Alexei Nikolsky/ITAR-TASS

Nicaragua: Ortega se supera

Daniel Ortega celebró una victoria en un proceso electoral donde no hubo competencia, porque metió presos a todos sus posibles rivales. Lo inverosímil se vuelve cierto en el país centroamericano.
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Después de escuchar canciones revindicando la soberanía y bailar sin gracia durante algunos minutos, la frialdad de Daniel Ortega seguía en su lugar cuando tomó la palabra para su discurso. A las seis de la tarde del lunes 8 de noviembre de 2021, cuando celebraba los resultados electorales que le dieron un cuarto mandato consecutivo en medio de múltiples irregularidades, Ortega sacó a colación la famosa frase que se atribuye a Roosevelt para describir a Anastasio Somoza García, el fundador de la dinastía que el caudillo sandinista ayudó a derrocar en 1979: “Somoza es un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra”.

Después de recordar a su antiguo némesis, de quien ahora en su vejez parece un aventajado discípulo, Ortega se lanzó contra los 39 opositores detenidos desde mayo pasado, entre los que hay empresarios, líderes cívicos y políticos, pero también siete precandidatos que pudieron ser sus rivales en las votaciones que “ganó” sin competencia y controlando a todo el poder electoral. Su frialdad se descompuso cuando gritaba: “Esos que están presos ahí son los hijos de perra de los imperialistas yanquis. Se los deberían de llevar para los Estados Unidos, porque esos no son nicaragüenses, no tienen patria, para que allá sirvan para lo que son: esclavos del imperio, traidores de la patria”.

Los aplausos de sus simpatizantes resonaron, y en sentido contrario a su satisfacción –y su ego– se multiplicaban los países que no reconocen los resultados, porque en el proceso simplemente no se “cumplieron las garantías para una elección democrática”. Suman 40 hasta ahora; solo un pequeño grupo encabezado por Venezuela, Cuba e Irán respaldan al FSLN y su colosal fraude electoral.

El secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, exigió que las elecciones ilegítimas de Nicaragua sean anuladas, después de señalar que no cumplen con los estándares internacionales. No hay independencia del poder electoral y el mismo conteo no resultaba confiable.

“Al día siguiente a las elecciones aún constaba el corte provisional como el único resultado oficial de las elecciones. Asimismo, en la página web del CSE (Consejo Supremo Electoral) no fue posible cotejar las actas u otro material electoral con la versión oficial de las autoridades electorales. Importa también mencionar que al día siguiente de las elecciones no había reporte alguno por parte del CSE sobre los resultados electorales para diputados de la Asamblea Nacional”, explicó Almagro.

Su declaración ocurría un día antes de la reunión de cancilleres que se realiza de manera virtual entre el 10 y 12 de noviembre, en la que diplomáticos esperan que se aborde la crisis nicaragüense, una crisis interminable.

“Si un novelista incluyera en una novela esto de que todos los candidatos presidenciales han sido echados a la cárcel por un dictador, sería demasiado exagerado”, dijo Sergio Ramírez en un diálogo que sostuvo en septiembre pasado con Mario Vargas Llosa. El novelista nicaragüense se encuentra exiliado tras la publicación de su novela Tongolele no sabía bailar, que se desarrolla en el país gobernado por la pareja presidencial, el de las víctimas que piden justicia ante asesinatos impunes, el de la población que vive bajo represión.

En los últimos meses, los siete precandidatos presidenciales terminaron en prisión acusados en su mayoría por “traición a la patria” con base en una ley aprobada el 20 de diciembre de 2020 por la mayoría sandinista en el Parlamento y que forma parte de un conjunto de normas represivas con los cuales el caudillo mantiene amenazado al país entero. En total, Nicaragua tiene al menos 150 presos de conciencia.

Cristiana Chamorro Barrios, la más popular de los aspirantes presidenciales, está en prisión domiciliaria, señalada por la comisión del delito de lavado de dinero a través de una fundación que apoya al periodismo, cuyo nombre es Violeta Barrios de Chamorro en honor a su madre, la presidenta que derrotó a Ortega en las urnas en 1990 y abrió las puertas a la transición democrática después de la guerra civil de la década anterior.

