TWIN PEAKS
El momento mรกs aterrador que recuerdo haber contemplado en pantalla le pertenece a David Lynch: no dirรฉ cuรกl, pero es una inmisericorde escena de Mulholland Drive que hizo que apagara la televisiรณn en ese instante e intentara, sin รฉxito, dormir. Los nervios me han impedido acercarme a Inland Empire. Su filmografรญa, en tรฉrminos generales, es un acercamiento a lo incรณmodo de la psique humana: allรญ estรกn Eraserhead o Blue Velvet como testimonios – desde perspectivas distintas – de sus descensos a las zonas oscurecidas de la mente.
Al director se le concediรณ en cierto momento una serie de televisiรณn. En mancuerna con Mark Frost, notable escritor –su novela The List of Seven es una intrigante ficcionalizaciรณn de la vida de Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, Lynch realizรณ siete episodios de la primera temporada de Twin Peaks. El riesgo asumido por ABC sigue pareciendo inusual, aรบn para los tiempos: darle tiempo en pantalla a uno de los directores visual y argumentalmente mรกs inusuales de la filmografรญa estadounidense parece una locura difรญcil de cometerse incluso hoy.
Twin Peakscuentala historia del asesinato de Laura Palmer, una estereotรญpica chica linda de pueblito gringo. Su muerte es un detonante que provoca la llegada del agente Dale Cooper, del FBI, y la apertura de cloacas en todo el pequeรฑo poblado. Cooper fue un personaje atรญpico: detective del FBI que sabรญa guardar la calma, amaba los pasteles de cereza de la localidad y dejaba que sus sueรฑos le dieran pistas acerca del rumbo que debรญa seguir la investigaciรณn en torno al asesinato de Laura; sรบbitamente, el mundo de Twin Peaks resulta no sรณlo podrido en lo moral –Laura, por ejemplo, consumรญa cocaรญna– sino en lo paranormal: conforme avanza la serie –de cuarenta episodios en su totalidad, una salvajada tomando en cuenta que tiene tan sรณlo dos temporadas– queda clarรญsimo que el universo que Lynch y Frost crearon para Twin Peaks resulta inabarcable.
Si las posteriores y previas incursiones de Lynch en la exploraciรณn del lado oscuro de la mente humana –Eraserhead, Mulholland Drive, Inland Empire– dan muestras de una dificultad de interpretaciรณn poco comรบn, Twin Peaks logra salvarse de ese sรญndrome ‘no le entendรญ a la pelรญcula’ que suele rodear la obra de Lynch. (El punto mรกximo de esta postura se dio con Inland Empire: crรญticos la destruyeron o pretendieron destruirla por igual con un argumento fรกcil: no tiene sentido.)
El motivo de esto –ademรกs de sus mรฉritos obvios, el que me parece la razรณn de su permanencia dentro de los mejores shows de la historia– es la capacidad narrativa de funcionar a dos niveles radicalmente distintos: en una, el misterio superficial, el autor de la frase que moviรณ casi la serie completa: ¿quiรฉn matรณ a Laura Palmer? El segundo parece bastante mรกs difรญcil de lograr: contar una historia de subconscientes, sueรฑos, misterios y profundidades del alma. El primero funcionรณ a nivel rating: moviรณ a un pรบblico –que luego, aburrido quizรก por el aparentemente innecesario estiramiento del argumento y el distanciamiento de Lynch, castigรณ a la serie abandonรกndola – digamos, que jamรกs volverรญa a acercarse a un producto de Lynch que no fuera A Straight Story. (El larguรญsimo postludio, prรกcticamente otra serie o temporada de la serie, que sigue al descubrimiento del verdadero asesino de Laura Palmer, es necesario para que Lynch terminara de narrar la historia del hombre que cae irremediablemente en las manos del mal: el mismรญsimo agente Cooper. La escena de su descenso definitivo al infierno, que termina la serie, es una de las mรกs perturbadoras de la filmografรญa del director.)
El segundo es el que diferencia a Twin Peaks del resto de series de lo paranormal –poniรฉndola por encima de la encantadora pero fallida The X-Files, de la que es clarรญsima antecesora: para cerrar cรญrculos, David Duchovny, que es el entraรฑable agente Mulder en la segunda, encarna en Twin Peaks a otro agente, de la DEA, bastante mรกs curioso que ‘Spooky’ Mulder– y la convierte en la pelรญcula mรกs larga de la filmografรญa lyncheana: un largo, profundo, surreal y angustiante descenso a la oscuridad de la mente humana. รse es el logro que Chris Carter, creador de The X-Files, jamรกs pudo igualar con su serie: y es que estos delirantes descensos estรกn reservados solo a creadores que pueden lidiar con ellos sin perder la cordura en el camino al infierno. La รบnica batalla real que X-Files pudiera ofrecerle a Twin Peaks serรญa la del tema inicial: ese silbido sรญ puede resultar potencialmente mรกs pegajoso que el bellรญsimo tema que compuso Angelo Badalamenti. -LR
THE X-FILES
¿Serรก demasiado aventurar que Los expedientes secretos X cambiaron nuestra forma de ver televisiรณn? Tal vez. Pero no es demasiado decir que nos predispusieron al cambio. Nos hicieron sentir mรกs cรณmodos con el gran arco narrativo de la “temporada” y de la temporada a la serie “completa”. No fueron los primeros –el gran arco es tรญpico de cรณmics y Twin Peaks, que es anterior y declarada influencia de X-files, desarrollรณ pausadamente su misterio– pero fueron los mรกs notorios: los que mรกs lejos y mรกs claramente portaron el mensaje. (En esto ayuda que fueron tambiรฉn los mรกs exitosos; que su seguimiento fue menos un culto que una necesidad.)
