Amadeo Modigliani, "Retrato de Leopold Zborowski" (detalle). Sรฃo Paulo Museum of Art / CC BY (https://creativecommons.org/licenses/by/3.0)

Pandemia con Modigliani

La figura de Modigliani, pintor enfermo y sin dinero, constituye una reliquia de la modernidad y la nociรณn de que el arte y la literatura remodelarรกn para mejor el mundo. Contemplar su obra recuerda la belleza de la vida en medio de la pandemia.
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Amedeo Modigliani (1884-1920) muriรณ en Parรญs de tuberculosis, uno de esos males que Susan Sontag, en La enfermedad y sus metรกforas, definiรณ como nรบcleo condensador de los miedos, prejuicios y resquemores de una รฉpoca. Resulta muy oportuna, pues, la exposiciรณn El Parรญs de Modigliani y sus contemporรกneos, curada por Marc Restellini, en el Museo del Palacio de Bellas Artes en Ciudad de Mรฉxico. Ha sido abierta al pรบblico una vez relajadas las medidas de contenciรณn de la covid-19, pandemia que transita el camino de la tuberculosis, el cรกncer y el VIH seรฑalado por Sontag.

Enfrentamos un virus capaz de atacar agresivamente los pulmones en los casos mรกs graves. Esta circunstancia recuerda a Modigliani y su รฉpoca, con la salvedad de los avances cientรญficos y de salud pรบblica que hacen que el planeta se haya adaptado โ€“con las limitaciones que impone la pobreza y la economรญaโ€“ a los asรฉpticos protocolos con los que intentamos espantar a la pelona, como se nombra coloquialmente a la muerte en algunos paรญses hispanoamericanos. Vivo, por cierto, en un paรญs cuya iconografรญa popular sobre nuestra condiciรณn mortal es sonriente y danzarina, donde se come para celebrar el dรญa de muertos el mejor pan dulce del mundo, adornado con azucaradas figuras de huesecillos.

Pensรฉ en esta ligereza deliciosa de la pelona encarnada en el pan de muerto y en la bella figura de la Catrina โ€“la coqueta esqueleto creada por Josรฉ Guadalupe Posadaโ€“ cuando tomamos la decisiรณn de poner fin provisional a la cuarentena. Diego Rivera, quien le dio su nombre a La Catrina, forma parte de la exposiciรณn; Angelina Beloff, cuyo hijo fruto de su relaciรณn con Rivera en Parรญs muriรณ de una enfermedad pulmonar, tambiรฉn estรก presente.

Mi esposa Lynette, nuestro amigo el periodista venezolano Josรฉ Luis รvila y yo formamos fila en medio de un grupo de asistentes organizados en simรฉtricas lรญneas a un costado del palacio. Nuestros rostros cubiertos con tapabocas, sumados al temor a cometer contagiosos errores, daban pie a miradas cรณmplices. En particular, nos llamaron la atenciรณn unos cuantos varones en chanclas. Los pies semidesnudos (lujo de ciudad soleada) y rostros enmascarados quizรก sean un buen homenaje al espรญritu juguetรณn del Parรญs de artistas como Modigliani, preรฑado de muerte y enfermedad tanto como de genio y belleza.

Al entrar al palacio nos higienizan โ€“palabreja feaโ€“ con un spray para la ropa y gel antibacterial para las manos; tambiรฉn nos toman la temperatura. En comparaciรณn con los estรกndares habituales, el Museo del Palacio de Bellas Artes estรก vacรญo y se cumple, a mi pesar, un sueรฑo: visitarlo en soledad. El joven, educado y entrenado personal nos introduce en una dinรกmica disciplinaria con regusto distรณpico. Ya me lo habรญa advertido Jesรบs Torrivilla, paisano periodista y estudiante de un doctorado en Artes de la UNAM, que nos esperaba con una comida en su casa, invitaciรณn precedida por un fastidioso cuestionario mรญo respecto a riesgos de contagio que Jesรบs contestรณ con presteza y evidencias.

