México es un país con problemas sociales insoslayables. Vivimos atascados en el tercer mundo, en medio de un clima de violencia e inestabilidad que no puede eludirse. ¿Cómo enfrenta el cine mexicano esta realidad?, ¿Tiene el realizador mexicano la obligación moral de retratar a México de manera fidedigna? Esta y otras preguntas responden nuestros entrevistados en la tercera entrega de nuestra serie.
– La redacción
Pablo Cruz: Cuando se fundó Canana creíamos, o creemos todavía (aunque sea parcialmente), que existía una visión muy deformada de lo que es México, en la que creo que aún se quieren retratar Méxicos que no existen para crear un sentido de optimismo, que tampoco debería de existir, porque lo que nos falta es ser más conscientes de lo que tenemos enfrente. Es como si hiciéramos mañana una película de diputados en México, y adaptáramos un guión sueco. O como si hiciéramos una película como G.I. Joe y la adaptáramos a México. No se puede. Hay que entender la realidad mexicana: la policía en México es corrupta, los políticos más.
Entonces una película como Besando sapos o como Niñas mal, ¿qué México están retratando?, ¿dónde está? Yo nunca lo he visto…
Es la misma responsabilidad que tiene un locutor o alguien que usa el micrófono para hablar, para comunicarse con la gente. Nosotros tenemos un poder mediático y un poder de convocatoria gigante, y es una responsabilidad que creo que es importante tener siempre dentro de la cabeza, que nuestro cine es uno de los pocos medios electrónicos que no están manipulados por algún medio masivo, sino que es realmente integro, y que no hay una censura. Sería una pena desperdiciar esa oportunidad, e irnos inventando realidades para que la gente venga al cine, engañando. No hay que convertir el cine en telenovelas.
Alexis Fridman: Yo creo que la gente está cansada del cine de denuncia, de ver pobreza y corrupción en las pantallas. Parte de lo que la gente no quiere ver en el cine es lo que vive afuera: secuestros, asaltos, inseguridad. Si el público ve las noticias, ve todo lo que está pasando, paga 50 pesos, va al cine y lo vuelves a meter en ese mundo… sale sin descansar. Si les damos esa realidad, pero envuelta diferente, la cosa cambia. Matando Cabos es, al final del día, la historia de un secuestro, pero con otro tono. Es dejar de tomarnos tan en serio y hacer una película para que la gente vaya y se ría del secuestro.
Eso no quiere decir que el cine de denuncia no se valga. Simplemente no es lo que nosotros hacemos.
Ernesto Contreras: En todo caso, yo veo el comentario social más como un medio que como un fin. La realidad forma parte de, pero no es el objetivo final, por lo menos en mi trabajo. Ante la pregunta concreta de que si existe la obligación de hacer un comentario social, personalmente diría que no me siento obligado ni tengo la intención de asumir esa responsabilidad, por lo menos en este momento.
En el caso de Párpados Azules, decidí filmarla por sus personajes y lo que a estos les sucedía, y en ningún momento como una necesidad de hacer una denuncia o un retrato social. Lo único que tenía claro era la intención de plasmar emociones y estados de ánimo en pantalla, con una historia sencilla, centrada en un par de antihéroes a los que en otras películas nadie haría caso. La clase media de los personajes de Párpados Azules es, en todo caso, una más de sus circunstancias.
Rodrigo Plá y Laura Santullo: Aún sin saber a ciencia cierta de qué lugar surgen las ideas, creemos que ese sitio está más cerca del deseo que de la obligación. Si hemos hecho películas que prestan oído a la problemática social, es porque el entorno en que vivimos inmersos nos importa como ciudadanos y como gente que haciendo cine se pregunta el por qué de las cosas; no hay otra razón.
Pablo Cruz: Nosotros, por experiencia con películas en las que habían actuado Gael y Diego, que yo había hecho en el pasado, habíamos reconocido que lo más auténtico y lo más cercano a la realidad, lo que menos mentía, lo que era más particular, lo más visto con lupa, al final del día resultaba también lo más universal.
El ejemplo perfecto son cintas como Sin nombre, El violín, Rudo y Cursi, o inclusive Arráncame la vida, que son películas que tratan de ser universales partiendo de un entorno particular.
Ernesto Contreras: Es inevitable que la realidad se filtre en las historias; y si hay un punto de vista acertado y preciso por parte del director, entonces podrá haber una identificación por parte del espectador.
Alexis Fridman: El cine mexicano debe ser espejo y escape. Pero, por un rato, nos enfocamos demasiado en el espejo y no en el escape. Y creo que se agradece tener la opción de no ver la película mexicana de corrupción; de ver otra cosa.