La pena máxima para España

La selección de Luis Enrique cae en los penaltis de la semifinal de la Eurocopa tras cuajar un buen partido ante Italia.
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Triste despedida para una selección española en la que nadie confiaba hace un par de semanas, pero que se ha quedado a una tanda de penaltis de acceder a la final de la Eurocopa 2020. Dani Olmo y Morata, héroes de la jugada del tanto que forzaba la prórroga, erraron las dos penas máximas que provocaron la eliminación de la escuadra de Luis Enrique. Así, Italia vuelve a la final del torneo dos ediciones después, pero su rival no será la apisonadora española de 2012, sino que saldrá de la semifinal que disputan Inglaterra y Dinamarca.

Son tantas las veces que se han enfrentado españoles y transalpinos en los últimos tiempos que la suerte de ambos combinados podría explicarse atendiendo a estos duelos. Una de los recuerdos más dolorosos para los primeros remite a Boston, a julio de 1994. Julio Salinas pudo cambiar la suerte del partido y del torneo, pero falló una ocasión clarísima, de esas que son más fáciles meter que marrar. ¿Por qué no regateó al portero?, ¿por qué se quedó suspendido e inmóvil? Trató de remediar este estatismo veinte años después, al apuntarse a Mira quién baila, pero ya nada era lo mismo. Acto seguido, Roberto Baggio acertó a poner la pelota en la red y Tassotti hizo lo propio con su codo en la nariz de Luis Enrique. De esto se cumplen mañana 27 años, y no se puede descartar que en ese Mundial de Estados Unidos ya estuviese jugando Chiellini de defensa central junto a Bonucci.

Ya en el siglo XXI volvieron a verse las caras en cuartos de la Eurocopa de 2008. Cuartos de final, Italia y penaltis: los ingredientes perfectos para que esa España históricamente gafada se fuese a su casa. Pero llegó el punto de inflexión decisivo, el inicio de la mejor “Roja” de la historia, que empezaría con la victoria en esa Eurocopa y culminaría cuatro años después, ganando el torneo de nuevo, al apabullar a los italianos en la final de Kiev de 2012 por 4-0. Curiosamente, por tercera vez consecutiva, los dos equipos volvían a enfrentarse en una Eurocopa, en Francia 2016, pero esta vez la selección azzurra se llevó el gato al agua y enterró la etapa de Vicente del Bosque como entrenador español. Con semejante hoja de antecedentes en las últimas tres décadas se llegaba al partido de Wembley.

Pese a la cercanía geográfica, son pocas las cosas que unen de forma decidida a Italia y España. Se puede citar al pintor valenciano José de Ribera, autor del extraordinario cuadro La mujer barbuda, que disfrutó de gran éxito en su admirada Nápoles y que también es conocido como Lo Spagnoletto. Ya en tiempos posmodernos, lo que más ha unido a las dos sociedades es el imperio de Mediaset: ¡Hasta el partido se ha emitido en Telecinco! Y, por último, no hemos de olvidarnos de la gran Raffaella Carrà. En los instantes previos al inicio de la semifinal, mientras los jugadores calentaban, sonó en el estadio la música de la artista recientemente fallecida, a modo de homenaje. El público se deleitaba con A far l’amore comincia tu, y era difícil no trasladarse a tiempos pasados mejores y, los cinéfilos, evocar el espectacular inicio de la mejor película del siglo: La grande bellezza, en la que escuchamos a Carrà en esa dionisiaca fiesta donde tenemos el gusto de conocer al siempre elegante Jep Gambardella.

Si se analizara el partido en lo referente a la elegancia, España también habría caído eliminada, con un resultado incluso más abultado. Existe una diferencia abismal entre los chicles de jengibre y la indumentaria propia de trekking de Luis Enrique y el Emporio Armani de Mancini y todo el cuerpo técnico de la selección italiana. El dandismo es el último estallido de heroísmo durante la decadencia, escribió Baudelaire, e Italia lo sabe y ha resurgido con entereza y belleza de su fatídica ausencia en el Mundial de 2018. También empezó perdiendo la selección española –como es habitual en esto– mientras sonaban los himnos. Poco tiene que ver el emocionante y entregado cántico italiano con el “lo-lo-lo-lo-lo” español. Quizás una buena idea para la recién inaugurada Oficina del Español sería poner letra a este himno; todo un reto para su responsable.

La selección española afrontó todo el partido con gran madurez frente a una selección que venía de cuajar un campeonato casi perfecto. Para sorpresa de todos, el técnico asturiano sentó a Morata y sacó a Oyarzabal de inicio. Los once elegidos se hicieron con el control, pero las ocasiones relevantes no llegaban. Sin embargo, cada vez que la pelota pasaba por el área de Unai Simón se mascaba la tragedia: es difícil jugar peor con los pies que el portero del Athletic de Bilbao. No obstante, el gran problema de la plantilla es que tiene serias dificultades para acabar las jugadas, mientras que Italia martilleaba a la contra. Así llegó el tanto de Federico Chiesa –hijo del mítico Enrico Chiesa– que anotó en el minuto 60 el 1-0. Tuvo que agitar Luis Enrique el avispero y meter jugadores ofensivos de refresco. Morata, que salió al rescate, puso el empate a falta de diez minutos para el final.

Llegó la prórroga, y esta se hizo eterna para todos los jugadores dispuestos sobre el terreno de juego, que vienen de jugar una temporada larga e interminable, casi unida a la anterior por culpa de la pandemia. La extenuación se podía ver en los rostros de todos los jugadores, pero sobre todo en Pedri, que cuando empezó el torneo tenía 18 años y, si uno presta atención a su cara durante la prórroga, podría confundírsele con el hermano gemelo de Chiellini. La Eurocopa del jugador del FC Barcelona ha sido fantástica. Llegaron los imprevisibles penaltis y, a diferencia de lo que ocurrió ante Suiza, España perdió e Italia vengó su derrota de trece años atrás. Morata, que por una vez había sido el salvador, volvió a su senda habitual en el torneo y falló la pena máxima decisiva. Una derrota muy digna para un equipo que pocos imaginaban que llegase tan lejos.

 

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Elios Mendieta es periodista. Es autor de 'Memoria y guerra civil en la obra de Jorge Semprún' (Escolar y Mayo).


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