El personal nos cuidaba, y no lo culpo, pero semejante asepsia contrastaba con los videos exhibidos, con las antiguas filmaciones de un Parรญs nocturno y feliz empobrecido por la reciente Primera Guerra Mundial y golpeado por la โ€œgripe espaรฑolaโ€, y del Montmartre que tantos pintores callejeros replicaron en honor a un mundo y una originalidad prestados y trocados en souvenir. La precariedad sufrida por Modigliani no me es ajena, pues prรกcticamente hui de Venezuela; tampoco efectivamente cercana, pues vivo en CDMX, una ciudad con electricidad, agua corriente y manejo de los desechos, mucho mรกs decente que Caracas, desastrada cual vรญctima de una postguerra, sin el singular encanto parisino de hace un siglo para el impulso creativo internacional. El Parรญs de Modigliani significaba la modernidad; la revoluciรณn bolivariana convirtiรณ a Venezuela en ex moderna.

Enamorada siempre de Modigliani. ยฟCierto espรญritu adolescente encantado por un Parรญs antiguo de arte, mรบsica y literatura que no me tocรณ, ademรกs de la indudable calidad de la exposiciรณn? ยฟNostalgia de la modernidad de alguien proveniente de un paรญs ex moderno como el mรญo? Estaba al lado de Lynette para rememorar mi imaginario adolescente y los lugares de nuestra visita a Parรญs, lo cual era maravilloso pero imprรกctico. Habรญa muy poco tiempo para contemplar las pinturas, asรญ que Josรฉ Luis, ella y yo decidimos aprovechar nuestra complicidad para ocupar tres espacios en lugar de dos con el fin de disfrutar un poco mรกs de los cuadros, empezando por el retrato de Leopold Zborowski (1916), con unos rasgos muy semejantes a los de nuestro amigo. La emociรณn fue servida en bandeja para conocer a Suzanne Valadon. Hija de una lavandera, no tuvo que librarse de ninguna convenciรณn para unirse al remolino parisino; de hecho, se deshizo de un matrimonio con un prรณspero caballero que pretendรญa domesticar a una mujer de muchos amores y con un ojo sobresaliente para expresar la plenitud del cuerpo femenino. Su existencia y obra son el paradigma de la creatividad como religiรณn que poblรณ de sentido vidas precarias de artistas y escritores en otra รฉpoca. Por supuesto, fue vรญctima de la exclusiรณn del canon artรญstico, la cual obedeciรณ a dos mรกximas del siglo pasado: las mujeres no son verdaderas artistas y no venden bien.

De cara al arte y la literatura, heroicidad y tragedia definieron hace cien aรฑos una lucha contra el destino en la que la muerte significaba la consagraciรณn para quien daba la batalla. La figura de Modigliani, pintor enfermo y sin dinero, constituye una reliquia de la modernidad, espรญritu de cambio que sostenรญa que el arte y la literatura remodelarรกn para mejor el mundo, hasta el punto de que valรญa la pena pasar estrecheces en nombre de una gran pintura o una novela fuera de serie. De esta idea se alimentรณ un mito que llenรณ a los museos de maravillas y a los coleccionistas de mucho dinero. Mรกs allรก del mito, contemplar su obra me recordรณ la belleza de la vida en medio de la pandemia, con la misma fuerza que el sol esplendoroso nos llenรณ de calor y deslumbramiento luego de salir de la penumbra de Bellas Artes.

El รบnico fin en el que creo es en el mรญo cuando me toque, pero el mundo que viene mรกs que apocalรญptico se presenta cuidadoso y puritano. Una joven cortรฉs nos advirtiรณ que estaba prohibido tomarse fotos sin el tapabocas, aunque ninguno de los tres se lo habรญa quitado y estรกbamos en el รกrea de los murales, vacรญa de pรบblico. Lynette y Josรฉ Luis me fotografiaron risueรฑos con el tapabocas puesto y con el mural โ€œEl hombre controlador del universoโ€, de Diego Rivera, de fondo, sรญntesis de una modernidad enamorada locamente del futuro, distinta a este presente preรฑado de advertencias.

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Escritora y profesora universitaria venezolana. Su รบltimo libro es Casa Ciudad (cuentos). Reside en la Ciudad de Mรฉxico.


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