El planteamiento: el agente Fox Mulder (David Duchovny, ¿debo decirlo?), el creyente, debe resolver pequeรฑos casos paranormales con la ayuda de la agente Dana Scully (Gillian Anderson), la escรฉptica. El arco: la pareja protagonista, a travรฉs de la soluciรณn de algunos de esos casos, trata de desmantelar una nebulosa conspiraciรณn gubernamental de experimentaciรณn genรฉtica y colonizaciรณn extraterrestre. Pero alejรฉmonos mรกs, como en un zoom out de Googlemaps: la vida de Mulder –la abducciรณn de su hermana Samantha hace dรฉcadas, acaso por extraterrestres; su decisiรณn de investigar lo paranormal; su relegaciรณn al archivo de expedientes X del FBI– es acaso una pieza mรกs de la enorme conspiraciรณn. Cuando alcanza uno a ver el bosque completo la revelaciรณn (salvo que decir revelaciรณn es excesivo; mejor: intuiciรณn) es apantallante: Mulder no es un buscador de la verdad porque asรญ lo predeterminรณ el destino o el azar sino el Sindicato, suerte de titiriteros por encima del gobierno. Esa intuiciรณn le dio a la serie una coherencia, una redondez, una unidad orgรกnica invistas en TV, pero que se volverรญan deseables y necesarias desde entonces.
Claro que ademรกs de un gran arco narrativo Los expedientes X fue una colecciรณn entretenidรญsima de “monstruos de la semana”. El gusano รกrtico, un monstruo tal vez extraterrestre que puede entrar por una cortada al cuerpo y tomar control sobre รฉl en Ice; la comunidad “menonita” capaz de cambiar de sexo en Gender Bender; el mutante Tooms, una cosa de mรกs de cien aรฑos de vida, capaz de encoger su cuerpo sobrehumanamente en Toomsy Squeeze; Augustus Cole, el Hombre que No Dormรญa, en Sleepless; la maestra Paddock, que probablemente sea la personificaciรณn del demonio Azazel en Die Hand die verletzt, uno de los episodios mรกs inquietantes de la serie (y por tanto de la televisiรณn)… La imaginaciรณn de Chris Carter, creador de Los expedientes secretos X, y sus escritores generรณ un museo del esperpento, de la mutaciรณn, de lo fantasmagรณrico, lo grotesco, que superรณ ostentosamente a sus maestros (The twilight zone, Night gallery, Kolchak). En sus mejores momentos Los expedientes secretos X era una serie sobre paranoia que se enlazaba al horror y en verdad daba miedo, como un espejo en el fondo oscuro de un pasillo.
Poniรฉndolos a prueba con los estรกndares de naturalismo de la televisiรณn de hoy, Spooky Mulder y Dana Scully parecerรญan caracterizados por una mano inocente y otra mano mรกs bien preocupada por el product placement de Armani. Se ven demasiado bien, demasiado peinados, demasiado perfectos para ser reales. Pero no nos engaรฑemos por la distancia de casi veinte aรฑos o por el look indefendiblemente noventero de las primeras temporadas: las corrientes que van por abajo de esa superficie son modernรญsimas: paranoia ante un gobierno que sabe mรกs y nos engaรฑa, pequeรฑez ante el enemigo oficial que es omnisciente, incapacidad de ser escuchado ante la aplastante mรกquina burocrรกtica. Esto no es mero cinรฉma du look. Los expedientes secretos X era tambiรฉn una serie sobre polรญtica.
Y por รบltimo: era una serie sobre el amor. Nada mรกs doloroso que enterarnos de que David Duchovny iba a dejar el programa por ahรญ de la sรฉptima temporada, pero no por la debacle inevitable que sucede a una serie cuando un protagonista la abandona sino por la maldita imposibilidad de ver que por fin se consumara el deseo, la ternura, la amistad, el cariรฑo que nada puede romper, esas cosas visibles que estaban como una nube encima de Mulder y Scully y que a nosotros se nos negaban una semana tras otra –“un solo beso el corazรณn invoca, / que la dicha de dos me matarรญa”–, con intensรญsimo suspenso. Pasan las dรฉcadas: la de Mulder y Scully, el creyente y la escรฉptica, el sarcรกstico y la comprensiva, el agente y la doctora, sigue siendo una de las grandes historias de amor no consumado en la televisiรณn: amor que se consume y no se toca. -AR
GANADOR: The X-Files
Escritor. Autor de los cรณmics Gabriel en su laberinto y Una gran chica (2012)