El gabinete del mandatario se supone un lugar sombrรญo. Todo silencio y masculina caoba, ahรญ el lรญder hace introspecciรณn: pondera las grietas del presupuesto, anticipa la daga bajo la toga legislativa, contradice las grรกficas de la popularidad. La realidad y las cuentas de Instagram se han encargado de desmentir esta concepciรณn algo polvosa. Pero, al imaginar cincuenta, ochenta aรฑos atrรกs, la postal sigue siendo sepia: un hombre algo abotagado en traje de tres piezas en meditaciรณn profunda.
Esta postal imaginaria actualizรณ su vigencia hace unos dรญas. En una caja del Museo Nacional Churchill en Westminister College en Missouri apareciรณ un puรฑado de pรกginas โonceโ en papel cebolla y mecanografiadas con un ensayo cientรญfico de la autorรญa de Sir Winston Leonard Spencer-Churchill KG OM CH TD DL FRS RA. Cosa insignificante si las pรกginas fueran un memorando de algรบn trรกmite durante su paso por la Hacienda pรบblica; u once pรกginas de nombres de barcos cuando era Ministro de Marina. Resulta que no. El artรญculo lleva el conciso tรญtulo: โยฟEstamos solos en el universo?โ. Este ganador del Nobel de Literatura en 1953 era tambiรฉn un omnรญvoro lector y jamรกs le sacรณ la vuelta al pensamiento cientรญfico. De hecho, consignan las biografรญas que fue de los primeros mandatarios en funciones en designar oficialmente a un asesor cientรญfico y es famosa su anรฉcdota de las bombas y las reglas de cรกlculo. Brevรญsimo: los militares estรกn exasperados con la necedad churchilliana de emplear estadรญsticas para planear batallas contra submarinos alemanes. Uno de ellos, de apodo โBomberโ, lo ataja: โยฟEstamos peleando una guerra con bombas o con reglas de cรกlculo?โ. Exhala, y responde: โBuena idea, probemos con las reglas de cรกlculoโ.
El astrofรญsico Mario Livio tuvo oportunidad de leer la copia del breve artรญculo. Aunque en su nota publicada en Nature no aparece el texto original y las citas son muy breves, la exรฉgesis es, algo ociosa sรญ, pero fascinante. Fascinante por partida doble: primero por el contenido del artรญculo y la procedencia de quien propone los argumentos, y segundo, por el contexto en el que fue escrito. La interrogante por nuestra soledad en el cosmos y la sesuda respuesta en once pรกginas se le ocurriรณ a Churchill en el fatรญdico aรฑo de 1939. El 3 de septiembre, el dรญa en el que Inglaterra entrรณ en la Segunda Guerra Mundial, Sir Winston fue nombrado Lord del Almirantazgo e integrante del Consejo de Guerra de Chamberlain. Es decir que no habrรก tenido necesariamente mucho tiempo libre. Aรบn asรญ, ponderรณ con seriedad, seguramente en un estudio en penumbra, la posibilidad de la vida extraterrestre.
Entrados en materia, segรบn la glosa de Livio, el pensamiento de Churchill se asemeja a los argumentos modernos de la astrobiologรญa. Tiene muy claros los avances de su รฉpoca y las bases cientรญficas que los sustentan. Domina conceptos y se siente cรณmodo argumentando a partir de ellos y no de corazonadas o prejuicios. โLos seres vivos del tipo que conocemos requieren aguaโ, escribe y habla de la zona habitable a la que tiene que estar un planeta de su estrella irradiante para que no sea ni muy caliente ni muy frรญo. En el caso de nuestro Sistema, sรณlo Marte y Venus caerรญan dentro de esa franja; descarta a los demรกs Mรกs adelante pasa al tema de otros soles y la posibilidad de que existan planetas similares al nuestro. Churchill se apoya en una teorรญa desacreditada โel modelo del astrofรญsico James Jeans sobre la formaciรณn de los planetasโ para opinar que nuestro sol โes excepcional, quizรก รบnicoโ. Sin embargo, en palabras de Livio:
Aquรญ Churchill brilla. Con el sano escepticismo de un cientรญfico, escribe โPero esta especulaciรณn depende de esta hipรณtesis sobre la formaciรณn de los planetas. Quizรก no se forman asรญ. Sabemos que hay millones de estrellas dobles, y si estas pudieron formarse, ยฟpor quรฉ no se formarรญan sistemas planetarios?โโ[โฆ]Churchill escribe: โNo soy tan presuntuoso como para pensar que mi Sol es el รบnico con una familia de planetas.
El encabezado en negritas es: Churchill creรญa en los extraterrestres. La realidad de su argumento es mรกs mesurada y mรกs precisa: es probable existan acomodos similares al nuestro pero las distancias involucradas impedirรกn lo confirmemos. El ensayo continรบa desmenuzando la fascinaciรณn y las complicaciones del viaje interestelar. Y termina diciendo:
Por mi parte, no estoy tan impresionado con los รฉxitos que estamos consiguiendo como civilizaciรณn aquรญ como para pensar que somos el รบnico sitio en este inmenso universo que contiene criaturas vivientes y pensantes, o que somos el punto mรกs alto del desarrollo fรญsico y mental que jamรกs haya aparecido el vasto confรญn de espacio y tiempo.
Decรญa que asombra por partida doble, el ensayo sobre la vida extraterrestre. Por un lado, es un ensayo cientรญfico escrito en la escalera hacia el teatro de la guerra. Por otro, no es una ficciรณn jocosa sobre marcianos irรณnicos; tampoco es un artรญculo de opiniรณn alegรณrico escrito por una figura pรบblica: es un sobrio tratamiento, dice Livio que ya lo leyรณ, de una interrogante cientรญfica persistente. Y ademรกs, no era raro en รฉl. Publicรณ textos sobre biologรญa, evoluciรณn y energรญa nuclear. โEn una รฉpoca en la que muchos polรญticos actualmente minimizan a la ciencia, me parece conmovedor recordar a un lรญder que se involucraba con ella de una manera tan profundaโ, escribe Livio. La รฉpoca a la que se refiere es una en la que en el paรญs vecino 27 por ciento de los adultos no saben distinguir entre astronomรญa y astrologรญa. Y la รฉpoca del presidente con la tesis de licenciatura plagiada. Y la รฉpoca en la que es preciso tener a mano ciertos conceptos cientรญficos para hacerle frente a la polรญtica de los “hechos alternativos” y la โposverdadโ.
(ciudad de Mรฉxico, 1980) es ensayista y traductor.