Hacia el desenlace de Intensa Mente (Docter y Del Carmen, 2015), décimo quinto largometraje de la Casa Pixar, las cinco emociones de la niña protagonista Riley –a saber, Alegría, Tristeza, Temor, Desagrado y Furia– respiran aliviadas porque, de último minuto, pudieron resolver la crisis emocional de la chamaquita que habitan. Aunque, eso sí, al final les queda una duda, pues Alegría ve que en el panel de control por el que navegan a Riley aparece un botón que dice “pubertad”. ¿Qué será eso?
En la tardía secuela que en estos días ha invadido prácticamente todas las salas de cine del país, Intensa Mente 2 (Mann, 2024), Riley ya tiene 13 años y, en efecto, ha llegado a la pubertad con la consiguiente aparición de otras emociones: Ansiedad, Envidia, Vergüenza y, por supuesto, la clásica de la adolescencia, el Aburrimiento o, como se llama a sí misma la propia emoción, con todo y acento francés, Ennui. La premisa es que la chamaca protagónica está a punto de entrar a la secundaria, por lo que tendrá que redefinir no solo quién es, sino quién quiere ser a partir de ese momento. Así pues, en un fin de semana clave en el que ella irá a un campamento estudiantil de hockey, tendrá que aparecer una nueva Riley, con muchas más emociones, es decir, una Riley más compleja y, por lo mismo, más contradictoria.
Sin embargo, Pixar siendo Pixar –y, además, Disney siendo Disney–, Riley enfrentará todas las crisis que usted quiera en esta nueva película menos una fundamental de cualquier chamaca o chamaco de 13 años de edad: la curiosidad sexual/sensual. O sea, Riley no piensa en eso jamás de los jamases, lo cual resulta lógico siendo un filme familiar disneyano, pero nada convincente si se recuerda un poco lo que sucede en la adolescencia, más o menos en esa edad.
No se preocupe: si Pixar, por convicción, vocación y hasta obvio objetivo comercial ha decidido que Riley es una adolescente que no tiene una sola emoción que la conecte con el eros, hay otra cinta animada, presentada prácticamente al mismo tiempo que Intensa Mente 2, que sí se ha atrevido a abordar el tema. Me refiero a Spermageddon (Noruega, 2024), largometraje animado estrenado mundialmente hace unos días, en función de medianoche y fuera de concurso, en Annecy 2024, el festival internacional de cine de animación más prestigiado del mundo.
Dirigida a cuatro manos por el veterano animador noruego Rasmus A. Sivertsen y el director también noruego, especialista en comedia fantástica, Tommy Wirkola, Spermageddon parte de la misma premisa de Intensa Mente 2, solo que la historia escrita por el propio Wirkola en colaboración con otros dos guionistas tiene como protagonista a un chamaco y no a una jovencita. Nuestro héroe es Jens, un tímido adolescente ñoño, fanático de La guerra de las galaxias y El señor de los anillos, que va a pasar unos días en un campamento de verano mixto, al lado de sus amigos y, por supuesto, también de sus amigas, especialmente de Lisa, una muchachita morena de mirada franca y sonrisa abierta. Como estamos en Noruega, los liberales padres de Jens saben lo que puede suceder en un campamento veraniego así que el prevenido papá –que le cuenta a su hijo la primera vez que se emborrachó, vomitó y terminó en el bote siendo un adolescente– le da unos consejos y un condón a su cachorro, por aquello de que “el hombre es fuego; la mujer, estopa; llega el diablo (noruego) y sopla”.
Por supuesto, para ese momento en la edad de Jens, sus emociones están al tanto de que el chamaco ya llegó a la pubertad, quiere acción y desea a su compañerita Lisa, por lo que, en el panel de control, su cerebro está preparado para lo peor, porque ya se sabe que a esa edad y cuando llega la calentura, nadie piensa con la cabeza de arriba sino con, ejem, la de abajo. De tal forma que los protagonistas paralelos de esta cinta no son, como en Intensa Mente, las emociones de Jens, sino más bien sus pulsiones sexuales y, para ser más específicos, sus espermatozoides, pues todos ellos están preparados para el Día D, el “Espermagedón” del título original, ese mítico momento en el que su muchachito tendrá su primer coito.
De tal suerte, esta inclasificable cinta animada alterna los titubeantes acercamientos, los primeros escarceos y los varios encuentros sexuales entre Jens y Lisa con lo que sucede en el interior de nuestro ganoso protagonista, pues dos audaces espermatozoides, Simen y Cumilla (ni modo, así se llaman), tienen que pasar una odisea para llegar a su objetivo, por el que se han preparado toda su vida en la prestigiada Screwniversity: fecundar el óvulo. El problema es que Simen y Cumilla han entrado al cuerpo de Lisa por el camino equivocado y, bueno, ya se imaginará. O, mejor dicho, no creo que usted se lo imagine.
Spermageddon es una extensión en largometraje y animación digital de un célebre sketch del primer Woody Allen (el segmento del esperma confundido en Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo, pero temía preguntar, 1974), que usa la premisa contenida en el díptico de Intensa Mente, solo que con una intención muy distinta, pues Jens y Lisa no lidian con emociones sino, más bien, con pulsiones y deseos. Además, el guion de Wirkola y compañía nos presenta la aventura de los dos osados espermatozoides, Simen y Cumilla, como si fuera la versión escatológica del clásico Viaje fantástico (Fleischer, 1966).
Si bien es cierto que Spermageddon no puede competir en el terreno de la animación con Disney/Pixar, en el terreno argumental y temático el filme de Svertsen y Wirkola no tiene competencia alguna. Y es que más allá de su inevitable comicidad alburera –la descripción de cierto lugar como Las cataratas del Viagra, el sabio consejo Carpe penis en lugar de Carpe diem, el grito recurrente de “Cock help us!” cada vez que los espermas están en peligro–, Spermageddon funciona en varios niveles complementarios: es una entretenida película de aventuras animadas, una delicada cinta de maduración sexual juvenil, una regocijante comedia vulgar y escatológica y, last but not least, un didáctico filme de orientación sexual, pues aunque parezca mentira, está hecho para un público adolescente.
Sin regaños patriarcales de ninguna especie y sin telarañas moralinas de ningún tipo, Sivertsten y Wirkola nos muestran a dos preparatorianos que están aprendiendo a usar su cuerpo y, también, a controlarlo y a controlarse. Se dejan ir por sus pulsiones y deseos, qué remedio, pero también por la razón y el entendimiento, de tal forma que vemos continuamente todos los cuidados que tienen para que Simen y Cumilla no cumplan con su objetivo de fecundar el óvulo: que si un primer condón, que si un segundo condón, que si esta cremita de por aquí, que si la píldora del día siguiente por acá. Y si todo esto falla, como les dice a los dos chamacos una doctora cantando a todo pulmón –sí, en Spermageddon hay varias canciones–, para eso están las clínicas, porque nadie está obligada ni obligado a tener hijos si no se está preparado para ser madre, para ser padre. Y, caray, Lisa y Jens apenas están en la prepa. Qué necesidad.
Spermageddon se estrenará comercialmente en Europa en los próximos meses del año. Ya veremos si alguien se anima a exhibirla por estos rumbos (Festival de Cine de Morelia: a ti te estoy hablando) y si no, seguramente aparecerá en alguna plataforma. Eso sí, en un mundo perfecto, Spermageddon debería de exhibirse en función doble con Intensa Mente 2. Es más: podría exhibirse con el título de Intensa Mente 3: La primera vez. Que conste que yo lo dije primero. ~
(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.