Hace unos días la Corte Suprema de Hawaii dio luz verde a la construcción del telescopio óptico más grande hasta ahora concebido, cuyo espejo primario será de 30 metros, tres veces mayor que el Gran Telescopio de Canarias (GTC), actualmente en operación, de 10 metros de radio.
Durante tres años, el futuro del proyecto, planteado para ocupar la cima del Mauna Kea, quedó en suspenso debido a la querella interpuesta por indígenas de la región. Aducían que una vez más se estaba mancillando un lugar sagrado, ya que allá arriba operan 13 telescopios. Los astrónomos están convencidos de estar honrando uno de los pocos sitios privilegiados en el mundo para observar estrellas. Por un momento se pensó en trasladarlo a la isla canaria de La Palma. Finalmente, con una inversión de 1400 millones de dólares, una nueva ventana al Cosmos profundo se abrirá en las próximas décadas.
Las fallas recientes en los telescopios espaciales Hubble y Chandra, el final de la vida útil del observatorio espacial Kepler, los problemas en la estación Espacial Internacional nos obligan a volver la mirada a la Tierra, desde donde, mal que bien, es posible observar lo profundo del universo con aceptable nitidez. Además, si se presenta un desperfecto es más fácil repararlo. He mencionado algunos, y con estos completo la lista iniciada en esta entrega previa.
El GTC es, hasta hoy, el telescopio óptico más grande del mundo. En su construcción y el diseño de diversos instrumentos han participado la UNAM, el IAC y la Universidad de Florida. El detector FRIDA, a cargo de los astrónomos y técnicos mexicanos, es capaz de producir imágenes muy finas al servirse de una técnica propia del GTC, la óptica adaptativa, que evita la aberración producida por la atmósfera terrestre. El CanariCam es otro instrumento del GTC, este construido por investigadores de la Universidad de Florida, el cual ha permitido atisbar la polarización producida por el gas y el polvo alrededor de un hoyo negro en el centro de nuestra galaxia. Un tercer instrumento es OSIRIS, diseñado y construido también en colaboración con la UNAM. Su director, el astrofísico del IAC, Jordi Cepa, explica su funcionamiento así: “Con un espejo primario como el del GTC hubiera sido imperdonable no llevar a cabo investigación de fotometría en el rango de la luz visible. Es un instrumento versátil, capaz de hacer investigación en espectroscopía, pues cuenta con una serie de filtros, tanto en la banda del rojo como la del azul, que nos permiten ver con mayor claridad diversos objetos y fenómenos cósmicos”. En este telescopio se han realizado muchos descubrimientos durante el último decenio. Algunos de los más recientes son varios sistemas con planetas de un tamaño tres veces el de la Tierra y estrellas masivas de neutrones, por ejemplo en 2011, el sol más distante hasta ahora visto.
Vale la pena mencionar MAGIC I y II (Major Atmospheric Gamma Imaging Cherenkov), experimento ubicado en el mismo complejo y patrocinado por Alemania. Se trata de telescopios que captan rayos gamma de ultra alta energía. Su propósito es captar los destellos de dichos rayos cósmicos cuando ingresan en nuestra atmósfera. Pero como estos son breves y fugaces, los telescopios están montados en una estructura tubular plástica, reforzada con fibra de carbono, muy ligera, de manera que pueden moverse con celeridad para colocarse en las coordenadas correctas cuando el satélite envía una señal alertando al equipo de que se acerca un chorro de rayos gamma. Las antenas pueden moverse hacia cualquier dirección del cielo en 40 segundos. Pronto se les unirán nuevos telescopios de este tipo a fin de estudiar la evolución del Universo y ayudar en la comprensión de la materia oscura o la probable existencia de una gravedad cuántica.
Parcialmente robotizado, el Telescopio Mercator de la Universidad de Lovaina, Bélgica, cuenta con un espejo primario de 1.2 m. y se dedica a estudiar la estructura interna de las estrellas y su evolución química por medio de la asterosismología. El Instituto Italiano de Astrofísica también mantiene en estas montañas el Telescopio Galileo, cuyo espejo primario mide 3.5 m de diámetro. Sus instrumentos de detección fueron sustituidos hace pocos años por nuevos, más poderosos y finos, y se dedica ahora a buscar planetas como el nuestro en otros sistemas solares, donde es probable que haya vida.
En la Sierra Negra de México, a 4,100 m sobre el nivel del mar, se localiza un telescopio similar, HAWC (High Altitude Water Cherenkov). Como su nombre lo indica, la trampa que se utiliza a fin de rastrear el paso de estos rayos es agua pura, pues son tan débiles y rápidos que casi no tienen interacción con la materia común. Por tanto, no se trata de antenas parabólicas sino de una treintena de tanques llenos del líquido, equipados con dispositivos tipo Cherenkov que detectan la lluvia de rayos cósmicos, almacenan la información y la envían a las computadoras para su posterior análisis. No muy lejos se encuentra el GTM (Gran Telescopio Milimétrico), un radiotelescopio con una antena de 50 m, el más grande de su tipo. Forma parte del proyecto EHT (Event Horizon Telescopes), cuyo objetivo es captar por primera vez una imagen directa de la sombra de un hoyo negro.
Hacia 2020 los astrofísicos podrán contar con el LSST (Gran Telescopio de Rastreos), que se construye en la cima del Cerro Pachón, en los andes chilenos. El diámetro de su espejo primario será de 8.4 m, suficiente para mirar muy profundo en el centro de nuestra galaxia, privilegio que tiene el hemisferio austral, y proporcionarnos en los siguientes años un mapa amplio, tridimensional, del Universo, ya que cuenta con una cámara cuya resolución es de 3,200 millones de pixeles y puede tomar fotografías cada 40 segundos, construida por investigadores franceses. Se calcula que, en 2030, LSST acumulará datos que pesarán 500 Petabytes (500 mil billones de bytes), por lo que habrá observado alrededor de 40 mil millones de cuerpos celestes.
escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).