Escena de Carnalismo (2024), de José Luis Cano.

Historias de resistencia en Ambulante 2025

La resistencia frente a poderes fundamentalistas o totalitarios, frente a la burocracia centralizada, o frente a la sociedad en abstracto, es el hilo conductor de esta selección de cintas que forman parte de la Gira Ambulante 2025.
AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

La gira de documentales Ambulante, que festeja su aniversario número 20 en su edición de este 2025, inició el fin de semana pasado en la Ciudad de México con una rica programación dividida en once agotadoras secciones. Estamos ante un total de 129 filmes provenientes de medio centenar de países y hablados en 28 idiomas, ocho de ellos lenguas indígenas. Como ha sido costumbre y vocación, Ambulante presentará una parte de esta programación en el interior del país en las siguientes semanas: en Baja California de 2 al 9 de mayo, en Querétaro de 15 al 22 de mayo, en Veracruz del 22 al 29  de mayo y en Yucatán del 5 al 12 de junio.

El filme inaugural fue Mi mundo robado (Irán-Alemania, 2024), tercer largometraje de la documentalista iraní (desconocida en México) Farahnaz Sharifi. Este multipremiado filme –presentado en Berlín 2024 y ganador por partida doble en Tesalónica 2024– es una suerte de auto-biopic realizado por la propia cineasta, quien no solo cuenta su propia vida desde su nacimiento –en 1979, mismo año del triunfo de la revolución iraní– sino que nos presenta, a través de diversos fragmentos de películas caseras pepenadas por ahí y por allá, la vida de las mujeres iraníes antes de la revolución fundamentalista islámica, contrastándola con la asfixiante represión del régimen de los ayatolas en tiempo presente.

La mujer orquesta Sharifi –cineasta, fotógrafa, editora y, por supuesto, narradora de una historia en la que es protagonista y testigo a la vez– pasa entre esta multitud de imágenes –las antiguas, de alegres mujeres desconocidas bailando y cantado con el pelo suelto; las contemporáneas, con mujeres airadas saliendo a la calle para ser golpeadas, desaparecidas o asesinadas– mientras reflexiona sobre el sentido mismo de su vida, dentro y fuera de Irán, que, para ella, no tiene otro rostro que la terca resistencia. El baile y el canto, la alegría, pues, como la primera y última forma de enfrentar el odio.

Mi mundo robado se ha programado en Ambulante 2025 en la sección titulada Resistencias, acompañada de un puñado de cintas que tratan temas similares, entre la disidencia y la reflexión política. Otro documental realizado en primera persona, combinando la vida personal con lo que sucede en todo el país, es Apocalipsis en los trópicos (Brasil – E.U. – Dinamarca, 2024), cuarto largometraje de la especialista Petra Costa.

Narrada por la propia cineasta, he aquí la historia del arribo al poder de Jair Bolsonaro, cobijado, patrocinado y hasta empujado por la iglesia evangélica brasileña. Los ocho editores consignados en los créditos han realizado, bajo la dirección de Costa, un trabajo exhaustivo de rescate del pasado más reciente: abundan las entrevistas, los testimonios y las imágenes de archivo que sirven no solo para recordar cómo llegó a la presidencia el susodicho militar ultraderechista, sino que, visto el ambiente político global, funciona también como advertencia de lo que puede suceder en los años por venir. Y no solo en Brasil.

En la sección Pulsos, conformada por ocho títulos nacionales, es posible encontrar otras historias de resistencias, entendidas y narradas desde la resiliencia como forma de vida. Así pues, desde el ámbito personal, Mauricio Avendaño cuenta en Fantasmas con armas (México, 2023) la historia de su abuelo, el periodista, activista y luchador social Amado Avendaño (1938-2024), quien del periodismo (fue fundador del diario Tiempo de San Cristóbal de Las Casas) saltó, sin querer, al protagonismo mediático cuando su medio de comunicación se transformó en una especie de intermediario y vocero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional a partir de su levantamiento, el 1 de enero de 1994. El hilo conductor de esta fascinante historia familiar –que es nacional y que está ubicada en un pasado que es también presente– resulta ser la infatigable Concepción Villafuerte, esposa de Avendaño y abuela del director.

Villafuerte aparece de principio a fin narrando la conversión de su modesto periódico local en incómodo defensor de los derechos humanos e inesperado intermediario de los dichos zapatistas. Y si bien es cierto que al inicio puede ser que la Historia –así, con mayúsculas– haya arrastrado a los Avendaño a ser no solo modestos portavoces de los hechos sino auténticos protagonistas de ellos, es imposible poner en duda su compromiso con una causa que hicieron suya y que se ha convertido, a través de este filme, en orgullosa herencia.

Otro tipo de herencia es la que nos presenta Binnigula’sa: los antiguos zapotecas (México, 2024). El anciano Ta Cándido, siendo un adolescente de 14 años, encontró en 1960, enterrado en la tierra de su pueblo de Cheguigo Sur, en Juchitán, una estatua de más de dos metros de altura a la que el pueblo bautizó como “el futbolista”. A los pocos días, las autoridades llegaron al pueblo a recoger el monolito de este ¿rey?, ¿soldado?, al que llevaron a la Ciudad de México, en donde ahora se encuentra, semiolvidado y sin tarjeta descriptiva alguna, en una de las salas del Museo Nacional de Antropología e Historia.

El director Jorge Ángel Pérez cuenta esta historia que, como todas las anteriores, se mueve entre el pasado –la historia oral del hallazgo del monolito de la que solo queda una fotografía–, el presente –con Ta Cándido buscando que la estatua que él encontró regrese a su pueblo, en el recién abierto museo comunitario– y el futuro, con esa profesora y esos estudiantes que, hablando en zapoteco, se resisten a olvidar de dónde vienen.

Más hacia el norte, en Durango, otra forma de resistencia, otra forma de resiliencia. En Carnalismo (México, 2024), José Luis Cano nos acerca a la vida de un núcleo familiar que, a través de las bicicletas “tumbadas” y la música que escuchan, bailan y hasta componen –la cumbia, el rap– ha encontrado una manera de expresión que es afirmación de horizontes que es sentido de la vida.

Aunque por su vestimenta –pantalones dickies acholados, joyas colgando del cuello, tatuajes y corte de cabello– sufren no solo del rechazo prejuicioso sino hasta de la franca discriminación, estos jóvenes (y no tan jóvenes) transitan por los barrios bravos en sus bicis, bailan al ritmo de la cumbia, componen alguna rola (digamos, “Bendito y maldito”, de Draus MC) y expresan sin tapujos de ninguna especie que su forma de ser es su forma de resistir frente a una sociedad que los busca uniformizar. Por lo visto en pantalla, no creo –ni espero– que la sociedad lo logre. ~


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: