Las máquinas que hemos enviado a Marte son excelentes vendedoras de bienes raíces. Transmiten imágenes increíblemente bellas y de colores perfectos de colinas, de valles antiguos y vírgenes, así como de rocas extraterrestres que pertenecen a un mundo que tiene miles de millones de años de historia que contar. Es fácil enamorarse de un lugar así e imaginar, tal como lo hace Elon Musk, que Marte representa un plan de respaldo, donde nos espera la oportunidad de establecer la primera colonia humana fuera de este planeta. Además de que se encuentra convenientemente libre de las restricciones impuestas por gobiernos en la Tierra, hasta ahora.
Pero estas mismas máquinas de exploración también nos muestran un lado menos glamuroso de colonizar otros mundos, que implica formular preguntas más profundas sobre nuestras responsabilidades con el resto del universo. Recientemente Ingenuity, el helicóptero de la NASA utilizado en Marte, envió espectaculares imágenes aéreas de los restos de la carcasa trasera del vehículo explorador Perseverance que aterrizó en 2021, así como del paracaídas usado para el aterrizaje. Viendo esas imágenes, es fácil aplaudir toda la maravilla tecnológica del aterrizaje. Pero si realmente examinas esas imágenes, te darás cuenta de que estás mirando la basura regada, desbaratada y descuidadamente tirada de otro planeta. Para ser franco, es un montón de porquería, y eso es algo que parece seguir a los humanos dondequiera que vayamos.
Hace apenas un siglo, la Luna estaba completamente prístina. O al menos tan prístina como puede ser cualquier cosa en un sistema solar lleno de asteroides y polvo interplanetario. La superficie lunar podrá haber sido implacablemente golpeada por todas esas cosas durante cuatro mil quinientos millones de años, pero eso fue un deterioro natural, que da el tipo de pátina que no puedes comprar. Sin embargo, hoy la Luna ha acumulado un estimado de 180 toneladas de basura humana. Eso incluye los restos de unas 70 máquinas espaciales, 12 pares de botas y 96 bolsas de plástico con heces, orina y vómitos humanos.
En la Tierra, los humanos generamos un estimado de 1,200 millones de toneladas de basura sólida por año. Aproximadamente la mitad de eso son desechos orgánicos en forma de alimentos no deseados o inutilizables y otros materiales como desechos hortícolas. Los productos de papel y el plástico representan alrededor del 27 por ciento del total, y luego están el metal, el vidrio y “otros”. Por supuesto, las personas que producen esta basura se encuentran distribuidas de manera muy desigual alrededor del mundo, y el ciudadano promedio de los Estados Unidos supera a casi todos los demás, al producir alrededor de 0.72 toneladas de desechos sólidos por persona por año. En comparación, Turquía genera solo alrededor de la mitad de esos desechos per cápita.
Estas cifras no incluyen el reciclaje, pero en su mayor parte, nuestros esfuerzos en esa dirección siguen siendo lamentablemente pobres, especialmente a escala planetaria. Y en cuanto a los desechos líquidos, bueno, esa es otra historia. La producción mundial de aguas residuales se estima en 1,500 kilómetros cúbicos por día, lo que suma suficientes aguas residuales para llenar un cubo de unos 80 kilómetros de cada lado cada año.
Es bastante aterrador pensar en toda la basura que producimos en la Tierra y la basura que ya hemos dejado en la Luna, pero, como ocurre con muchas otras complicaciones, la cuestión de la basura está completamente ausente en los planes de llevar humanos a Marte. ¿Cómo se enfrentaría realmente?
Imaginemos, como ha sugerido Elon Musk, a un millón de personas en Marte. Esa es una población lo suficientemente grande como para asumir que la economía de este asentamiento sostiene cierto grado de consumismo, además de las necesidades críticas de todos estos seres, como acceso al agua, comida, ropa, artículos domésticos e incluso entretenimiento. Es mucho más que una base de exploración científica. Si los ciudadanos de nuestro asentamiento de un millón de personas fueran tan derrochadores como el estadounidense promedio, generarían alrededor de 720,000 toneladas de desechos sólidos, y quizá 68 kilómetros cúbicos de aguas residuales por año terrestre.
Por supuesto, vivir en Marte nos obligaría a producir menos basura. Después de todo, una gran cantidad de desechos humanos terrestres provienen de la industrialización a gran escala de nuestras sociedades y el transporte de alimentos y bienes a través de todo el planeta, algo que una sociedad más pequeña en Marte no enfrentaría. Además, aquí en la Tierra muchos de nosotros rara vez sufrimos directamente las desventajas del desperdicio, ya que no moriríamos de inmediato después de tirar un vaso de papel o por olvidar cerrar la llave del agua. En contraste, la supervivencia en un mundo lejos de la Tierra, en un entorno mortal, aunque pintoresco, no deja lugar para errores ni para falta de planeación para el futuro. Una comunidad de un millón de personas en Marte deberá cuidar la seguridad, la eficiencia, el reciclaje y la minimización de los desechos a toda costa.
Ni siquiera la sociedad marciana más eficiente e innovadora podrá evitar producir algo de basura. El ficticio astronauta Mark Watney, protagonista de El marciano, la novela científicamente fundada de Andy Weir, descubrió la manera de cultivar alimentos a partir de desechos humanos e, ingeniosamente, producir agua a partir de combustible para cohetes. Estos son brillantes ejemplos de ahorro y reutilización. Pero consideremos la basura que generó, como la cinta adhesiva que utilizó, que es más o menos indestructible, así como todo el material que finalmente abandona en la superficie del planeta. Y eso es producto de tan solo un ser humano. En realidad, habrá límites en cuanto a qué tan “verde” pueda ser un asentamiento marciano, e incluso ese concepto resulta un poco inadecuado en un planeta rojo.
