El proyecto de colonizar Marte, liderado por Elon Musk y su empresa SpaceX, pretende convertir a la humanidad en una especie interplanetaria para asegurar su supervivencia ante posibles catástrofes apocalípticas. Estas aspiraciones han sido objeto de críticas debido a su elevado costo y complejidad. Numerosos expertos sostienen que sería más sensato destinar esos recursos a restaurar la Tierra y abordar problemas urgentes como el cambio climático y la pobreza. Incluso su colega Bill Gates ha cuestionado la visión de Musk: “No entiendo por qué algunas personas piensan que ir a Marte resolverá los problemas de la humanidad. Si invirtiéramos ese dinero en tecnologías para descarbonizar el planeta, podríamos asegurar un futuro para las generaciones venideras aquí mismo.”
Frente a la fascinación utópica por la exploración espacial, existe una alternativa que podría ser más viable, tanto técnica como económicamente, aunque no deja de parecer sacada de una novela de ciencia ficción. Robert Ballard, destacado oceanógrafo y descubridor de los restos del Titanic, afirmaba: “Hemos explorado menos del cinco por ciento del océano. Los verdaderos descubrimientos aún están por venir.” Y tenía razón: este vasto y enigmático mundo submarino podría ofrecer soluciones concretas a problemas globales, desde la seguridad alimentaria hasta la lucha contra el cambio climático.
James Cameron, renombrado cineasta y explorador de las profundidades, quien llevó al cine la trágica historia del Titanic, coincide con Ballard en su visión. Cameron señaló: “Explorar el océano profundo es como explorar el espacio exterior: ambos son los últimos grandes misterios.” Resulta fascinante que ambos, desde perspectivas distintas –Ballard desde la ciencia y Cameron desde el arte–, compartieron una misma convicción sobre el potencial inexplorado de los océanos.
Hoy, el futuro de la habitabilidad humana bajo el agua está tomando forma en una cantera abandonada en la frontera entre Gales e Inglaterra. Allí, la empresa de exploración oceánica Deep ha iniciado una ambiciosa misión de varios años con el objetivo de permitir que los científicos vivan en el fondo marino a profundidades de hasta 200 metros, durante semanas, meses e incluso años. Esta iniciativa representa un paso crucial hacia el aprovechamiento sostenible de los océanos y su inmenso potencial. Resulta lógico, pues los océanos cubren más del 70% de la superficie terrestre y contienen recursos que podrían revolucionar la energía, la alimentación o la medicina. Kirk Krack, líder del equipo de buceo humano en Deep, afirmó: “Estamos intentando llevar la ciencia y la ingeniería oceánica al siglo XXI.”
Veinte mil leguas de viaje submarino, la icónica novela de Julio Verne, nunca describió una ciudad submarina, pero sí introdujo la idea de vivir de manera autosuficiente bajo el mar desde 1870, año de su publicación. Arthur C. Clarke escritor y científico británico, mejor conocido por la novela 2001: Una odisea del espacio (adaptada magistralmente al cine por Stanley Kubrick), exploró en su novela En las profundidades (1957) la posibilidad de que la humanidad habite y explote los recursos de los océanos. Su obra profundiza en temas como la relación simbiótica entre humanos y océanos, presenta un futuro en el que la humanidad ha dominado los mares, estableciendo una presencia permanente bajo el agua y aprovechando sus riquezas.
Aunque parezca ciencia ficción, el proyecto Ocean Spiral, desarrollado por la empresa japonesa Shimizu Corporation, propone la construcción de ciudades submarinas sostenibles para el año 2030. Este ambicioso concepto imagina estructuras en forma de espiral que descienden desde la superficie hasta las profundidades del océano, capaces de albergar a miles de personas mientras se aprovechan los recursos marinos de manera sostenible. La visión de Shimizu demuestra cómo las ideas de la ciencia ficción pueden trascender la imaginación para inspirar desarrollos arquitectónicos y tecnológicos innovadores en el mundo real.
Ocean Spiral no solo busca redefinir el urbanismo, sino también abordar desafíos globales como la sobrepoblación y el cambio climático. Las ciudades submarinas estarían equipadas con tecnologías avanzadas para generar energía, purificar agua y cultivar alimentos, todo en un entorno cerrado y autosuficiente. Este proyecto refleja un compromiso con la creación de soluciones sostenibles para el futuro, fusionando ingeniería y diseño futurista en armonía con el entorno natural.
Sin embargo, a medida que la humanidad se adentra en las profundidades oceánicas, surgen interrogantes: ¿qué secretos esconden esos abismos inexplorados? Quizás la posibilidad de descubrir nuevas formas de vida, adaptadas a condiciones extremas, podría transformar campos como la biología y la medicina. ¿Serán estos hallazgos la clave para enfrentar desafíos cruciales, como el tratamiento de enfermedades incurables o el desarrollo de fuentes de energía sostenibles?
¿Qué implicaciones tendría el descubrimiento de ecosistemas completamente desconocidos o especies con habilidades biológicas únicas? ¿Podría el estudio de estas criaturas ofrecer soluciones para la regeneración celular o incluso extender la esperanza de vida humana? Pero, al mismo tiempo, ¿cómo afectará nuestra incursión los frágiles equilibrios ecológicos que han perdurado durante milenios?
¿Qué sucedería si encontráramos señales de vida inteligente o formas de vida completamente desconocidas en los océanos? ¿Serían estos hallazgos un puente hacia una nueva era de conocimiento? En última instancia, ¿podrían las profundidades convertirse en el refugio definitivo de la humanidad, ofreciendo respuestas y recursos vitales en un planeta cada vez más amenazado?
Acaso parte de la respuesta se encuentre en los profundos confines del Gran Agujero Azul, frente a las costas de Belice. Visible desde el espacio, es uno de los sumideros submarinos más grandes del mundo y una de las formaciones geológicas submarinas más fascinantes y enigmáticas del planeta. Con un diámetro de 300 metros y una profundidad de 124, este sumidero natural ha capturado la atención de científicos y exploradores por igual. Formado durante la última Edad de Hielo, alberga estalactitas gigantes que ofrecen valiosas pistas sobre los cambios climáticos del pasado. Sin embargo, exploraciones recientes han revelado una inquietante realidad: la presencia de contaminación plástica incluso en este rincón remoto y abismal.
¿Cuánto tiempo pasará antes de que llevemos a los océanos al límite de su resiliencia? Y entonces, ¿será Marte un nuevo comienzo o solo el siguiente capítulo en nuestra inevitable expansión? ~
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es abogado y analista político. Fundador de News Sensei, una newsletter diaria sobre innovación, tendencias, recomendaciones bursátiles y futurología.