No todo lo que dice Le Carré se puede creer

El fallecido novelista se oculta a plena luz en el documental John le Carré: Volar en círculos, un cerebral interrogatorio personal dirigido por el veterano Errol Morris.
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Después de una breve pero exitosa gira festivalera por Telluride, Toronto, Nueva York y Londres, similares y conexos, este 20 de octubre se estrenará globalmente, en la plataforma de streaming de AppleTV+, John le Carré: Volar en círculos (The pigeon tunnel, E.U., 2023), decimotercer largometraje del veterano documentalista e implacable retratista cinematográfico Errol Morris (que ha dirigido, entre otras muchas, su opera prima y precoz obra mayor Gates of heaven, de 1978, la reciente American Dharma, de 2018, y la influyentísima The thin blue line, de 1988).

Partiendo de Volar en círculos (Planeta, 2016), las memorias escritas por el fallecido novelista británico John le Carré (1931-2020), he aquí de nuevo a Errol Morris sentado frente a otro elusivo personaje, en una absorbente, civilizada y muy articulada conversación que es al mismo tiempo un cerebral interrogatorio personal que deviene, a final de cuentas, en una inevitable autoexploración existencial, por más que en no pocas ocasiones el protagonista investigado intente ocultarse de Morris y de nosotros frente a la cámara y a plena luz.

Hay diferencias entre este nuevo retrato fílmico de Morris y los anteriores que ha realizado a lo largo de su extensa carrera –los de Fred A Lechter Jr. en Mr. Death (1999), Robert McNamara en The fog of war (2003), Donald Rumsfeld en The unkonwn known (2013) y Steve Bannon en American dharma–. En primera instancia, queda claro desde el inicio que hay una relación de mutua admiración (¿incluso de amistad?) entre Morris y le Carré; en segundo lugar, que si alguien sabía lo que es interrogar y ser interrogado era precisamente John le Carré, nacido en una pequeña población costera inglesa con el nombre de David Cornwell.

Acaso por estos dos elementos, el cineasta no presiona en los temas personales que le Carré ha decidido no explorar, específicamente su vida amorosa, marital y sexual que, al parecer, no careció de dobleces y engaños, según escribió Suleika Dawson, su amante durante más de una década, en su libro de memorias The secret heart (2022). De cualquier manera, el centro del filme no deja de ser muy personal, pero en otro sentido: en la manera en la que su compleja relación con sus padres –su madre lo abandonó a él y a su hermano siendo niños, su padre fue un timador profesional que pasó varias veces por la cárcel– terminó influyendo no solo en su vida entera sino en su futura obra literaria que, por lo visto en el documental, a veces resulta indistinguible de su propia existencia.

El joven David Cornwell estaba destinado a convertirse en un espía: educado por su padre Ronnie para engañar y a mentir, fue su gustoso aprendiz y colaborador en algunas transas que el carismático Ronnie había planeado. Luego, en su juventud, estudiando en Oxford y trabajando como profesor en Eton, aprendió a encajar entre una aristocracia a la que no pertenecía. Un espía perfecto –así se llama su novela más claramente autobiográfica, publicada en 1986– no llama la atención sobre sí mismo, pasa desapercibido, no provoca temor ni rechazo y, por lo mismo, genera confianza. Cuando sucede esto, cuando la otra persona ha bajado su defensa, es el momento exacto para que el espía perfecto traicione. Su exitoso paso por los acomodados escenarios de Oxbridge llevaron a Cornwell a ser reclutado por los servicios de inteligencia británicos –primero el MI5 y después el emblemático MI6 de “Bond, James Bond”–, quienes lo enviaron en calidad de espía a trabajar en Berlín en el preciso instante en que los alemanes del este levantaban el muro que separaría en dos a la ciudad y, simbólicamente, a los bloques occidentales y orientales de todo el planeta.

Mientras Cornwell habla de lo que quiere recordar, con toda tranquilidad y directamente a la cámara (a través del famoso sistema creado por el propio Morris y bautizado como Interrotron) vemos, a mejor estilo de su temprana obra maestra The thin blue line, recreaciones actuadas de su infancia y la juventud, fragmentos clave de algunas de las películas y series televisivas basadas en sus libros –como Alto espionaje (Ritt, 1965), Tinker, tailor, soldier, spy (Irvin, 1979) y Smiley’s people (Langton, 1982–, además de imágenes de archivo que nos presentan el contexto histórico en el que el joven espía se terminó convirtiendo en uno de los más populares novelistas del orbe.

Es cierto, nada de lo que dice Cornwell/le Carré es novedad para quien haya seguido de cerca su vasta bibliografía, haya visto un puñado de sus películas y series de televisión o, por supuesto, le haya hincado al diente a las memorias de las que parten todas sus confesiones frente al lente de Morris. No obstante, entre los resquicios de esa evidente confianza que hay entre el anciano escritor y el por primera vez prudente interrogador se cuelan, de todas formas, algunos momentos genuinamente reveladores sobre cómo se ve a sí mismo John le Carré como autor (“soy un artista”), cómo juzga ciertas decisiones profesionales tomadas por David Cornwell en su juventud –en especial, la “patriótica” traición de un compañero de Oxford al que espió– y qué significa para él ser un espía. Un espía, según dice, no es más que un actor natural y un traidor nato, como lo fue su amado/odiado papá y como lo fue él mismo toda su vida, cuando no estaba escribiendo alguno de sus libros (“el único momento en el que soy feliz”).

Casi al final de este autorretrato documental, Cornwell/le Carré trata de convencernos (¿y de convencerse?) de que por más que muchos elementos de su vida están presentes en sus libros, la realidad es que él no se parece a los personajes que ha creado. El problema es que después de leer sus novelas, ver sus adaptaciones fílmicas y televisivas y, además, escucharlo hablar de su padre, de sí mismo, de sus ilusiones, sus decepciones, su escepticismo crónico y sus propias engaños y traiciones, es complicado creerle. ¿Usted le creería todo lo que dice a un novelista del talento de John le Carré? Yo, la verdad, no. ¿Y a un espía? Mucho menos. ~

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(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.


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