Una de las principales características del cine de Woody Allen (además de los ya clásicos personajes neuróticos, los dilemas amorosos y existenciales) es la incorporación de la ciudad como un personaje. Lo ha hecho en varias ocasiones. La más relevante sea, quizá, Manhattan (1979): un atípico filme en blanco y negro en el cual se supedita en más de una vez el argumento de la cinta a las imágenes que genera la propia ciudad. Prueba de esto es la secuencia inicial, de casi cuatro minutos, en la que el único hilo conductor es la voz del personaje de Allen recitando un monólogo sobre la fascinación que siente por la ciudad, mientras las imágenes de la cotidianeidad neoyorquina van in crescendo hasta que estallan en medio de fuegos artificiales filmados al son de “Rhapsody in Blue”, de George Gershwin.
Esta misma tendencia a incorporar la ciudad como personaje se hizo patenteen el cine posterior a la migración hacia Europa de Allen. En 2005, y tomando a algunos por sorpresa (varios ya lo intuían, dado el cada vez menor financiamiento que recibía Allen en Estados Unidos y el gran interés que despertaban hasta sus más tibios estrenos en Europa), Woody Allen decidió viajar a Londres a rodar, por primera vez en su vida, una película completamente en un país que no fuera Estados Unidos. El resultado de este viaje fueron tres películas: Match Point, Scoop y Cassandra's Dream. Independientemente de los argumentos de cada una – 'Match Point' es un drama que mucho le debe a Crimen y Castigo, de Dostoyevski, Scoop una comedia de muy bajo nivel cuyas intenciones jamás quedan claras; y Cassandra's Dream, quizá la más lograda de las tres, recupera nuevamente a Dostoyevski, aunque la fuente de la que abreva es Los Hermanos Karamazov-, lo que nos interesa es la mirada de Allen: ¿cómo mira un cineasta esencialmente neoyorquino a otra de las grandes urbes, situada al otro lado del océano?
Lo que nos deja la visita a Londres de Woody Allen es un cambio radical en su mirada: si en Nueva York el cineasta es un residente honorario, vitalicio, en Londres no deja nunca de ser un turista. Esto queda claro en la manera en la que se acerca a cada ciudad: a Nueva York es perfectamente capaz de mirarla en perspectiva, como en la secuencia inicial de Manhattan; de retratarla a ras de suelo, como en Bullets Over Broadway; y de concentrarse en los detalles: hay tomas de azoteas, tomas de calles poco conocidas o visitadas por el cine, y tomas intensamente urbanas, como en Radio Days. Es verdad: Allen no se introduce en los barrios 'peligrosos' de la ciudad, pero no lo hace más por un instinto cultural que por una visión segregacionista (aunque se le ha acusado de esto en más de una ocasión). En cambio, Londres recibe la mirada más insípida del cineasta. Así, Woody se conforma con retratar los lugares estereotípicos de Londres: la galería Saatchi, el London Eye, el Támesis. Lo hace como si lo hiciera por encargo: a diferencia de lo que pasa en Nueva York, que ha quedado infinitamente marcada por las tomas de Allen (a tal grado que da la impresión que las postales de la ciudad se basan en su obra, un cine personalísimo que lleva más de cuarenta años documentando a la ciudad), Londres existe más allá de su mirada. La ciudad, esa construcción que le es propia en Nueva York, su ciudad natal, de la que conoce los bares, los sitios de moda y los que no, las tiendas de discos, los departamentos, le resulta totalmente ajena en Londres.
Varios ejemplos de lo anterior: Hay una toma en Match Point donde inserta tímidamente la presencia de un graffiti del mundialmente famoso Banksy. El detalle parece risible para quienes lo perciben a la primera oportunidad e invisible para la mayoría: no hay en la lente de Woody en Londres la capacidad de aferrar la ciudad como un personaje de la misma manera que en Nueva York. El Londres de Woody Allen no es el Londres real: es el Londres de las revistas, de las guías de turistas. Al contrario del Nueva York de Woody Allen, que da la impresión de redescubrir la ciudad a la menor oportunidad, su Londres no aporta nada que no hayamos visto en cualquier documental genérico delTravel and Living.
Dos momentos definen al Londres alleniano de Match Point: el primero, el recorrido 'para conocer la ciudad' que hace Chris (Jonathan Rhys Meyers) con su prometida, Chloe (Emily Mortimer). El recorrido es un breve pero contundente resumensobre la manera en la que el director mira a la capital londinense: Allen incluye al Big Ben, a Westminster Abbey, a todo lo que sea necesario incluir (miembros de la guardia inglesa incluidos) para recalcar con trazo grueso que sí: estamos en Londres. Sorprende la necesidad que tiene Allen de introducir en un mismo encuadre a la galería Saatchi y al London Eye
La segunda clave del Lodres alleniano es el recorrido que lleva a Chris, acusado de homicidio, a la comisaría. Hace su aparición el graffitti 'Girl with the red balloon' de Banksy, arriba mencionado. La escena culmina con Chris tirando las joyas de su víctima al río Támesis – de nuevo el cliché de la locación – y con el anillo rebotando y suspendido dramáticamente en el aire, justo como una pelota de tennis en el punto decisivo de un partido: el match point del título.
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Ambas escenas delatan al Woody Allen turístico, incapaz de imprimirle el sello personal a Londres como lo hace con Nueva York. Manhattan y Match Point sustentan buena parte de su desarrollo en torno a una escena en un puente. La diferencia, sin embargo, radica en la habilidad de Allen de encontrar un punto inesperado en un sitio fácilmente identificable: en Manhattan la escena del puente (Queensboro Bridge) es originalísima e imposible de concebir en otro sitio. La ciudad se revela como un personaje: participa activamente en los hechos, aportando elementos insustituibles (y Allen crea, de paso, una de las postales más memorables del cine). En Match Point, en cambio, la visión del Blackfriars Bridge es sesgada: su presencia no es notoria, no da la sensación de sitio único,y la escena del anillo golpeando el borde pudo haber sucedido allí o en cualquier otro puente.
El problema se repite en Barcelona (Vicky Cristina Barcelona es un claro ejemplo de la miopía turística de Allen en su punto máximo), y a juzgar por los avances que hemos visto, se repetirá en Paris en Midnight in Paris.
Al final, por supuesto, la ciudad y el argumento logran imponerse. Match Point y Cassandra's Dream, ambas con guiones muy logrados, trascienden la limitada visión de su creador para ser grandes obras. Así, la sugerencia quizá sea no acercarse al cine europeo de Woody Allen con la intención de conocer a fondo los rincones de las metrópolis que visita: ese trabajo habría que dejárselo al Allen neoyorquino, al que está en casa. Como extranjero, es un efectivo cuenta cuentos que desafortunadamente no puede desprenderse de su condición de turista.
Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.