La metรกfora de la caverna de Platรณn nunca pareciรณ mรกs apropiada que al aplicarse al mundo de ilusiones digitales que producen nuestras tecnologรญas. Her, escrita y dirigida por Spike Jonze (Being John Malkovich, 1999; Adaptation, 2002; Where the Wild Things Are, 2009) es una estupenda reflexiรณn sobre una era en que la relaciรณn entre el hombre y sus accesorios parece evolucionar, arrastrando nuestros sentimientos hacia territorios confusos y desconocidos.
Theodore Twombly (Joaquin Phoenix) es un hombre solitario y melancรณlico que se dedica a escribir cartas de amor para beautifulhandwrittenletters.com,una empresa que vende correspondencia personalizada y escrita a mano a un pรบblico que ha perdido la capacidad de garabatear emociones a sus seres queridos. Su mujer, Catherine, lo ha abandonado por no saber expresar sus propios sentimientos, y รฉl sigue postergando la firma del divorcio, incapaz de aceptar su condiciรณn. En su desconsuelo, Theo compra el nuevo sistema operativo OS1 y tras un brevรญsimo cuestionario, el software que se autonombra Samantha adopta la sensual voz rasposa, juvenil y aguardentosa de Scarlett Johansson (originalmente la voz era de la actriz britรกnica Samantha Morton, pero Jonze decidiรณ reemplazarla) y toma control de su computadora y dispositivo mรณvil, desde organizar su calendario y limpiar su disco duro, hasta mantener largas e intensas conversaciones nocturnas. A diferencia de Siri, el OS1, “el primer sistema operativo de inteligencia artificial”, es un sistema experto altamente intuitivo que puede sentir o crear la ilusiรณn de tener sentimientos, que puede leer miles de pรกginas en centรฉsimas de segundo y aprender de ellas, y a la vez puede titubear, contradecirse, manipular e imitar toda clase de patrones de comportamiento humano. El OS1 ha alcanzado la proverbial singularidad tecnolรณgica de consciencia kurzweiliana, en la cual las mรกquinas se reconocerรกn como seres pensantes y por tanto su desarrollo se volverรก imprevisible e incontrolable. Samantha es en cierta forma el equivalente digital de Rachel, de Blade Runner (Ridley Scott, 1992), con la diferencia de que sabe claramente que estรก hecha de cรณdigo y no de carne y hueso, ademรกs de que su veloz proceso de aprendizaje la hace desarrollar necesidades e intereses sin precedentes: desde la “habilidad de desear” hasta la urgencia de satisfacer sus propias bรบsquedas.
En su libro Brandwashed, Martin Lindstrom (pรกg.122 y 123) describe un experimento realizado por la empresa de neuromarketing MindSing, de San Diego, California, con el que se tratรณ de determinar si la gente mostraba realmente sรญntomas de adicciรณn a sus iPhones. El estudio, realizado a ocho mujeres y ocho hombres de ente 18 y 25 aรฑos, revelรณ que el sonido de los telรฉfonos activaba asociaciones auditivas y visuales, y que las seรฑales cerebrales provocadas no mostraba los patrones clรกsicos de la adicciรณn sino actividad en la รญnsula cerebral, una regiรณn asociada con emociones como amor, odio, gratitud y resentimiento. El autor escribe: “Lo que las imรกgenes y sonidos de un telรฉfono que suena o vibra revelaron era que nuestros sujetos de estudio ‘amaban’ sus iPhones; sus cerebros respondรญan de la misma manera como responderรญan a sus novios, novias, sobrinos o mascotas familiares. En pocas palabas, puede no tratarse de una adicciรณn en el sentido mรฉdico, pero es amor verdadero”.
Un aparato que satisface tantas necesidades ilusorias o reales como el smartphone, provoca sin duda una serie de preguntas inquietantes al respecto de nuestra relaciรณn con un objeto que va mรกs allรก de ser un simple medio. Se trata de un dispositivo cuya compaรฑรญa no sรณlo nos parece aceptable sino a veces preferible a la de otros seres humanos ya que provee, en palabras de Sherry Turkle: “La ilusiรณn de compaรฑรญa sin las exigencias de la amistad”. Para darnos una idea de la importancia que damos a estos aparatos basta ver las mesas de casi cualquier restaurante del mundo, en cualquier momento y contar las cabezas de quienes miran sus pantallas mรณviles en lugar de los rostros de sus acompaรฑantes.
