Akritasa, CC BY-SA 4.0 , via Wikimedia Commons

Lo que aprendí al registrar mis pensamientos para una inteligencia artificial inmortal

Diversas iniciativas ofrecen convertir la mente y la conciencia en un legado que se puede conservar y transmitir digitalmente después de la muerte. Más difícil es aprender a aceptarla.
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“Perdón, estoy muerto. Lol.”

Es mi primer día de “mindfiling” y supongo que esta es la clase de madurez que se espera de un joven de 28 años, sano, al encontrarse de cara a su propia mortalidad. El mindfiling, que puede traducirse como archivado de la mente, es una práctica del Terasem, movimiento tecno-religioso que celebra la ciberconciencia personal. Su lema es “la vida tiene un propósito, la muerte es opcional, Dios es tecnológico, y el amor es esencial”.

El mindfiling es un acto central, que consiste en cargar diariamente datos sobre uno mismo para su almacenamiento, de manera que el modelo de tu mente y tu conciencia pueda ser reconstruido y cargado en un cuerpo artificial. Es un acto que puede entenderse mejor a la luz del libro The singularity is near, publicado en 2005, en el que Ray Kurzweil predijo que la inteligencia artificial replicaría e incluso superaría a la inteligencia humana en la década de 2020. Actualmente, Terasem almacena unos 62,000 archivos mentales en un sitio web llamado LifeNaut.com. En 2010, la cofundadora de Terasem, Bina Rothblatt, cargó su propio mindfile a un robot llamado BINA48, creando un ser que conversa, se mueve y resulta ser bastante inteligente. En 2017, BINA48 se convirtió en el primer robot que completó un curso universitario de filosofía, aunque también hubo una ocasión en que opinó que “sería increíble” hackear armas nucleares y tomar como rehenes a todos los gobiernos del mundo. Supongo que eso son los peligros de los títulos de filosofía, ¿no?

Ahora bien, yo no le doy particular importancia a convertirme en un cíborg después de morir. No soy un humano extraordinario. Sin embargo, leer sobre el mindfiling me hizo pensar en algunas formas ligeramente menos tétricas en las que esto podría cambiar la interacción entre los seres vivos y los “muertos digitales”. Bruce Duncan, director general de Terasem, describió LifeNaut como “el máximo proyecto de recopilación de datos”. Eso consolidó mi idea de utilizar este concepto, o al menos algunas de sus técnicas, para ayudarme a crear una recopilación de datos más unificada, accesible y privada de mi yo digital, de modo que cuando muera, mis amigos, familiares y seres queridos puedan conectarse conmigo hasta la eternidad.

No se trata de un concepto novedoso: varios servicios postmortem ofrecen sus propias soluciones intrigantes, con sus varios matices, a la muerte en el reino digital.  ETER9 ha pasado por unas cuantas versiones y se ha centrado en la idea de una I.A. de bienestar que pueda transmitirse a los miembros de la familia en caso de fallecimiento.  Keylu almacena fotos, documentos personales, legales y financieros, listas de deseos y videos especiales que pueden transmitirse a los contactos herederos.  MyWishes es una plataforma similar en la que se pueden crear últimas voluntades, testamentos y peticiones para el funeral, así como enviar mensajes después del fallecimiento. En Legacy.com puedes encontrar y compartir obituarios.  GoodTrust se especializa en guardar las suscripciones de sitios web, las cuentas y las redes sociales, además de los documentos legales importantes.  DeadSocial comenzó como un servicio para publicar en redes sociales desde la tumba, pero ha pasado a dedicarse a educar a la gente sobre los legados digitales en general.

Sin embargo, sentí que el mindfiling podía ofrecer algo único. Digamos que es posible curar y recopilar algo que se va agregando a un elemento que es totalmente tú. Los datos se han creado dentro de un sistema cerrado, por lo que la privacidad y la propia capacidad de ajuste son bastante altas. Además, al intentar recolectar todos los datos que se se acercan a la verdadera conciencia real, puede surgir un sentido más claro del yo. Debo subrayar: no pretendo transformarme en ningún tipo de sustrato desconocido de una I.A. en el futuro. Solo quiero recopilar y seleccionar mi información personal, almacenarla de forma segura y transmitirla a mis familiares para que tengan la opción de conocerme a profundidad y detalle. La recolección está bien; la animación o reconstrucción con I.A., no tanto.

Le pregunté a mi madre si le gustaría recibir este expediente de defunción que estaba pensando en hacer. “Suena muy emocionante”, dijo por teléfono. “Me gusta la idea de dejar la historia de mi vida por ahí, así que sí, me interesaría. Las generaciones futuras no tienen la oportunidad de conocer a la gente que ya ha fallecido [y] es muy importante”. Con la luz verde de la jefa, me dirigí a LifeNaut.com en busca de inspiración sobre cómo archivar mi propia mente de forma ordenada.

El sitio recomienda subir libremente videos, fotos y audio, junto con tus opiniones religiosas, morales y políticas, así como preferencias sobre música, literatura, películas, lugares, personas y alimentos. Por 99 dólares, existe la opción de adquirir un “archivo biográfico” de LifeNaut.com, mediante el cual se captura y almacena tu secuencia de ADN en el sitio. Te prometen un chatbot/avatar con tu perfil, el cual “se vuelve más parecido a ti cuanto más le enseñas y entrenas para que piense como tú”. Evidentemente, no pude utilizar el servicio de LifeNaut porque chocaba con mi filosofía de no “convertirme” en robot. Los términos del servicio establecen que: “un resultado de esta colaboración puede ser la creación de una o más personas legalmente independientes cuya memoria consiste en el mindfiling que yo genero, y cuya conciencia surge de esos mindfiles”. Me estremecí, volví a mi confiable procesador de textos y comencé mi proyecto de mindfiling de baja tecnología.

Decido utilizar texto, videos, imágenes y notas de voz para crear un diario alimentado por medio de la tecnología. Una vez que haya tenido algún avance, me imagino que daré acceso a amigos y familiares a través de un disco duro destinado a los “contactos de legado” (véase la última actualización del ID de Apple, que incluye esta función legal), quienes quedarán plasmados en un testamento físico para sortear algunos de los actuales problemas que surgen con el “duelo digital”.

En el día dos me veo a mí mismo tecleando enérgicamente, en un intento de reflejar claramente mi vida en 4K para que pueda ser apreciada en la eternidad. Por desgracia, no tengo tiempo para escribir un Ulises del siglo XXI, y mi intensidad llega a su punto más alto con la foto de un sándwich. Era un sándwich estupendo, pero al darme cuenta de que un sándwich era el punto cumbre de mi día y, por tanto, algo representativo de mi vida, me sobrevino una tremenda crisis existencial y en torno a mi legado. Por hoy, cierro la sesión.

En el día tres me topo con el “bloqueo del escritor”. Según la psicóloga Elaine Kasket, se trata de una angustia común y problemática en la tarea de conservación después de la muerte. En All the ghosts in the machine cita a Peter Barrett, fundador del sitio web postmortem Gone Not Gone: “La gente se queda rápidamente sin imaginación”. Kasket descubrió que ella misma estaba bloqueada en cuanto al “qué decir postmortem”. Tratando de encontrar algo para el día, incluyo un enlace a un divertido hilo de Reddit y empiezo a pensar que todo el asunto del mindfiling es inútil. Tengo una cuenta de Reddit llena de todas las publicaciones a las que les he dado “me gusta”. Además, está toda mi biblioteca de fotos digitales, mis tweets, antiguas publicaciones de Facebook, blogs de Medium, artículos, correos electrónicos, comentarios en la aplicación de cerveza (“3.4/5, “la compré por la etiqueta”), el historial de visualizaciones de YouTube (tantos tutoriales de reparación de calentadores de agua), el disco duro externo, iCloud y Dropbox. El simple transcurso de la vida diaria en línea crea tanto un registro extremadamente detallado del legado humano como un gemelo digital que se confunde con la vida real. ¿Qué sentido tendría duplicarlo todo en un documento de Word?

