En 1975, luego de dirigir el departamento de teatro del INBA y el de la UNAM, Héctor Azar fundó el Centro de Arte Dramático, A. C., CADAC, como una búsqueda independiente y libre a partir de dos señales: el teatro al servicio de la persona y la persona al servicio del teatro. El establecimiento de todo centro escolar constituye siempre una esperanza: que en su seno se propicie la evolución del ser humano. En ese entonces, fundar una escuela, sin el apoyo presupuestal del gobierno, significaba un reto mayúsculo, así como una novedad, incluso para las mismas leyes mexicanas. En su origen, CADAC encontró en la esquina de Centenario y Belisario Domínguez, en el centro de Coyoacán, el casco de una vieja casona y un interior abandonado que servían como escondite para teporochos. Gracias a los buenos oficios del entonces secretario de Educación, Víctor Bravo Ahúja, CADAC pudo alojarse en ese espacio y participar en su restauración y acondicionamiento, entregando informes anuales y recibiendo inspecciones. A partir de entonces, CADAC ha vivido en la incertidumbre, tan propia de los países en los que se carece de algún intento de programa a largo plazo, de saber si conservará la sede que tuvo desde su origen.
Luego de la desaparición de su fundador, se desvanecieron los subsidios para escuelas de teatro y se creó el programa México en Escenapara apoyar obras teatrales a través del Conaculta. CADAC tuvo que replegarse para no desaparecer como otros centros lo hicieron. Después vino el cierre de la taquilla porque el Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (Indaabin) no hizo el trámite para resolver el nuevo uso de suelo. Finalmente, en abril de este año, el centro sufrió una sacudida ante la negación del mismo Indaabin de renovar el contrato. Muchos alumnos, exalumnos, escritores, miembros de la comunidad teatral, periodistas, medios y ciudadanos de a pie levantaron la voz con la esperanza de encontrar algún funcionario sensible capaz de entender la necesidad de proteger a una institución de 37 años. En Coyoacán, después de la capilla de Salvador Novo y junto al Artene de César Tort, CADAC fue fundamental para el desarrollo cultural y el cambio vital de uno de los principales pulmones culturales de la ciudad. Ese grito llegó a Consuelo Sáizar, quien tomó a su cargo la solución del conflicto y, a la fecha, parece que CADAC ha revertido la situación crítica.
Sin embargo, CADAC no debe detenerse en resolver esta crisis. La ayuda desinteresada de tantas personas no solo demuestra el lugar que la institución creada por Héctor Azar se ha ganado en tantos años. También apela a la esperanza de que CADAC viva y no solo sobreviva, que se adapte al devenir de un país como un espacio distinto. Ante la superación del posible desalojo, CADAC se siente en la obligación de salir del aparente aislamiento para repensarse, para abrirse como una posibilidad distinta a fin de enfrentar la violencia en la que estamos inmersos. CADAC sabe que una opción cultural y educativa acreditada es el camino real para combatir la violencia. Así lo habría hecho Héctor Azar y así lo haremos nosotros. Desde su base, CADAC ha cubierto una carencia del Estado mexicano, la de la formación de niños y adolescentes a partir del arte, no para que se conviertan en actores inmediatos y fugaces, sino para que alcancen un mejor desarrollo por medio del teatro. Se podría afirmar que no existe situación que no sea susceptible de ser teatralizada. Esto quiere decir que la frase “está haciendo teatro”, que muchas veces se utiliza para describir una mentira o manipulación, podría servir para que el ser humano se descubra gratamente “haciendo teatro”, en todos los aspectos de su vida y, así, entenderla mejor. Esa intención educativa se debe mantener porque es necesaria y creemos que lo es cada vez más.
No obstante, CADAC no olvida que nació como un espacio para la experimentación teatral, porque su fundador estaba convencido de que un país cuyas experiencias teatrales se limitan a lo que sucede arriba del escenario, sin poner énfasis en la educación y en la búsqueda de nuevas formas, es un país limitado. Si la Compañía Nacional de Teatro no se olvidara de experimentar y fuera un espacio de promoción para las nuevas generaciones, se fundaría un nuevo teatro en México. CADAC será ese espacio para la nueva dramaturgia mexicana.
Por CADAC han pasado cerca de quince mil alumnos. Casi podríamos decir que en todo grupo teatral del país hay alguna persona que transitó por las aulas del centro. La presencia de los archivos de Héctor Azar, la biblioteca, fonoteca, hemeroteca, la fototeca de gran parte del teatro mexicano y la nueva videoteca pueden servir como punto de partida para formar un centro de documentación, abierto y especializado, relacionado con otros archivos y centros de investigación de los grandes creadores del teatro en México.
Ahora que cadac ha logrado conservar la vieja casona que fue restaurada para alojarlo, sin mayores aspiraciones que las de la libertad y la autonomía; ahora que el apoyo de la comunidad no solo nos llena de esperanza sino de responsabilidad para hacerlo mejor; ahora que la violencia nos ha cercado, estamos dispuestos a afirmar que la educación y la cultura siguen siendo una vía posible. Bertolt Brecht dijo: “En los tiempos difíciles cualquier acto de belleza es un acto revolucionario.” Y así es. Todo espacio vital es espacio teatral, cualquier espacio en el que participemos todos los que queramos entender la convivencia como una experiencia humana necesaria en este momento de crisis. ~
Como escritor, maestro, editor, siempre he sido un gran defensa central. Fanático de la memoria, ama el cine, la música y la cocina de Puebla, el último reducto español en manos de los árabes.