Escena de la película Furiosa donde aparece la actriz Anya Taylor-Joy.

Una Furiosa sin gasolina

Hay momentos en Furiosa que recuerdan que George Miller es capaz de hacer obras maestras. Por desgracia, la quinta entrega de la saga de Mad Max está lejos de ser una.
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Presentada fuera de concurso en Cannes 2024 y estrenada globalmente unos días después, Furiosa: De la saga Mad Max (Australia, 2024), décimo primer largometraje del versátil cineasta australiano hollywoodizado George Miller, lleva en su título el pecado y la penitencia. Escrita por el propio director en colaboración con el actor secundario y ocasional guionista Nick Lathouris, Furiosa esgrime y hasta presume su condición derivativa de precuela de la memorable saga a la que pertenece, lo que nos presenta, desde la misma premisa, sus limitaciones y alcances.

La idea no era del todo mala. La existencia de Furiosa, la quinta película de la serie iniciada hace casi medio siglo con Mad Max (1979), se justifica para dotar de vida previa al formidable personaje que terminó robándose el cuarto episodio y la obra cumbre de toda la saga, Mad Max: Furia en el camino (2015). Me refiero, por supuesto, a la indómita guerrera Imperator Furiosa, interpretada por una carismática Charlize Theron, quien logró desplazar del centro de la acción y de nuestro interés al protagonista, el solitario y atormentado expolicía Max Rockatansky (Tom Hardy tomando la estafeta de Mel Gibson).

De hecho, una de las razones del triunfo de Furia en el camino entre el público, la crítica y hasta la academia de Hollywood –casi 400 millones de dólares en taquilla, premio FIPRESCI a la película del año, diez nominaciones al Oscar 2016 y seis triunfos en esa ceremonia– es que la cinta funciona sin necesidad de tomar pausa para explicar el mundo postapocalíptico que nos presenta. Furia en el camino no es más que un apabullante espectáculo audiovisual que no descansa un solo instante, empujado por el simple deseo genuinamente cinematográfico de no aburrir ni distraer al respetable. La lógica narrativa del filme está supeditada a sus imágenes insólitas, a sus rugientes sonidos metálicos, a sus excéntricos personajes y a sus delirantes secuencias de acción, con todo y aquel inolvidable metalero que acompañaba a los villanos echándose sus palomazos con su guitarra eléctrica escupelumbre. ¿Para qué servía este personaje? Honestamente, para nada, pero ¿a quién le importa?

En contraste, Furiosa está construida con el fin de llenar gratuitamente un inexistente hueco argumental, por lo que se dedica cansinamente a explicar qué llevó a Furiosa a convertirse en pretoriana y luego imperator en el reino pseudorromano de la Ciudadela, regida por Immortan Joe (Lachy Hume sustituyendo a Hugh Keays-Byrne, fallecido en 2020) y sus herederos Rictus (Nathan Jones) y Scrotus (Josh Helman).

De esta manera, en la primera parte del filme conocemos el “Lugar verde” al que se hacía alusión en Furia en el camino, ese rincón paradisiaco en donde todavía crecían las plantas y los árboles daban frutos, regido por el clan matriarcal de las Vuvalini. De ese lugar será secuestrada la preadolescente Furiosa (Alyla Brown, todo un descubrimiento) para ser entregada al desalmado motociclista nómada Dementus (Chris Hemsworth, sobreactuándose gozosamente), quien termina adoptándola para después convertirla en moneda de cambio con el fin de negociar un ventajoso trato con Immortan Joe.

La historia es lastrada por su desconcertante condición episódica, no solo porque está dividida de manera explícita en capítulos que tienen un título y hasta una numeración, sino porque el arco narrativo de la propia protagonista parece haber sido concebido a partir de una convencional lista de cotejo argumental. ¿Razones para buscar la venganza en contra de Dementus? Listo. ¿Necesidad de ocultar su identidad femenina haciéndose pasar por un flacucho jovencito? Hecho. ¿Aparición de un efímero interés amoroso que no llega a ningún lado porque no se nos brinda el suficiente tiempo como para que nos importe? No faltaba más. Furiosa ha sido concebida, pues, para vestir y revestir psicológicamente a un personaje que no tenía ninguna necesidad de justificación. La Furiosa de Charlize Theron es mucho más memorable que la de Anya Taylor-Joy, quien sustituye a Brown en la segunda parte del filme, porque el carácter del personaje en el filme de 2015 está definido por sus acciones y por nada ni nadie más. Por esta razón, Furiosa termina siendo la más floja de todas las películas de la saga, ya que su estructura narrativa obedece a la de un rito de crecimiento y maduración juvenil que ya hemos visto antes y, además, en mejores filmes.

Ahora bien, debo hacer algunas aclaraciones. Como mera película de acción, Furiosa es mucho más entretenida que casi cualquier otra cinta similar proveniente de Hollywood. No hay un solo filme de Marvel o de DC Comics que, digamos, roce la poética imaginación visual de Miller y de su equipo de producción: esos cielos azules sobresaturados que llenan la pantalla, esas inabarcables arenas rojizas con montañas en el horizonte cual Monument Valley fordiano, esa cuadriga de motocicletas con la que se mueve el Dementus de Hemsworth rodeado de sus bárbaros nómadas enloquecidos, las secuencias de acción montadas cual espectacular western postapocalíptico… Y, después del desenlace, en la secuencia final de créditos, esas inolvidables escenas provenientes de la insuperable Furia en el camino que nos recuerdan que George Miller es capaz de hacer obras maestras, aunque, por desgracia, Furiosa esté muy lejos de serla. ~

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(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.


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