Interrogado sobre el significado de la expresión “literatura nacional”, Alfonso Reyes escribió: “la literatura nacional es la suma de las obras de los literatos mexicanos”. Del mismo modo me parece lícito pensar que la literatura católica es toda aquella que han escrito los escritores católicos. Como Pedro Páramo, de Juan Rulfo, por ejemplo. Como El progreso improductivo, de Gabriel Zaid.
Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II en 1959. No pudo ver sus conclusiones porque murió en 1963. El Concilio terminó en 1965 presidido por Paulo VI. Aunque las grandes conclusiones tuvieron que ver más con la libertad religiosa y la aceptación de otros credos como caminos de salvación, las derivaciones del Concilio fueron múltiples, tanto por lo discutido y acordado como por lo silenciado. Una de las más importantes fue la “preferencia por los pobres”, reforzada en 1967 por la encíclica papal Populorum progressio. En ella Paulo VI enfatizó la asistencia a los débiles, la justicia social y la caridad universal. La encíclica tuvo un profundo impacto, sobre todo en las iglesias americanas. En 1968, “en Perú, el padre Gustavo Gutiérrez propuso una teología de la liberación”.
((Gabriel Zaid, “Rerum novarum”, Letras Libres 276.))
Esa visión posconciliar fue recibida de muchos modos por los cristianos en México. Hubo quien tomó las armas y se fue a la guerrilla: los revolucionarios creyentes. Se ha escrito mucho acerca de que, sin la ayuda del obispo Samuel Ruiz y su Iglesia, no habría prosperado el neozapatismo en Chiapas. Otros no fueron tan radicales, pero siguieron esos movimientos a través de influyentes publicaciones, como Proceso y su trío católico: Scherer, Maza y Leñero (este último publicó El evangelio de Lucas Gavilán, novela partidaria de la teología de la liberación). Una tercera vía la ejerció en solitario Gabriel Zaid. No tomó las armas ni consideró que había que poner la pluma al servicio de ellas. Su particular forma de encarar el compromiso por los pobres fue la de criticar el modelo que estaba siguiendo México en los años setenta y proponer otra alternativa, no revolucionaria ni asistencialista. Una vía que combinaba la ingeniería social (pequeñas mejoras graduales) con el anarquismo social (y su empleo de soluciones prácticas a problemas locales) y la caridad cristiana. Gabriel Zaid fue publicando avances de su propuesta en Plural y Vuelta, las revistas de Octavio Paz, y más tarde las recogió en El progreso improductivo.
((Primera edición, 1979, en Siglo XXI; última edición revisada, 2012, en Random House.))
Otro miembro de la generación de Zaid (lo separan apenas diecinueve años) y también preocupado por “la opción preferencial por los pobres” es el presidente López Obrador. Escribió Enrique Krauze: “Una biografía oficiosa consigna que, siendo adolescente en Macuspana, fue monaguillo y recorría los pueblos pobres con los curas. La familia creyó que tenía vocación sacerdotal.”
{{“El mesías tropical”, Letras Libres, junio de 2006.}}
Otros de sus biógrafos hablan de un periodo de formación que combinaba el trabajo político y el celo religioso con los indígenas de La Chontalpa. Entró a la política y al PRI de la mano del poeta tabasqueño Carlos Pellicer, poeta católico. Resulta clara la filiación del movimiento (que no partido) de regeneración nacional con la religiosidad popular. López Obrador ha sabido combinar hábilmente política y religión en su carrera, ya que conecta con la religiosidad de sus adeptos. Como muchos en su generación, sus inquietudes sociales han estado teñidas de religiosidad, sobre todo en forma de caridad. Primero los pobres. También de inspiración bíblica es su rechazo a los ricos y al dinero. Como Zaid, optó por una vía reformista para mejorar la vida de los más débiles.
Ahora bien, aparte de ese trabajo con los indígenas de La Chontalpa no hay más rastros de esa actitud hacia los pobres en la biografía de López Obrador. No le pesaron las matanzas del 68 y el 71 al momento de afiliarse al PRI en 1976. Se sentía bien en el ala izquierda del partido oficial. En 1988, cuando esa misma ala, la Corriente Democrática, dejó el PRI y se fue por la libre a la competencia electoral, López Obrador no se fue con ellos. Durante la fraudulenta elección de 1988 “calló como momia”. Fue hasta diciembre de ese año, seis meses después de la elección, que renunció al PRI y se afilió a la corriente de lo que más tarde sería el PRD. Durante esos años construyó lo que se convertiría en su bandera política. Una propuesta posconciliar, la opción preferencial por los pobres. No católica, porque en algún momento se hizo evangelista; quizá de ahí provenga su celo, propio de la beligerancia del converso.
En los artículos que publicó en la primera década de los setenta en su sección La cinta de Moebius, en Plural, Gabriel Zaid expuso que el modelo de vida universitario que se quería imponer al país desde la presidencia no alcanzaba para todos, era un modelo insuficiente y fallido. Propuso dos soluciones: el desarrollo del mercado interno mediante una oferta pertinente de instrumentos productivos financiados con microcréditos, y el reparto en efectivo. Un reparto universal que en cierta medida sustituye al Estado costoso y expansivo. Son estos los artículos que reuniría en El progreso improductivo. Más tarde, en los textos que publicó en Contenido, Reforma y Letras Libres, muchos de ellos recogidos en Empresarios oprimidos,
{{Gabriel Zaid, Empresarios oprimidos, Ciudad de México, Debolsillo, 2009.}}
Zaid ha aportado a la discusión pública una serie de propuestas prácticas para remediar la pobreza, en especial la pobreza extrema, específicamente en sus puntos centrales: la desnutrición, los microcréditos, el autoempleo. En octubre de 2018, después de la elección, Zaid escribió: “No hacen falta muchos sexenios ni mucho presupuesto para acabar con la pobreza extrema. Menos del 10% de los mexicanos vive en pobreza extrema. No es tan difícil que el 90% restante los saque de ahí.” Antes, en 2006, Zaid había publicado “Pobreza y reforestación”, donde escribió: “El país entero se está desarbolando a una velocidad alarmante. Ocupar a los campesinos en cuidar la vegetación, la fauna, los suelos y el agua del lugar donde viven sería bueno para el país, porque los daños ecológicos cuestan más que evitarlos.”
López Obrador accedió al poder en 2018 enarbolando las banderas de la lucha contra la pobreza y la corrupción. En los hechos, según el Coneval, a diciembre de 2020, ha aumentado casi cuatro millones el número de pobres, y son casi quince millones de personas las que se quedaron sin cobertura de salud. Alegan que fue por la covid-19, pero antes de la pandemia ya habían llevado al país de un mediocre 2% a un 0% de crecimiento, estancando la economía. El reparto en efectivo, que es la base de los programas sociales de López Obrador, difiere del propuesto por Zaid. Este expuso que debía ser universal y apoyado con una “oferta pertinente de medios de producción” y con microcréditos. El “reparto en efectivo” de este gobierno se hace mediante censo (de “los siervos de la nación”, grupo vinculado orgánicamente a Morena), selectivamente. En lugar de brindar una “oferta pertinente de medios de producción” (adecuada a la circunstancia y el lugar), el programa Jóvenes Construyendo el Futuro se apoya en la iniciativa privada con resultados hasta ahora inciertos, dada la opacidad con que se maneja. La idea de reforestación también ha sido desvirtuada en el programa Sembrando Vida: los campesinos talan árboles añosos para sembrar arbolitos frutales y participar en el programa. Respecto a la pobreza extrema, y en específico la pobreza nutricional, se ha hecho poco y se ha hecho mal. La pobreza extrema va en aumento. La pandemia golpeó severamente a los más pobres, sobre todo a las comunidades indígenas. Salvo en el discurso, los pobres no han resultado los primeros.
Por caminos distintos, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Zaid han respondido al gran reto de su tiempo, planteado en 1967 por Paulo VI. ¿Qué hacer con los más necesitados? Las respuestas del gobierno han sido insuficientes (salvo excepciones, como los microcréditos). Las propuestas de Gabriel Zaid siguen vigentes. ~