La pérdida del objeto amado produce la cólera del sujeto contra sí mismo. Según la conocida interpretación de Freud, esta es la clave de la melancolía. La interpretación de Freud se opone radicalmente a la tradición que, de manera clara desde el Renacimiento, asocia la tristeza ocasionada por la pérdida del objeto deseado con la invención del sujeto melancólico que busca en su sufrimiento el impulso necesario para la creación artística. La historia de la melancolía desmiente la tesis de Freud: el doloroso trabajo de duelo, a pesar de sus riesgos, puede fortalecer el ego del artista y lo lleva a la creación de objetos de arte. Paradójicamente, la misma pérdida del objeto erótico crea un objeto artístico.
Pareciera que la condición melancólica surge con gran fuerza en la cultura cuando con el transcurrir del tiempo se derrumban los valores tradicionales y se pierde el sentido de la historia. Durante el Renacimiento se fue resquebrajando el enorme edificio medieval que le daba sentido a la vida del hombre en la tierra: la melancolía aparecía como un sentimiento inspirado por el desorden de los sentidos; como una emoción que, a partir del sinsentido de la vida, sin embargo arraigaba al hombre a su pasado y a su tierra. En los momentos en que el tiempo devoraba a la historia era preciso glorificar la melancolía.
Así como los renacentistas sufrieron los sinsentidos del medioevo, sus herederos románticos percibieron con dolor las nuevas formas del caos, los absurdos de la modernidad. También ellos fueron atraídos al seno de la melancolía, con la cual enseñaron a varias generaciones el arte de sufrir la modernidad y con sus lágrimas ensartar el collar de los nacionalismos actuales: “La melancolía es la felicidad de estar triste”, estableció Victor Hugo.
La melancolía, desde el Renacimiento, se introduce en el arte como un motivo muy concreto que puede contemplarse en el famoso grabado de Durero, de 1514, donde presenta al ángel de la melancolía. El tema del humor negro produce una extraña luz que continúa iluminando la historia del arte mucho tiempo después de que el ángel de la melancolía ha levantado su vuelo. El aura melancólica hace que los sujetos aparezcan y desaparezcan, se pierdan y se encuentren, hasta nuestros días. El ángel de la melancolía no ha perdido su objeto amado: por el contrario, con su mirada lo construye. La historia del arte nos muestra algunos momentos sintomáticos en los cuales la melancolía parece ser la fuerza secreta que le da un sentido a las obras, ya sea porque el genio del artista sea alentado por el humor negro –como en los ejemplos famosos de Miguel Ángel y Rafael– o porque los objetos representados evoquen en el espectador un sentimiento de tristeza por la ausencia o la fugacidad de aquello que aprecian.
El nuevo sujeto de la modernidad riega su ego con las lágrimas de la melancolía. Este goteo lacrimoso tiene una extraordinaria expresión artística en Francisco de Goya, que representó la melancolía mediante la pérdida del más preciado de los objetos –la razón– en su famoso Capricho número 43. Allí un hombre postrado es rodeado por los más lúgubres animales nocturnos, calificados por Goya como monstruos producidos por el sueño de la razón. El mundo de Goya es fundamentalmente melancólico. No solo la serie de terribles Pinturas negras que realizó al final de su vida son un testimonio de la presencia saturnina y melancólica en la obra de Goya; todo un universo de moribundos, heridos de guerra, viejos, miserables y brujas gira en torno del humor negro.
La historia de los objetos perdidos cuya ausencia produce melancolía llega hasta el siglo XX, por ejemplo cuando los objetos vuelven a ser encontrados. Los objets trouvés de Marcel Duchamp sugieren no solo la ausencia de su contorno habitual, sino también insinúan la desaparición del sujeto. La melancolía en elarte invoca un juego de objetos perdidos o encontrados. Benjamin dice que el ángel dibujado por Klee es el de la historia. Ante este ángel se apilan las ruinas del pasado: es el nuevo ángel de la melancolía, que da la espalda al futuro y que sigue evocando el duelo que como un aura casi imperceptible rodea a los objetos de arte. ~
Es doctor en sociología por La Sorbona y se formó en México como etnólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.