obras que estaba traduciendo. Estaba destrozado porque su mujer estaba gravemente enferma. Cuando un vecino le trajo un plato de liebre con salsa de crema de leche y pasta, Hrabal hizo circular este plato, con su cerveza correspondiente, de un invitado a otro. Ese día no le pude consultar nada pero aprendí mucho sobre su forma de ser. La segunda vez que lo vi, en su cervecería El tigre de oro, me habló solo después de haberse bebido dos jarras de cerveza de medio litro; antes mantenía silencio. Este era su ritual diario.”
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¿Cómo fue su relación con él?
Hrabal se convirtió en una de las personas más importantes de mi vida, en mi maestro. Era un hombre tímido y a veces difícil. Le traté en su cervecería, pero también durante sus viajes a España y Estados Unidos. En las ruedas de prensa, en España, yo era su intérprete. Al ver su biografía –la primera versión que se publicó fue la catalana– se puso profundamente contento; el cineasta Jiří Menzel afirma que fue la última gran alegría de su vida.
¿Cómo se convirtió en su traductora?
Cuando llegué a España después de haber completado mis estudios en Estados Unidos, busqué un editor para Hrabal. Costó un poco pero al final encontré un interlocutor magnífico en Ediciones Destino, entonces una editorial independiente. Traduje seis libros de Hrabal para Destino y más para otras editoriales. El año pasado salió una nueva traducción mía de una de sus obras maestras, Yo serví al rey de Inglaterra en Galaxia Gutenberg, que ahora está recuperando varios libros de Hrabal y traduciendo otros por primera vez al castellano.
¿Por qué decidió escribir su biografía?
Mientras traducía sus obras, me daba cuenta del nivel extraordinario que tenían. Y pensé que sus lectores deberían tener acceso a más datos sobre su vida y obra, así que me puse a investigar y a escribir. Me encontraba con Hrabal en sus tabernas, aunque en ningún momento le revelé mi intención; hacía ver que solo iba a tomar cerveza. Fue duro, porque tenía que mantener el ritmo del escritor, que era un bebedor nato; además, yo era la única mujer en el mundo masculino de las tabernas de la Praga de esos años. Y los apuntes los tenía que tomar en el baño. Hrabal se llevó una sorpresa cuando un día llegué a la cervecería antes de lo acostumbrado, de modo que aún no había nadie más en su mesa, y le presenté el manuscrito de mi biografía en checo. Lo hojeó con una ilusión visible y al final me dio el visto bueno a su manera: brindando por el libro con una jarra de cerveza.
A veces, la escritura de Hrabal parece oral, popular. Pero no es así: se formó en la literatura de vanguardia y le interesaba mucho la filosofía. ¿Cuáles fueron sus grandes influencias?
Las dos grandes influencias literarias de Hrabal fueron Hašek, el autor de Las aventuras del buen soldado Švejk, y Kafka, o sea dos autores que tienen en común la visión del hombre como un ser impotente en manos de las instituciones omnipotentes y deshumanizadas del siglo XX, dos autores que a su manera anunciaron la llegada de los totalitarismos del siglo XX. También Hrabal habló con compasión del individuo sometido a los malos tratos de las guerras y las dictaduras de su tiempo. Hašek, aunque muy culto, se sirvió del lenguaje popular: en eso fue un auténtico renovador de la lengua literaria checa. A Hrabal le interesaba el misterio que se hallaba en ambos escritores, sobre todo en Hašek, que era un escritor dadaísta antes de que surgiera el dadaísmo, incluso se adelantó a los happenings, que siempre interesaron a Hrabal, porque lo que él organizó en las tabernas y las calles de Praga era eso, aunque en aquella época no se usaba esta palabra y Hašek pasaba por ser un hooligan. Hrabal sigue sus pasos en sus libros y hasta cierto punto también en su vida.
¿Qué era lo que le interesaba de los marginados y los perdedores, esos personajes un tanto excéntricos, como el tío Pepin, que aparecen en sus libros?
A Hrabal le interesa mirarlo todo desde la perspectiva de los marginados, de los de abajo, de los perdedores en la escala social. Y desde el punto de vista de la docta ignorancia, o sea, apagando el brillo del intelecto e intentando ser el grano de polvo en que cada uno se va a convertir.
¿Qué es y de dónde vienen los pábitelé?
Los pábitelé, o parlanchines, son los que saben transformar lo cotidiano triste y gris en algo hermoso, interesante y poético, en una aventura. Hrabal tenía la costumbre de ver la realidad con ojos de niño, de poeta y de pábitel.
¿Cuál fue la importancia que tuvo el mundo de las tabernas en su vida?
En la cervecería se sentía acompañado, como si estuviera en una hermandad, en una secta de bebedores de la cerveza. Esos bebedores provenían generalmente de la clase baja, la que más interesaba. Creía que la gran literatura universal debía acercarse al “vertedero de la época” y que el protagonista, cuanto más perdía en la escala social, más ganaba en carga eléctrica. Esa clase de gente lo representaba todo para Hrabal, y a esa gente la encontraba en sus tabernas. Los escuchaba atentamente; otras veces recitaba para ellos largos poemas de Iesenin y de Baudelaire.
Dice que la vida de Hrabal se puede entender como “una sucesión de gags”. En su obra el humor también está muy presente. ¿Cómo lo definiría?
Tenía el sentido del humor negro, o “de la horca”, como se llama en checo. Básicamente se trata del humor de Praga, humor judío, que se ríe de todo sin salvar a nada ni nadie: un humor corrosivo.
Hrabal vivió grandes cataclismos políticos: nació poco antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, vivió la Segunda, el periodo comunista, la Primavera de Praga y la normalización, la Revolución de Terciopelo.
