La filmografía del colombiano Rodrigo García ha crecido de la mano de personajes femeninos que, a menudo, se inscriben en historias corales: en su cine la feminidad es una especie de mosaico que se construye a partir de la diversidad de voces y circunstancias. Como Ingmar Bergman y Pedro Almodóvar, García ingresa a la intimidad de la feminidad con una mirada aguda; pero mientras los personajes del primero se enfrascan en diálogos e historias desgarradoras, y las mujeres del segundo encuentran en la estridencia la mejor forma de hacerse ver y oír, el latinoamericano apuesta por la sobriedad, por una disposición contemplativa, gracias a la cual son relevadores y cobran sentido los gestos mínimos (los títulos de algunas de sus cintas anticipan esta sutileza: Con tan sólo mirarla, Ten Tiny Love Stories). Por momentos su estilo es contenido, y por lo general concede a la puesta en escena un peso fundamental. En particular a la luz –no está de más recordar que en sus inicios se desempeñó como cinefotógrafo–, que contribuye a establecer atmósferas íntimas, así como a dar cuenta de la afectividad de sus personajes. Así puede constatarse en las cintas mencionadas, pero además en Nine Lives (2005) y Mother and Child (2009). Albert Nobbs (2011), su más reciente largometraje, también esboza algunas aristas de la feminidad; la sutileza también se hace presente, pero algo falta. Me explico…
Albert Nobbs se inspira en una novela corta del irlandés George Moore,The Singular Life of Albert Nobbs. Registra las contrariedades que vive una mujer en el Dublín de finales del siglo XIX, quien, para sobreponerse al dolor que en algún momento sufrió por su sexo, decide vivir bajo el disfraz de un hombre. Y con la facha de un camarero se hace prácticamente invisible: Albert Nobbs trabaja en un lujoso hotel, y es tan diligente como discreto. No obstante, su secreto es descubierto accidentalmente una noche, cuando se ve obligado a compartir la cama con un pintor. Pero éste decide no revelarlo, gesto que intriga a Albert y, más adelante, lo anima a materializar el proyecto de su vida: una tienda de tabaco. Mientras tanto suspira por una joven compañera (interpretada por Mia Wasikowska), quien lejos de interesarse en él, inicia una relación con un trabajador recién llegado y sufre las consecuencias de una pasión parcialmente correspondida.
Fiel a su estilo, García concibe una puesta en escena que es eficaz lo mismo para construir la época que para dar cuenta del mundo interior de Nobbs. La luz, cortesía del cinefotógrafo escocés Michael McDonough (responsable de la luz de Winter’s Bone y algunos segmentos de New York, I Love You), baña de manera privilegiada la figura y el rostro de Nobbs: contribuye a hacer visible a lo invisible, a focalizar la atención sobre él y a destacar la actuación de Glenn Close, quien da vida al personaje central (y por cuyo desempeño fue nominada al Óscar). En sus gesticulaciones y miradas habita el miedo –a ser vista; a ser descubierta– pero también se manifiestan anhelos que iremos descubriendo. El mosaico femenino se completa con los personajes interpretados por Wasikowska y Janet McTeer (como en las cintas anteriores de García, los personajes masculinos tienen roles secundarios: los hombres son meros detonadores de situaciones). La sutileza presente en la luz y las actuaciones es provechosa para enterarnos de lo que viven los personajes, pero no alcanza para propiciar el ingreso a su intimidad, como García nos ha acostumbrado. Para eso hace falta la contribución de otros elementos cinematográficos. El guión, por ejemplo.
A diferencia de sus mejores entregas, García no participa en la escritura del guión, y ahí se ubican algunas de las deficiencias más importantes de la cinta. En aquél se proponen, por ejemplo, historias secundarias que distraen más de lo que ayudan a desarrollar la trama principal; el tratamiento de la mayor parte de los temas abordados es superficial; el final representa un salto poco afortunado, pues rompe con la progresión que recién tomaba forma (y al cual no puedo aludir sin revelar los pormenores del argumento); además, la intriga que resulta ser la principal, inicia bastante tarde. Se ilustran de pasadita, para citar un caso, los contratiempos que supone llevar una vida de pareja entre lesbianas; los prejuicios de la época –que en principio explican la conducta de Nobbs–apenas aparecen en algunos diálogos y rara vez cobran peso en situaciones que los hagan patentes, que los hagan determinantes para el curso que siguen los eventos. De esta forma las situaciones que viven los personajes resultan más descriptivas que emotivas. Y no deja de ser una ironía que una película que pretende mostrar cómo son las cosas detrás del disfraz, deje la impresión de no ir más allá de la superficie. En conclusión, en Albert Nobbs no aparece la agudeza y el comentario iluminador sobre las sinuosidades de la mente y los afectos –ni la emoción que a menudo esto provoca– que en mayor o menor grado aparecen en las cintas mencionadas o en la serie televisiva In Treatment (2008-2010), que fue desarrollada por García y de la cual dirigió algunos episodios. El sello de García no termina por hacerse vehemente (por lo que en su filmografía, a mi juicio, ocupa un lugar menor), y de acuerdo con algunas circunstancias –que a continuación expongo– parecería una cinta de encargo… de Glenn Close.
En 1982 la actriz participó en un montaje para teatro basado en el texto de Moore. Y desde entonces acarició la idea de llevarlo al cine. Años después el húngaro István Szabó (Coronel Redl, Mephisto) fue contemplado para realizar la cinta, e incluso redactó un texto para tal propósito. Pero limitaciones presupuestarias impidieron que se el proyecto llegara a buen puerto. Hasta el año anterior, cuando fue contratado García, un realizador que, de acuerdo con Close, “le dio a la película una dirección de mayor simplicidad. Ahorró recursos y se concentró en la historia” (esta concentración, infiero, explica entre otras cosas el salto argumental que mencionaba líneas arriba). Close no dejó de insistir en la materialización del proyecto, no dudó en invertir su propio dinero en la producción –algo desaconsejado en el medio– y en participar en la escritura del guión. Luego del estreno, la actriz ha sido entrevistada en numerosas ocasiones por su participación en la cinta, muchas más (de acuerdo con los resultados que arroja Google) que el mismo García. Ella comenta, por otra parte, que el colombiano aceptó de buen grado sus sugerencias. Todo esto me lleva a (mal) pensar que, en buena medida, Albert Nobbs es más una cinta suya que de García.