La situación actual en la Estación Espacial Internacional ofrece una oportunidad para hacer una especie de evaluación realista de la situación. Cuando se trata de agua, les va bien, ya que alrededor de 93 por ciento de toda el agua se recupera de los desechos (y sí, los astronautas ya beben esta agua purificada). Pero las cifras oficiales indican que cuatro astronautas en una misión de un año pueden generar alrededor de 2.5 toneladas de basura seca, o 0.63 toneladas por persona, que es apenas un poco menos que la producción típica de un estadounidense en la Tierra.
Un problema importante es que la Estación Espacial Internacional no fabrica sus propios suministros, por lo que, a pesar de las severas restricciones de peso debido al costo de los lanzamientos de cohetes, todo debe enviarse empaquetado en naves de carga y no está realmente diseñado para reutilizarse. Además, la vida en la Estación Espacial Internacional es tan exigente y precaria que resulta terriblemente difícil reutilizar materiales o improvisar nuevos usos sin comprometer la función o la integridad del entorno que hace posible la vida. A diferencia de algunas películas de ciencia ficción, donde las naves espaciales o los hábitats alienígenas se pueden reparar y manipular una cantidad indefinida de veces, el universo real es mucho menos tolerante.
Por supuesto, una sociedad funcional de un millón de personas en Marte necesitará tener cierta capacidad de producción, y en aras de la eficiencia se requerirán métodos de reciclaje más extensos y podrían limitarse cosas como los empaquetados (que por sí solos representan alrededor del 65 por ciento de la basura doméstica en los Estados Unidos). Todo esto podría, y debería, hacer a esta sociedad mucho más eficiente que la Estación Espacial Internacional. Pero incluso si nuestro asentamiento marciano pudiera reducir su producción de desechos por un factor de 100 (un logro espectacular y tal vez totalmente irreal), eso aún significaría miles de toneladas de basura terrestre por año que deben ser eliminadas. ¿Qué se puede hacer, de manera realista, con la basura en un planeta como Marte?
Aquí en la Tierra hemos arrojado basura en vertederos durante al menos 5,000 años, por lo que conocemos muy bien ese método. Las diversas bacterias y arqueas que participan en la acción microbiana son un factor esencial en este proceso, ya que con el tiempo provocan una enorme transformación en la que se descompone casi todo lo que puede ser descompuesto de la basura. Como resultado de este proceso se generan gases como el metano, el CO2 y el hidrógeno, así como otros hidrocarburos de molécula pequeña que pueden disolverse en líquido. Esta descomposición es clave para reducir los vertederos y, eventualmente, producir desechos similares a la tierra que son relativamente inofensivos. Pero no sabemos si estos procesos funcionarán igual o siquiera si funcionarán en Marte. La fauna microbiana que vaya a acompañar a los humanos y a construir nuevos hogares en los desechos de Marte puede ser diferente a la que nos acompaña aquí en la Tierra. La temperatura marciana suele estar bajo cero grados Celsius y hay poco o nada de aire o agua líquida. Además, si bien colocar a un millón de personas en Marte inevitablemente contaminará el planeta con productos químicos y organismos terrestres, arrojar basura en los vertederos podría llevar eso a un nivel completamente nuevo, eliminando potencialmente cualquier posibilidad de estudiar la vida autóctona marciana o el medio ambiente de un planeta rocoso completamente sin vida. Quizás los vertederos en Marte deban tener sus propios espacios y estar sellados herméticamente dentro de su entorno para descomponerse y evitar la contaminación, pero eso crea un conjunto completamente nuevo de demandas de energía y recursos.
Claro que, si nuestro asentamiento hipotético en Marte es verdaderamente super eficiente, la mayor parte de la basura que se producirá en el largo plazo no será biodegradable. Por ejemplo, materiales compuestos inertes como la fibra de vidrio y productos complejos como los electrónicos. Incluso podríamos estar tentados a considerar métodos de fuerza bruta como la incineración para reducir esta pila de cosas o extraer elementos preciosos; después de todo, en la Tierra, entre el 25 y el 45 por ciento de los desechos sólidos son, en principio, combustibles. Pero en Marte, sin oxígeno en la atmósfera, tendríamos que usar parte de nuestro cuidadosamente fabricado aire respirable o tener alguna fuente química alternativa de oxígeno, como un óxido de metal y un ciclo de combustión elaborado, para permitir que se quemen los desechos.
Es muy probable que, incluso con las mejores intenciones, una gran presencia humana en otro mundo como Marte produzca cantidades sustanciales de basura. Lo mejor que se puede hacer es encontrar la forma menos onerosa y dañina de almacenar esta basura hasta que, tal vez, una población futura tenga la capacidad de lidiar con ella. Aparte de construir enormes estructuras de contención, esto probablemente significa enterrar los desechos después de inspeccionar cuidadosamente las áreas geológicamente estables que tengan la menor probabilidad de que haya agua y productos químicos subterráneos que puedan propagar contaminantes.
En otras palabras, mientras que los trabajos más importantes en un asentamiento de un millón de personas en Marte serán el mantenimiento de suministros de aire respirable, agua potable y alimentos comestibles, los siguientes trabajos más importantes podrían ser el saneamiento municipal. ¿Alguien que quiera postularse?
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
es el galardonado autor de The zoomable universe, The Copernicus complex (traducido al español como El complejo de Copérnico, Biblioteca Buridan, 2018), Gravity’s engines, y The ascent of information, y director del Columbia Astrobiology Center. Ha colaborado en The New Yorker, The New York Times, Scientific American, Nautilus y Nature, entre otras publicaciones.