Doce personas murieron en la balacera del cine Century en Aurora, Colorado, el 20 de julio de 2012. El 14 de diciembre siguiente 28 personas (seis maestras, veinte niños, el asesino y su madre) murieron en la masacre de la escuela Sandy Hook, en Newtown, Connec- ticut. Estas matanzas aterrorizaron y cautivaron el interés del público en el mundo durante algunas semanas, y dieron lugar en Estados Unidos a una “conversación nacional” en torno a la compra, posesión y registro de las armas de fuego, en particular los rifles semiautomáticos capaces de disparar cientos de balas por minuto.
Lejos de ser actos aislados estas masacres representan apenas un minúsculo porcentaje de los más de 400 mil incidentes con armas de fuego sucedidos en los Estados Unidos ese año. No es de extrañar que la gran mayoría de la población esté a favor de una reforma al control de las armas de fuego pero el debate pronto se empantanó debido al vigoroso y agresivo cabildeo de organizaciones como la National Rifle Association (nra), la cual ejerce considerable presión sobre numerosos representantes y senadores de ambos partidos, en su defensa a ultranza del derecho a poseer armas.
En abril de 2013 tuvo lugar una votación en el Senado estadounidense para imponer revisiones de antecedentes a los compradores de armas (que no se almacenarían en base de datos alguna), elemento fundamental para una modesta reforma. A pesar de intensas negociaciones y concesiones, la propuesta fue rechazada (54 votos contra 46 y solamente cuatro republicanos votaron a favor). Y el efecto de la “conversación nacional” fue que las ventas de armas se dispararon, en parte por la ridícula paranoia instigada por la nra de que el gobierno prohibiría la venta de armas e incluso requisicionaría los arsenales privados.
Al tiempo en que el presidente Obama se lamentaba de esta derrota y prometía otras iniciativas, los medios comenzaron a cubrir de manera obsesiva la noticia de que una diminuta empresa texana, Defense Distributed (DD), había posteado en internet los planos e instrucciones para fabricar una pistola plástica completamente funcional en una impresora 3D: el Liberator. La noción de manufacturar partes de armas con una impresora digital que opera mediante la superimposición de capas termoplásticas no es nueva y había sido materia de polémica desde hace años, en particular cuando se hablaba de prohibir los cargadores de alta capacidad y otras partes de algunos rifles de asalto. Si bien era posible prohibir la venta de estas piezas resultaba prácticamente imposible impedir que la gente las “imprimiera” en casa.
La fantasía que pregona el fundador de DD, Cody Wilson, un estudiante de leyes de veinticinco años, de Austin, Texas, autodenominado criptoanarquista, que conduce un bmw y admira a Baudrillard y a Julian Assange, es que un pueblo armado puede defenderse de un gobierno tiránico, por lo que manufacturar armas en el hogar es una legítima estrategia de defensa. La misión de DD es popularizar el movimiento wiki para la fabricación de armas y de paso “defender el acceso público a las armas como garantiza la constitución”, mediante la divulgación de la información y conocimiento, sin costo, de la impresión de armas de fuego en 3D. La propuesta es infantil ya que añadir unas cuantas armas impresas en casa al gigantesco arsenal popular estadounidense no cambiará el hecho de que ese país tiene la tasa de propiedad de armas más alta del mundo (88%).
En parte su meta es poner en evidencia que los controles de armas gubernamentales se han vuelto irrelevantes en la era digital así como la censura y control de la información han perdido sentido y “eventualmente el gobierno deberá ser erradicado”. La iniciativa de DD crea un complejo acertijo en torno a la primera y la segunda enmiendas (que respectivamente protegen la libertad de expresión y la libertad de tener armas) al convertir el derecho de diseminar información en un paso para la adquisición de un arma mortal. La difusión de ideas transgresoras y subversivas solía ser temida y reprimida por las autoridades cuando las consideraban un peligro potencial por su capacidad de incitar actitudes rebeldes. En este caso estamos ante ideas que pueden materializarse y disparar balas reales. ¿Es esto una forma de expresión que debe ser respetada como si fuera un panfleto político incendiario o pornografía, o bien se trata de una acción peligrosa comparable a gritar fuego en un teatro lleno?
El proceso para elaborar el Liberator es caro, es un arma frágil y prácticamente desechable tras unos cuantos disparos. Es mucho más sencillo y económico comprar una pistola normal. Sin embargo, las impresoras 3D así como sus insumos se abaratarán, se masificarán y serán mucho más simples de usar. No está muy lejos el día en que haremos piezas mecánicas de precisión en la impresora 3D casera con la misma facilidad con que hacemos hielos en el congelador. El Liberator es un juguete ingenioso y mortal que muestra la otra cara de una tecnología que parecía inofensiva y juguetona, es un atisbo de lo que nos espera.
El Departamento de Estado ordenó a DD retirar los planos de su página web, lo cual hicieron. Sin embargo, eso difícilmente impedirá la circulación de esta información que se ha diseminado de forma viral y puede bajarse en archivos de BitTorrent de docenas de sitios. El viejo eslogan del cyberpunk anunciaba: “La información quiere ser libre.” ¿Nos hará libres el Liberator? ~
(ciudad de México, 1963) es escritor. Su libro más reciente es Tecnocultura. El espacio íntimo transformado en tiempos de paz y guerra (Tusquets, 2008).