La maquinaria de propaganda del FSLN asegura que esa organización civil sirvió para administrar fondos norteamericanos con los cuales intentaron derrocar a Ortega en 2018. Aluden a los días de abril, cuando miles de nicaragüenses salieron a las calles a protestar y fueron brutalmente reprimidos por el Estado. Esto fue documentado por la comunidad internacional, aunque en el discurso oficial fue presentado como un intento de golpe de Estado. Decenas de periodistas fueron citados en el caso y obligados a salir al exilio para resguardar su seguridad, mientras el periodismo siguió informando “desde cualquier lugar”, valiéndose sobre todo de las redes sociales.

Algunas dosis de represión de más baja intensidad habían sido administradas por el gobierno en procesos electorales anteriores. Recuerdo algunos vehículos quemados, periodistas heridos y protestas sofocadas con violencia en 2008, mientras en los medios oficialistas se presentaban los simpatizantes del partido pidiendo paz. La idea de ese aparato de seguridad intimidatorio era que cada vez que la población saliera a protestar, fuesen derrotados por el miedo. Después de 2018, que marcó un parteaguas de la historia reciente nacional, el aparato se sofisticó. Junto a la Policía empezaron a operar los miembros de la Juventud Sandinista y paramilitares, la tríada de la muerte en Nicaragua.

Las irregularidades señaladas con claridad por Almagro no son nuevas tampoco. En la historia reciente del país hemos visto denuncias de fallecidos votando, listas de candidatos de partidos cómplices del régimen en la que incluyen también a muertos, y migrantes que ni se enteraban de sus postulaciones. Recientemente, el periódico digital Confidencial documentó que en las listas de los partidos aliados de Ortega iban candidatos desconocidos y algunos de sus familiares.

En 2008, cuando se dio el fraude que arrebató 40 de 146 municipalidades a la oposición para entregarlas al FSLN, los candidatos rivales del oficialismo se acostaban siendo alcaldes y amanecían convertidos en concejales.

La novedad de 2021 es el encarcelamiento de los rivales para evitar sorpresas. Una encuesta de CID Gallup en septiembre de 2021 arrojó que cualquier candidato de la oposición hubiese ganado con el 65 % de los votos. Ortega y su esposa Rosario Murillo apenas sumaban el 19%.

La conquista del poder sin escrúpulo alguno viene siendo un buen retrato de las actuaciones de la pareja presidencial. Lo triste al revisar la historia es ver cómo han logrado acumularlo tras cada jugarreta electoral. En 2011, cuando no podía competir para la reelección, el líder sandinista se valió de la Corte Suprema de Justicia para lograr una sentencia que consideraba la continuidad en el poder como un derecho humano. El poder electoral dijo que la sentencia estaba “escrita en piedra”.

En ese 2011, Ortega se reeligió, logró una mayoría parlamentaria con la que luego modificó la Constitución y borró el impedimento legal para prolongarse en el poder en 2013 y 2014. En las municipales de 2012 aumentó su dominio y en 2016, cuando ya tenía todo controlado después de eliminar a la oposición usando el poder judicial, impuso a su esposa como vicepresidenta para garantizar la sucesión familiar.

Algunos dirigentes de la vieja guarda sandinista, más fieles a Ortega que a Murillo, se tuvieron que tragar la noticia de que el comandante seguía los pasos de Somoza. Las pretensiones dinásticas de la familia Ortega recuerdan un pasado siempre presente en Nicaragua: el de las dictaduras. También el cinismo del caudillo del FSLN. En 2016, él mismo logró ganar con más del 70% de votos sin hacer un solo acto de campaña. A muchos les puede quedar resonando la pregunta de cómo se puede explicar esto, sino es acaso con una aceitada y eficiente maquinaria de fraudes electorales.

La canción más famosa de los actos partidarios del dictador nicaragüense, “El gallo ennavajado”, alude en su letra a los fraudes somocistas y sugiere que ahora en el país se respira democracia. Otra muestra cínica de quien está al mando de Nicaragua. “Ya se fueron esos tiempos que todo estaba amarrado, que engañaban a la gente con cuatro bolis de guaro”, se oye desde los parlantes.

Sin embargo, con las actuaciones del 7 de noviembre se supera el propio recuento antidemocrático del partido de gobierno. Después de encarcelar y reprimir a miles de ciudadanos, mantenerlos bajo vigilancia en los barrios, el líder es votado con más del 75 % de las preferencias. Es decir, los que marcaron la boleta, lo hicieron felices en una sociedad de miedo. O votaban por Daniel o votaban por Ortega.

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(Managua, 1980) editor y reportero, se define como "enamorado de las investigaciones periodísticas y fiel devoto de la crónica en América Latina". Su trabajo ha sido reconocido con el Premio Ortega y Gasset y el Premio Rey de España.


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