En octubre de 2019 la Nuclear Threat Initiative, el Johns Hopkins Center for Health Security y The Economist Intelligence Unit presentaron el Global Health Security Index, primera evaluación integral
((Analiza seis categorías: prevención, detección e informes de epidemias potenciales, capacidad de respuesta rápida, fortaleza del sistema de salud, cumplimiento de las normas internacionales y la vulnerabilidades del país. ))sobre la seguridad sanitaria y las capacidades relacionadas a la misma en 195 naciones. El diagnóstico no fue nada alentador: ni un solo país
((Acá pueden ver los resultados de México: https://www.ghsindex.org/country/mexico/. ))en el mundo estaba completamente preparado para manejar una epidemia o pandemia.
Muy pronto descubrimos que este diagnóstico tenía tintes de profecía.
Desde sus primeros meses, era claro que la pandemia iba a poner a prueba la capacidad de los sistemas de salud de todo el mundo para detectar y tratar a los enfermos, contener los contagios, comunicarse con la población y compartir información con sus pares internacionales. Lo que no quedaba tan claro era que los sistemas de salud más frágiles iban a dedicar buena parte de su infraestructura y recursos humanos a administrar la pandemia, dejando poco o nulo espacio para la atención de otras enfermedades o la continuidad de las campañas de vacunación.
Siete meses después, el saldo de la pandemia no solo es funesto en términos de contagios y fallecimientos por covid-19 (en México hemos rebasado las 50 mil muertes y pronto alcanzaremos los 500 mil casos), sino que los servicios de prevención y tratamiento de las enfermedades no transmisibles se han visto gravemente afectados desde el comienzo de la crisis sanitaria.
De acuerdo con una encuesta de la OMS, más de la mitad (53%) de los 153 países encuestados han interrumpido parcial o totalmente los servicios de tratamiento de la hipertensión; el 49%, los servicios de tratamiento de la diabetes y sus complicaciones conexas; el 42%, los servicios de tratamiento del cáncer, y el 31%, los de atención de emergencias cardiovasculares.
((Las principales razones expuestas fueron: Cancelación de las citas y cirugías programadas. Cierre de los programas de detección a nivel de la población. Se pide a la población no acudir a los centros hospitalarios salvo para atender Covid-19 El personal clínico relacionado con enfermedades no transmisibles es reasignado a tratar Covid-19 o hay personal insuficiente para brindar servicios Cierre de clínicas de consulta específicas para enfermedades ambulatorias. Servicios para pacientes hospitalizados / camas de hospital no disponibles Temor de los pacientes a acudir a sus citas ))A los programas de vacunación no les ha ido mucho mejor. La Organización Mundial de la Salud y la UNICEF han advertido “de una alarmante disminución del número de niños que reciben vacunas en todo el mundo” y temen que esta sea la primera vez en 28 años en que el mundo sea testigo de una reducción en la cobertura de la vacuna DTP3 (difteria, el tétanos y la tos ferina). Y a finales de julio, el IMSS reconoció un retraso en los esquemas de vacunación de 700 mil niños en el país.
Fuente: Cobertura de inmunización para México. Datos Unicef.
Además, recientemente, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) llamó la atención sobre el hecho de que 11 países de América tienen menos de tres meses de suministro de antirretrovirales para la gente que vive con VIH.
Parece que la pandemia nos ha metido en una espiral de encrucijadas: privilegiar la economía o la salud, entendida esta como la atención a la covid-19; priorizar la atención sanitaria de la nueva enfermedad o del resto de los padecimientos. En realidad, como ha dicho Carissa F. Etienne, directora de la OPS, “Los países deben adaptarse y comprometerse a ofrecer de manera simultánea estos servicios de atención primaria esenciales al tiempo que mitigan los efectos de la covid-19. No es una opción por una u otra cosa, en cambio los gobiernos deben alcanzar ese equilibrio delicado para la salud pública”.
En el caso mexicano, la covid-19 ha puesto aun más en evidencia el rezago presupuestario de nuestro sistema de salud.
Fuente: CIEP
Una distribución eficiente del gasto en salud es necesaria y esperada, pero no hay eficiencia que subsane el hecho de que México está enfrentando la pandemia por covid-19 con un gasto público de 2.7 puntos del PIB, menos de la mitad de lo que recomienda la OMS.
Se habla con tal sentido de urgencia de la covid-19, que por un momento podría parecer que todos los cánceres, las diabetes, los males cardiovasculares y las enfermedades infecciosas entrarán en estado de hibernación, esperando pacientemente que el mundo y México nos repongamos. Eso no sucederá. Las otras enfermedades siguen su curso.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.