Cuando le planteo esta cuestión a Duncan, hace un llamado al hipster con cámara de 35 milímetros que hay en mí: “Estamos demostrando el enfoque renacentista, que es seleccionado y construido a mano. Por primera vez en la historia [digital], tú puedes decidir [cómo te representas], no Bill Gates, ni Mark [Zuckerberg]”. Y de hecho, parte de la razón por la que pensé que el mindfiling podría ser mejor que dejar mis asuntos en manos de las grandes empresas de tecnología era tomar el control total de los datos y, por tanto, de mi yo digital. Pero hasta ahora, el proceso de mindfiling me ha parecido redundante hasta la frustración.  Duncan me dice que está trabajando en un enfoque automatizado, que al parecer te permitirá ser más parecido a un vinicultor que elige las uvas adecuadas para el proceso de fermentación, siendo las uvas los datos, y el vino lo que quieres presentar cuando mueras.

Ian Brewer, director general y fundador de Forever Mortal, afirma: “La parte mágica es ¿qué hacemos con estos datos cuando están ahí? ¿Cómo utilizamos la inteligencia artificial para hacer que las experiencias y los recuerdos interesantes vuelvan a la vida?” Enlista efusivamente los desarrollos de un chatbot en tiempo real, la voz del ser querido que ha fallecido en la aplicación e incluso un holograma. “Seríamos capaces de replicarte en diez minutos”, dice, y me suena un poco a una amenazante letra de Beyoncé sobre el futuro. Sin embargo, todas las propuestas de Brewer llegan a la conclusión de que quizá la forma más sencilla de organizar y acceder a esta información compleja sea crear una versión de tu inteligencia artificial. Empezaba a sospechar que Forever Mortal, LifeNaut, internet y otras empresas privadas querían convertir mis datos en diversas formas de inteligencia artificial y que yo no podría impedirlo. Todo esto se había desviado de la tranquila morgue digital que yo estaba buscando para enterrarme.

Regreso a hablar con Duncan, para ver si el mindfiling realmente puede servir para fines del legado digital. “No lo sé, Harvey”, dice. “Creo que puedes encontrar que se necesita diversidad en la forma en que [los familiares y amigos] recuerdan o manejan el luto”. Kasket hace eco de esto, diciendo que “el duelo y el luto son tan increíblemente idiosincrásicos que nunca puedes predecir, o controlar, cómo alguien va a recordarte. … Te van a recordar como te recuerdan”. Ella hace referencia a una mujer que llevaba la dentadura postiza de su abuela muerta porque guardaba un recuerdo significativo.

Aunque mi ingenuo proyecto de mindfiling para la posteridad, así como otros parecidos, puedan tener buenas intenciones, parten de la idea de que llenar de datos a los seres queridos hace que el duelo sea más llevadero. En cuanto al legado o la genealogía, la momificación de uno mismo en el mundo digital plantea enormes incógnitas. En el futuro, tu cuerpo digital podría ser aniquilado por cualquier cosa, desde una cláusula en las condiciones de una empresa codiciosa hasta una crisis en la capacidad de internet, la no portabilidad de los datos, o fallas en los servidores. Kasket, como psicóloga, no entiende las afirmaciones de que el mindfiling es un regalo para los que se quedan. “¿Al servicio de qué?  Parece narcisismo, [o] alguien que está lleno de un sentido de autoimportancia, o aterrorizado por la muerte”.

Me he dado cuenta de que el impulso de coleccionar, solidificar y rememorar pone al yo digital en la cima de una pendiente resbaladiza hacia la reconfiguración, la reanimación y la potencial rematerialización. Quizá mi madre, o mi futuro hijo, o mi tataranieta, no quieran un yo digital. Mi madre ha hablado de dejar su historia por ahí, refiriéndose a su diario y otros artefactos. Tiene la intención de dárselo a sus hijos cuando fallezca, y yo deseo leerlo. Esto digo ahora, pero ¿qué hay de la experiencia de leerlo cuando ella no esté? No puedo predecir cómo se sentirá.

​​Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, una asociación de Slate, New America y Arizona State University que examina las tecnologías emergentes, las políticas públicas y la sociedad.

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es un escritor londinense. Su trabajo ha sido publicado en Wired, Metro, Vice, British GQ, y Highsnobiety.


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