Coste y valor humano

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El origen de La mujer del chatarrero no es una novedad en el cine. Cuenta su director, el bosnio Danis Tanoviฤ‡, que un dรญa, al leer en la prensa el caso de un matrimonio gitano atrapado en una cruel pesadilla administrativa, les buscรณ, les visitรณ y enseguida supo que querรญa hacer una pelรญcula de su historia. Lo propio era desarrollar ficticiamente el caso verรญdico, pero, confiesa Tanoviฤ‡ en una entrevista, para “hacer una ficciรณn […] como mรญnimo necesitarรญa dos aรฑos para buscar productores que estuvieran interesados, y tampoco estoy tan seguro de que los hubiera encontrado, porque la historia no es tan sexy”. Asรญ que con diecisiete mil euros de presupuesto obtenidos de un fondo de ayudas de su paรญs, y trabajando con un mรญnimo equipo de amigos voluntariosos y los cuatro miembros de la familia gitana interpretรกndose a sรญ mismos, rodรณ esta absorbente y breve pelรญcula-reportaje (75 minutos) que ganรณ dos Osos de Plata en el festival de Berlรญn de 2013 y ha tenido carrera comercial en los cines de arte de Europa. Mรกs lรณgico habrรญa sido ver reflejada amplia y punzantemente la angustiosa peripecia de Senada y Nazif en algรบn programa de televisiรณn, pero las cadenas privadas, y en Espaรฑa tambiรฉn las pรบblicas, solo se ocupan de hecatombes, de guerras, de accidentes y, sobre todo, de hechos de sangre, cuanta mรกs sangre mejor. Lo que le sucediรณ a esta familia no posee ese rango: fue una tragedia privada y consuetudinaria, de las que cada dรญa mรกs alcanzan a otras familias, a otras etnias, otros lugares.

“Un episodio en la vida de un chatarrero”, tรญtulo original y de mรกs pertinencia que el de su estreno espaรฑol, pudo llegar a mรกs espectadores en formato de documental televisado en prime time. No siendo asรญ, La mujer del chatarrero que vemos en la pantalla grande se beneficia sin embargo de la mirada, del preciso tempo narrativo, de la sencilla artisticidad que confiere a su elemental anรฉcdota Danis Tanoviฤ‡, autor, hace mรกs de diez aรฑos, de En tierra de nadie, una memorable alegorรญa sobre los costes personales de la guerra de Bosnia, ganadora del Oscar a la mejor pelรญcula de habla no inglesa. Si entonces fabulaba y tenรญa incluso respiro para la humorada y el trazo lรญrico, ahora Tanoviฤ‡ se limita a poner su cรกmara detrรกs y en torno a esa pareja con dos hijas, que subsisten gracias a los desguaces que el marido Nazif consigue y las comidas que la mujer Senada cocina milagrosamente en una minรบscula habitaciรณn donde tambiรฉn duermen. El aborto espontรกneo que ella sufre y la imposibilidad de resolverlo quirรบrgicamente, al no disponer de cartilla mรฉdica ni de los quinientos euros requeridos en los hospitales que recorren, es relatado sin subrayados, sin mรบsicas inquietantes, sin florituras formales; un televisor defectuoso, con nieve perpetua emborronando la imagen, un paisaje exterior desolado, dos niรฑas revoltosas ajenas a la extrema precariedad, unos vecinos y parientes solidarios, una burocracia implacable, y un desenlace que evita la muerte pero no deja paso al optimismo.

Tanoviฤ‡ no alecciona, disecciona, sin sacar conclusiones explรญcitas (aunque sรญ las apunta cuando habla ante los periodistas). Recuerda en eso Le Havre, el extraordinario cuento moral de Aki Kaurismรคki sobre la emigraciรณn, si bien el cineasta bosnio es menos grave que el finlandรฉs, dotado espontรกneamente para el sinsentido y mucho mรกs flemรกtico. Ninguna de ambas podrรญa ser englobada dentro del cine de denuncia, como sรญ lo estรก el nuevo tรญtulo de Stephen Frears, Philomena. Esta es una pelรญcula incluso militante, de agitaciรณn, habilรญsimamente camuflada de melodrama lacrimรณgeno; de ahรญ el รฉxito comercial y la lluvia de nominaciones en todos los premios anuales, incluido los de Hollywood, y tambiรฉn, por su primera naturaleza, el fracaso a la hora de obtenerlos. Philomena y Doce aรฑos de esclavitud, haciendo una comparaciรณn odiosa pero justificada, estรกn concebidas para hacer llorar, para remover las conciencias, con la diferencia de que el esclavismo es una causa –afortunadamente, claro– hoy ganada, y lo que fustiga Frears estรก por resolver.

Lo que fustigan el coguionista y actor principal, Steve Coogan, y el director Frears es el trรกfico y abuso de personas dรฉbiles por parte de los poderosos, sean estos mafiosos organizados en bandas o congregaciones religiosas que se aprovechan de su aura de santidad. La historia, basada tambiรฉn en hechos reales aunque interpretada por actores de gran envergadura, ocurriรณ hace mรกs de cincuenta aรฑos en la catรณlica Irlanda, y a lo largo de su primera media hora el mรกs que solvente director inglรฉs se deja llevar por una cierta pereza creativa incapaz de superar los lugares comunes del guiรณn. El ambiente en el convento despรณtico para chicas descarriadas, la vida pueblerina y la vida en las altas esferas del poder polรญtico apenas interesan o estรกn dรฉjร  vus. La apariciรณn del personaje de Philomena ya como mujer anciana, encarnada por Judi Dench, promete una solidez que aรบn tarda algo en llegar. Pero la segunda parte del filme es apasionante, y genuinamente conmovedora en muchos momentos, sin prescindir de los resortes melodramรกticos, en los que Stephen Frears muestra un gran temple, brindando a Dench alguno de los momentos mรกs notables de lucimiento de su extensa carrera interpretativa (por ejemplo, el examen mudo del รกlbum de fotografรญas de su hijo mientras a sus espaldas oye hablar de รฉl a una amiga americana).

Hay en Philomena un giro argumental inesperado, brillantemente administrado, que conviene no anticipar; pertenece a otra esfera de los valores humanos que hoy siguen amenazados, y hay dos o tres escenas en su final que tienen un poder de permanencia emocional en la memoria. Son las que unen la enfermedad con el fanatismo, el dolor con la culpa. ~

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Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mรกs reciente es 'El tercer siglo. 20 aรฑos de
cine contemporรกneo' (Cรกtedra, 2021).


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