Toda la historia del siglo XX está presente en su obra, siempre de alguna manera sorprendente, vista por un personaje marginal o uno que se pasa al campo enemigo. Describía los acontecimientos mientras sucedían, como la invasión soviética que acabó con la Primavera de Praga, o la llamada Revolución de Terciopelo. Orientarse en lo que está pasando en un momento dado sin conocer el futuro es muy difícil: raras veces encontramos escritores comentando lo que están viviendo en un momento preciso.
Aunque escribía desde muy joven, empezó a publicar tarde, y tuvo muchos problemas con las autoridades comunistas. Algunas de sus grandes obras se publicaron mucho más tarde, o en samidzat. Usted habla de la vigilancia a la que estaba sometido, de unas declaraciones polémicas de 1975…
Las autoridades comunistas permitieron a Hrabal que publicara algunos de sus libros con la condición de que él mismo alterase esas obras de tal manera que pudieran pasar la censura del régimen totalitario, cosa que Hrabal hizo muy a pesar suyo, y si lo hizo fue porque para él era muy importante que lo pudiera leer el gran público de su país. Por ejemplo cambió el final de Una soledad demasiado ruidosa, en que el protagonista, Hanta, se suicida, por otro final en que el suicidio es una pesadilla del protagonista que se despierta en un banco de un parque de Praga rodeado de gitanos. Hrabal nunca hizo declaraciones favorables al régimen comunista, pero en una ocasión cayó en una trampa que el régimen le había preparado: firmó una hoja en la que estaban inscritas unas frases inocuas, que habían preparado las autoridades comunistas, y fueron esas mismas autoridades las que, a posteriori, añadieron frases comprometedoras que alababan el comunismo sin que Hrabal lo supiera. El texto con la firma se publicó al día siguiente y fue un escándalo: los estudiantes quemaron libros de Hrabal en una hoguera en señal de protesta. Durante mucho tiempo Hrabal se sintió culpable por ello, aunque no lo fuera.
En los años setenta escribió dos de sus libros más impresionantes: Yo serví al rey de Inglaterra y Una soledad demasiado ruidosa.
Yo serví al rey de Inglaterra tiene por protagonista un antihéroe que intenta llegar a ser millonario para ahuyentar su complejo de inferioridad, y cuando lo logra, los auténticos millonarios no dejan de verle como una especie de nuevo rico indigno de su atención. La pobreza absoluta en la que cae con la llegada del régimen comunista y el contacto con la naturaleza lo convierten en una especie de filósofo zen. Una soledad demasiado ruidosa es una novela redactada como poema en prosa: una joya estilística con una gran riqueza de pensamientos. Hrabal concibió la primera versión de la novela como un texto escrito en el dialecto de los bajos fondos, pero no estaba contento, así que redactó una segunda versión en un lenguaje refinado y poético, pero tampoco quedó satisfecho. Solo dio por buena la tercera versión, una amalgama de las dos versiones anteriores.
Bodas en casa agrupa tres retratos de Hrabal contados desde el punto de vista de su mujer. Allí Hrabal explica su miedo a la policía, su temor a tener hijos…
Hrabal me reveló que, puesto que tantas mujeres han escrito obras hagiográficas sobre sus famosos maridos, él quería hacer lo contrario: demostrar lo difíciles que son los hombres. Bodas en casa es una especie de examen de su propia vida, un examen de conciencia que escribió cuando era mayor. Se sirvió del método del monólogo interior joyceano, con la innovación de escribirlo sin puntuación, solo con puntos suspensivos. ¡El texto es un rompecabezas para los traductores!
Hrabal se suicidó en 1997 y llama la atención ver la cantidad de referencias al suicidio que hay en sus textos.
Reflexionó sobre el suicidio desde muy joven. Para él el suicidio era un acto de libertad, uno de los pocos que el hombre puede llevar a cabo, además de un acto de valor, porque significa superar el instinto innato de supervivencia. Se suicidó el 3 de febrero de 1997. El 1 de febrero fui a verle en el hospital; estaba muy quieto, silencioso, meditativo. Solo al cabo de dos días me di cuenta de que en aquellos momentos estaba reflexionando sobre lo que iba a llevar a cabo.
Hrabal decía que “un texto debe ser una como una cuchilla de afeitar escondida en un pañuelo”. ¿Cómo es traducir a Hrabal?
Hrabal mismo me sugirió que intentara traducirlo de la misma manera como él escribía. A principio no entendí muy bien lo que quiso decir, pero luego recordé que Hrabal creaba sus obras del modo siguiente: primero elaboraba en la cabeza la novela o la narración que quería escribir; se la imaginaba de día, soñaba con ella de noche. Luego subía su máquina de escribir al tejado de su casa de campo, se dejaba cegar por el sol y escribía sin poder ver lo que ponía en el papel. Solo al final releía y corregía su texto. Así que, siguiendo su receta, al traducir a Hrabal, primero dejo que me pase por la cabeza su larga frase, o varias frases, apreciando su atmósfera, su ritmo y su “perfume”; luego traslado al ordenador o al papel la frase o párrafo en castellano, muy deprisa. Cuando tengo dos o tres páginas traducidas, me detengo a corregirlas rigurosamente con el texto original checo en la mano; entonces sí me fijo en el matiz de cada palabra. Hrabal tenía razón: solo traduciendo de esta manera se conservan en la traducción la espontaneidad, la originalidad y el espíritu hrabaliano. Los métodos más tradicionales de traducir –palabra por palabra– no sirven para este escritor tan sumamente innovador. ~
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).