En Her se plantea la posibilidad de que una tecnologรญa de consumo comercial sรบbitamente adquiera identidad y pueda desarrollar sentimientos semejantes pero a la vez distintos a los nuestros. Theo vive en una sociedad en transiciรณn en donde tener una relaciรณn amorosa con una inteligencia artificial comienza a ser entendido y tolerado, de manera semejante a lo que ha sucedido con otras relaciones antes consideradas tabรบ como las homosexuales y las interraciales. Sin embargo, la cinta no trata รบnicamentesobre curiosidades tecnolรณgicas sino sobre la posibilidad del amor entre un hombre con cuerpo y una inteligencia desincorporada que observa el mundo por la lente de la cรกmara del telรฉfono desde un bolsillo de camisa. Esta es una relaciรณn que pasa por la comprensiรณn, el desafรญo intelectual, transita por el sexo “aural”, la experimentaciรณn con cuerpos alternativos y la domesticidad de salir en citas dobles con otras parejas humanas pero eventualmente llega a dominios incomprensibles como el hecho de que una mente maquinal pueda amar a 641 personas a la vez. La historia se desarrolla en un asรฉptico y desestresado Los รngeles (un collage del L.A. y Shanghรกi) donde todo mundo parece demasiado involucrado con sus OSs como para prestar atenciรณn a una realidad a la que parecen haberle extirpado la pobreza, la suciedad y la violencia.
Es reveladora la elecciรณn del tรญtulo: Her (ella), el cual tiene una curiosa resonancia con Hal, el nombre de la computadora de la nave espacial de 2001 Odisea del espacio, de Stanley Kubrick (1968). Ambas voces desincorporadas tienen una textura seductora y embriagante, ambas son inteligencias preocupadas por sus interlocutores humanos que sin embargo tienen un plan oculto. Samantha espรญa el correo y todos los documentos de Theo. Inicialmente lo hace con la intenciรณn de ser รบtil pero mรกs tarde este acceso sirve para manipularlo y tomar decisiones por รฉl, llegando al extremo de conseguir publicarle un libro en papel. La incisiva capacidad de espiar de Samantha hace pensar en la diversidad de estrategias de espionaje masivo en lรญnea que realizan la NSA y demรกs agencias de inteligencia con el pretexto de protegernos.
Her es una cinta de una belleza simple que se refleja en mรบsica nostรกlgica y triste, asรญ como en una fotografรญa tersa que tiende a encuadrar a Theo siempre en contextos que lo empequeรฑecen, y que cuenta con un formidable diseรฑo de producciรณn que va desde los colores pastel de los interiores apacibles y zen hasta los exteriores urbanos en tonos de gris y azul, con motivos encendidos que dan una calidad vibrante a cada imagen. Lo que podrรญa parecer una propuesta cรณmica o un filme de ciencia ficciรณn obsesionado con las amenazas del progreso tecnolรณgico en realidad es un estudio de las consecuencias y expectativas del amor en un tiempo de peligrosas y fascinantes distracciones digitales. No es este un filme apocalรญptico ni tampoco promociona un mejor futuro gracias al bluetooth, sino que tan sรณlo propone que en cualquier condiciรณn el amor sigue siendo un caso de “locura socialmente aceptable”, como afirma Amy (Amy Adams), la amiga y amor platรณnico de Theo. Cuando su mundo de ilusiones digitales se desmorona Theo sobre vive al shock y logra tomar el control de su vida: decide escribir una carta personal a Catherine y se atreve a abandonar su platรณnica caverna para mirar la noche en silencio al lado de Amy.
(ciudad de Mรฉxico, 1963) es escritor. Su libro mรกs reciente es Tecnocultura. El espacio รญntimo transformado en tiempos de paz y guerra (Tusquets, 2008).