En uno de los Cuentos por teléfono de Gianni Rodari, un autobús lleno de gente que va a trabajar una mañana toma un desvío y en lugar de seguir hacia el centro de la ciudad se dirige al campo, a las afueras, y ahí se detiene. Al principio los pasajeros se rebelan, pero cuando se dan cuenta de que tienen por delante un rato de regalo, lejos de su rutina y entre el verde, se sueltan y se disponen a disfrutarlo. Una mujer se entusiasma porque el prado está lleno de pamporcinos, y ella hace años que no ve pamporcinos, así que se pone a hacer un ramo y se olvida de la oficina donde trabaja. A mí me gustaba mucho el nombre de los pamporcinos, que nunca había oído antes y que no he vuelto a oír ni podría oír nunca sin asociar a Gianni Rodari, y para mí gran parte del gozo del cuento emanaba de la aparición de una palabra tan graciosa. El propio conductor del autobús rebelde no tiene ni idea de por qué el autobús, cuyo nombre de línea no recuerdo y creo que es el título del cuento, ha cambiado de recorrido esa mañana. Pero entonces los pasajeros se dan cuenta de que es el 21 de marzo. Y es que, acaba el cuento, todo es posible el primer día de primavera.
Asociada a esa flor que nunca he visto ni sé cómo es he recordado siempre la frase sencilla de que todo es posible el primer día de primavera, por su relación con lo que está naciendo y creciendo, porque viene de la espera del invierno y porque es como un portón que al abrirse nos enseña muchos caminos o incluso un campo verde sin caminos, como dice Krishnamurti de la Verdad. Pamporcinos: lo posible.
Que todo sea posible quiere decir que todo se puede hacer o que todo se puede imaginar. Ahora que ha sido el primer día del verano me pregunto qué característica tendrá el 21 de junio, qué nos ofrece en lugar de la potencia que se nos dio tres meses antes. Quiero leer su desequilibrio de luz, con el día más largo del año y la noche más corta, y sacar de ahí su naturaleza y el tono del momento. Del mismo modo dicen que así como pases la Nochevieja, así pasarás el año. El verano lo inauguro bañándome en el mar Cantábrico y recuerdo que hace tres años y hace dos este cambio de estación lo pasé en el Mediterráneo. ¿Está aquí lo que busco?
Escribo las frases tratando de sorprender en ellas la revelación que se me ha resistido. A veces las frases son fórceps en lugar de transparencias sobre el volumen de las cosas. Al Cantábrico, umbral del verano de este año, llego en un tren que parece una diligencia. Para en las estaciones más peregrinas, que nunca se mueven. Atraviesa bosques verde botella y me parece entender que los árboles son elocuentes pero no quieren decirnos nada, y sin embargo encuentro que nosotros los humanos estamos queriendo decir cosas todo el rato y expresarnos, y que no nos hacemos entender. Pocos días antes he pensado que cada cual nos expresamos en un idioma diferente, y si no compartimos los códigos no nos entenderemos. Cómo podemos decirnos que nos queremos si no hablamos alemán.
Miro la playa de arena rojiza de un lado a otro y me pregunto cómo puedo extraer de ella la sabiduría salvífica. Me tumbo en la azotea y veo el abdomen macizo y suave de la gaviota, las veo volar suspendidas en el aire, como conducidas por cuerdas de cometa; en su cuerpo vemos las corrientes de aire, sin ellas invisibles. De igual modo se nos revelan las corrientes invisibles en los movimientos que hacen nuestros semejantes.
Los tilos extienden las ramas y las gaviotas las alas y yo aquí esforzándome por que me diga algo el mundo, obediente y dispuesta a tomarlo como ejemplo, empecinada. Pero por qué hago eso, por qué y para quién fuerzo o simulo la actitud de escuchar si a lo mejor lo que quiero es hablar y por eso no oigo nada. Más tarde metida en la cama desde muy temprano en la noche más corta del año comienzo a entender algo, al desistir de hacer esfuerzos y permitir que una gaviota haga su vuelo hipnótico dentro de mí mientras me duermo. Así no tengo que hacer nada ni esperar nada.
Los amigos que me han acogido en su casa le han dicho a su hija, para que aprenda a dormir sin chupete, que una madre gaviota se lo ha llevado en el pico para dárselo a su bebé gaviota, que también lo necesita y que no tiene. La gaviota madre es la misma gaviota que me demuestra cómo no esperar nada en los vuelos que traza dentro de mí. De ese modo me duermo yo también y despierto al esplendor luminoso de las seis y media de la mañana del 22 de junio.
Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).