Para aquellos que crecimos en la dรฉcada de los noventa, el asesinato de Luis Donaldo Colosio abriรณ un lamentable parteaguas: el instante en el que Mรฉxico dejรณ de ser un paรญs aparentemente prรณspero para convertirse en una naciรณn polarizada, consciente de su fragilidad y su barbarie. De 1993 a 1995, Mรฉxico atravesรณ el levantamiento zapatista, el asesinato de un candidato a la presidencia, del cardenal Posadas Ocampo y de Josรฉ Francisco Ruiz Massieu, y, por supuesto, la desastrosa devaluaciรณn de la moneda nacional. El paรญs que se creรญa de primer mundo, que habรญa instituido el TLC y el programa Solidaridad, se desplomaba en el pantano de un final de sexenio ineludiblemente trรกgico. Pocos aรฑos han marcado nuestra historia como esos.
Sin embargo, salvo por un par de cintas de poca monta, las revisiones de este momento histรณrico a travรฉs de un contexto artรญstico han sido escasas. El cine mexicano se ha volcado sobre รฉpocas pasadas, visitando la Revoluciรณn y, recientemente, la Cristiada, en dos pelรญculas que no podrรญan ser mรกs distintas: la homรณnima, una megaproducciรณn de tono hollywoodense, y Los รบltimos cristeros, de Matรญas Meyer, una cinta contemplativa pero no por eso menos punzante sobre aquel conflicto armado. No obstante, y a pesar del รฉxito del cine de denuncia en formato documental (Presunto culpable y De panzazo, por solo mencionar dos ejemplos), la cinematografรญa nacional se ha mostrado reacia a la hora de poner bajo la lupa eventos que nos afectan de manera acaso mรกs directa. Mientras los norteamericanos no han tenido empacho en dedicarle decenas de cintas a su รบltima intervenciรณn en Iraq, con resultados desiguales, en Mรฉxico nos hemos dedicado a despotricar contra la guerra del narco (salvo notables excepciones como Miss Bala) dejando a un lado el ambiente polรญtico que rodea a esta problemรกtica. Se habla de la periferia, jamรกs del nรบcleo. El cine mexicano cachetea al espectador, pero no le brinda un contexto, no urde hipรณtesis alguna, jamรกs analiza. Y esa es quizรกs la mayor virtud de Colosio, dirigida por Carlos Bolado, producto novel dentro de nuestra cinematografรญa: hรญbrido de thriller policiaco, whodunit y drama polรญtico.
La cinta empieza cuando Andrรฉs (Josรฉ Marรญa Yazpik) prende las noticias, junto a su esposa (Kate del Castillo), y ve que acaban de dispararle a Luis Donaldo Colosio. De esta escena inicial se detona el conflicto, sin cavilar ni un instante: en menos de diez minutos, Ruiz Massieu (Odiseo Bichir) ha recibido รณrdenes de la mano derecha del presidente (Daniel Gimรฉnez Cacho) para que organice una investigaciรณn paralela que descubra a los responsables de la tragedia de Lomas Taurinas. Con cierta licencia histรณrica, Ruiz Massieu contrata a Andrรฉs –uno de los pocos personajes ficticios dentro de la cinta– para que le encuentre a uno o a varios culpables. Colosio es la historia de esa investigaciรณn imaginada.
Emparentada directamente con JFK de Oliver Stone, el guiรณn va y viene en tiempo y espacio, nos lleva a recreaciones exactas de lo ocurrido en Tijuana, mezcla estas imรกgenes con el autรฉntico pietaje y, en sus mejores momentos, nos inserta en los entresijos de la polรญtica mexicana en 1994. Aunque la cinta omite los nombres de sus avatares polรญticos –es decir: da por hecho que sabemos quiรฉnes son–, situarlos serรก cosa fรกcil si se estรก familiarizado con la reciente historia del paรญs. En Colosio aparecen los hermanos Salinas, los hermanos Ruiz Massieu, Manuel Camacho Solรญs, Gutiรฉrrez Barrios y el propio candidato, su viuda y su hijo. Los principales actores de la polรญtica mexicana gravitan en torno a la historia de Andrรฉs, cuyo escueto drama familiar –รฉl y su esposa estรกn buscando un embarazo; su nuevo trabajo lo aleja de casa– funge como ancla dentro de la narrativa. Y si bien es una cinta cuyo drama se desenvuelve en un lienzo amplรญsimo (en ambiciรณn, en nรบmero de histriones en pantalla, en cabos sueltos que debe atar), Colosio presta atenciรณn a instantes รญntimos. Siniestro e impรกvido como una cobra antes de morder; contenido, maquiavรฉlico y, sobre todo, gรฉlido, Daniel Gimรฉnez Cacho da una autรฉntica cรกtedra como el villano principal de la cinta. Cada escena en la que aparece es un deleite que lo confirma como uno de los histriones mรกs interesantes de nuestro paรญs. Sus rรฉplicas –en tono o volumen– son siempre inesperadas; sus gesticulaciones subvierten las expectativas de la audiencia. Por su parte, aunque usa una de las pelucas mรกs ridรญculas en la historia del cine, Emilio Echevarrรญa (el magnรญfico Chivo de Amores perros) pinta a la polรญtica mexicana de cuerpo entero con un solo monรณlogo. Muy pocos actores cuentan con la presencia para capturar nuestra atenciรณn a travรฉs de un diรกlogo informativo, pero Echevarrรญa, de voz meliflua y mirada agudรญsima, lo logra con creces. Yazpik hace un buen trabajo como el personaje medular de la cinta. No es difรญcil entender por quรฉ lo contratรณ Pedro Almodรณvar: aunque guarde silencio, su rostro cuenta una historia y, a travรฉs de รฉl, su investigador se perfila como un hombre valiente pero agotado: el semblante de un sargento listo para entrar a combatir en una guerra que –รฉl sabe– no tiene sentido alguno. Otros personajes adolecen de un casting que se antojaba mรกs atrevido. Odiseo Bichir interpreta con solvencia a Ruiz Massieu, pero es imposible no pensar en lo que un actor con un rostro menos melancรณlico podrรญa haber hecho con el papel. Dicho de otra manera: es imposible ver a Bichir a cuadro, observar su mirada de venado herido y no concluir que estamos frente a una eventual vรญctima. Y, finalmente, por momentos Bolado no embrida su afรกn por caricaturizar a sus personajes. Cuando aparecen, los narcos parecen salidos del mรกs burdo imaginario colectivo: cadenas de plata con dijes en forma de metralleta y camisas de seda con horripilantes estampados. Lo รบnico que falta –o que quizรกs no vi a cuadro– es un espejito sobre la mesa, atravesado por cinco rayas de cocaรญna.
No obstante, si bien Colosio tropieza en ciertos detalles, es imposible no aplaudir su arrojo: la desfachatez con la que presenta a los dinosaurios del PRI, la magnitud de su narrativa, el tema que decidiรณ abordar y, sobre todo, el final: descorazonador como pocos. En un paรญs en el que la teorรญa conspiratoria sin fundamentos abunda, es refrescante acudir al cine y ver una hipรณtesis que, errรณnea o no, estรฉ bien planteada. Al cine nacional quizรกs le hacen falta mรกs historias como esta. Lo que es seguro es que, como naciรณn y audiencia, nos beneficiarรญamos de estas visitas al pasado inmediato: para no olvidar y para comprendernos a travรฉs de su nebuloso prisma. ~