Karen, el segundo largo de María Pérez Sanz (Plasencia, 1984), es el retrato de los últimos días de Karen Blixen en África. La escritora había apostado todo su dinero y energía en la puesta en marcha de un cafetal. La cosa no salió bien. La película huye de la tragedia y del énfasis y se centra en escenas domésticas y cotidianas. Extremadura se convierte en Kenia y Christina Rosenvinge en Karen Blixen. Tras su paso por el Festival de Sevilla e inaugurar Márgenes, la película llegará a los cines en primavera.
Pensaba que la película había surgido así: te fascinas con Blixen y decides rodar en Extremadura. Me sorprendió mucho descubrir que había sido al revés: querías rodar en Extremadura como si fuera África y entonces el personaje de la escritora danesa que tuvo una granja en África, en Kenia, se impuso.
Sí. Fue así. Yo ya había rodado un cortometraje Ejercicio 2: Ficción en el que convertía el pantano de mi finca extremeña en un lago keniano para mostrar un breve encuentro entre un explorador europeo y una joven masai (mi amiga Violeta Fatás hacía el papel de masai y yo misma era el explorador). Con Karen, al principio, se trataba precisamente de eso, de hacer un ejercicio de ficción con el que poder transformar un paisaje y colocar en él a unos personajes arquetípicos. En cuanto me puse el salacot la imagen de Karen Blixen apareció nítida entre las encinas. Farah tardó más en aparecer… Tuve que bucear muy profundo en la obra de Isak Dinesen para darme cuenta de que era él y nadie más quien debía acompañarla a lo largo y ancho del camino de la película.
Ahora que lo sé y después de haber visto la película lo entiendo: esos planos en que los campos extremeños parecen la sabana y casi esperas que aparezca una leona por un lateral del cuadro…
El milagro cinematográfico me ha sorprendido incluso a mí misma. Tenía esa intuición o fantasía que me hacía pensar que funcionaría pero nunca pensé que Extremadura y sus dehesas de encinas pudieran desaparecer para el espectador… no me empeñaba en borrar nada en las imágenes, y tampoco me hubiera importado demasiado si una piara de cerdos hubiese atravesado el encuadre. Creo que fue la fuerza de los personajes la que terminó de hacer encajar las piezas. Al fin y al cabo Karen y Farah (danesa y somalí) también hablan castellano y poco nos importa…
Karen es la historia de los últimos días de la escritora –que entonces no era escritora aún, o no del todo– en su granja: lo que vemos es cómo ella asume que ha perdido su apuesta con el cafetal. La relación con Farah, algo así como su capataz, es fundamental y a la vez es ambigua porque es una relación profunda de interdependencia pero de dos personas que son muy diferentes.
Más que la historia diría que es el retrato. Poca historia (o mejor dicho trama) hay en esta película. No hay causas, solo efectos y no se explica nunca cómo los personajes han llegado a este punto.
Farah y Karen tenían exactamente la misma edad. Eran ama y sirviente pero no solo eso… Farah llevaba las cuentas de la granja, siempre controló el dinero y la administración de la casa. Era sus dos brazos y su relación con el país, en realidad Karen necesitaba mucho más a Farah de lo que él la necesitaba a ella. Su relación está profundamente descrita en Sombras en la hierba (último libro de Isak Dinesen) pero de nuevo, como ocurría en Memorias de África, un idílico y romántico velo lo envuelve todo y nosotros queríamos despojarnos de eso… Así que en el guion, aunque está muy inspirado en anécdotas y sucesos reales, introdujimos una mayor ambigüedad a través de actitudes como la desconfianza (-Farah, ¿Tú me traduces todo lo que dice el jefe Kikuyu?), o la seducción (-¿Qué te parece mi vestido, Farah?) y también altas dosis de intimidad. Por supuesto llegamos a preguntarnos si había existido una relación amorosa o sexual entre ellos, llegamos a la conclusión de que no era probable y quisimos evitar las historias de amor a toda costa. Pero algo queda de esas dudas nuestras en la película… Karen y Farah parecen seguirse el uno al otro por extraños caminos… y como le ocurre a Aldebarán, nunca alcanzarán las Pléyades.
Toda la película está contada huyendo deliberadamente de la épica y la tragedia. La historia se construye a partir de escenas más o menos cotidianas y anodinas: Karen y Farah haciendo el reparto del salario, Karen preparando las flores y preocupada por quién riega las rosas… ¿Por qué lo decidiste así?
En la vida doméstica ocurren las cosas más interesantes de nuestra existencia. Sus Cartas de África (no destinadas a publicarse) nos alumbraban con infinidad de pequeñas anécdotas cotidianas. De una frase aparentemente insignificante surgía una escena y así íbamos construyendo la película. Diría que Karen es un antibiopic porque deja fuera los acontecimientos relevantes de la vida del personaje para detenerse en un momento muy preciso de su existencia que se representa además a través de lo que normalmente no se filma, momentos valle antinarrativos que sin embargo para mí son completamente cinematográficos.
Hay un momento en que está Karen cenando, arreglada con un vestido rojo, y frente a ella un servicio y una silla vacía…
Sobre esto lo único que podría decir (¿por qué añadir algo que no hemos añadido en la película?) es que la idea que teníamos era que, a excepción de Farah, los personajes masculinos solo estarían en la película por ausencia. Y ahí está Farah, para intentar mitigar esa soledad.
¿Por qué aparece el personaje de Isabelle Stoffel y cuenta la historia del aborto espontáneo?
El personaje de Isabelle representa a las pocas amigas europeas que Karen tuvo en Kenia. Con su conversación, bajo los efectos del opio, intentamos abordar un par de cuestiones. Por un lado, a través de Isabelle y del rostro de Christina mientras escucha podíamos hablar de Karen y de pequeños dolores vitales: el control de la familia, la maternidad (o mejor dicho aquí, su ausencia). Por otro lado Isabelle también nos brindaba la oportunidad de permitir que Karen exprese sus sentimientos hacia Farah, aunque al final de la escena podemos dudar de la sinceridad de sus palabras…
El final es muy sorprendente en lo narrativo y por otro lado tiene algo de redención del personaje: al final encontró su destino, que es una idea muy de Blixen por otro lado…
El destino está presente en Karen Blixen y en todos los escritos de Isak Dinesen. El destino supongo es el tema de la película o al menos el hilo que todo sostiene. Al igual que me interesaba la vida doméstica también me fascina el mito que surge después. Lo que ocurre a través de esa mirada final de Karen a la ventana, ese salto en el espacio y el tiempo que solo el cine permite, daba sentido a todo.
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).