Estados Unidos rural. El de American Graffitti, Friday Night Lights, Forrest Gump y Oklahoma. Las avenidas somnolientas en las que apenas si pasan un par de pick-ups avejentadas; los trigales y pastizales que el viento arrulla; los escuetos desayunadores donde se reรบne la gente del pueblo, el billar en el que se emborrachan en las noches, los equipos preparatorianos que idolatran el futbol americano y el beisbol. En el imaginario colectivo, la esencia mรกs pura del norteamericano se encuentra oculta en estos pueblos que el tiempo, aparentemente, nunca toca. Y el cine y la literatura los han visitado una y otra vez para explorar estas caracterรญsticas. La belleza de The Tree of Life -el mundo prรญstino y natural que presenta- serรญa impensable si la cinta se llevara a cabo en la ciudad en la que trabaja el hijo (Sean Penn) en vez de en el pequeรฑo poblado texano donde creciรณ. Terrence Malick, el director, claramente adora -¿y aรฑora?- los detalles que componen a su locaciรณn: la pequeรฑa iglesia, los jardines arbolados, los riachuelos de agua fresca, las casas baldรญas y las avenidas tan yermas que pueden usarse como espacios para jugar. El mensaje es claro: en el Estados Unidos rural hay algo impoluto, permanente, alejado de la civilizaciรณn, y lo que ahรญ germina es siempre mรกs verde y mรกs puro que aquello que crece en las grandes ciudades.
Por lo tanto, porque el “small town America” es un sรญmbolo tan potente de valores tradicionales y supuesta limpieza, el cine y la literatura tampoco han dudado en revertir esta simbologรญa y usar estos pequeรฑos poblados para explorar la maldad, la indolencia y la injusticia. En los libros quizรกs no haya ejemplo mรกs claro que A sangre frรญa, de Truman Capote, un relato cuya fuerza proviene directamente de que el brutal asesinato que echa a andar la trama ocurre en un pueblo en el que nunca ha pasado nada similar (¿alguien puede imaginar la misma historia si el crimen se hubiera cometido en Nueva York?). Y en el cine, mi favorita siempre serรก The Last Picture Show, de Peter Bogdanovich, una pelรญcula (basada en una novela de Larry McMurtry) que explora la podredumbre oculta debajo de las aguas estancadas de un pequeรฑo poblado: el tedio, la endogamia, la falta de compasiรณn, los ideales y ambiciones absurdas. En la dรฉcada de los noventa, dos cintas, una extraรฑamente olvidada y la otra inexplicablemente laureada, visitaron los suburbios de Estados Unidos con el mismo รญmpetu que la obra maestra de Bogdanovich. The Ice Storm, de Ang Lee, es quizรกs la mejor pelรญcula de aquella dรฉcada: un delicado y complejo estudio de dos familias, y el apocalipsis que entre ambas suscitan en una noche gรฉlida durante las fiestas navideรฑas. Ninguna historia ha retratado con mayor fidelidad los entresijos oscuros que aguardan detrรกs de la superficie anodina de los pequeรฑos pueblos norteamericanos. Por otra parte, American Beauty explorรณ facetas similares, aunque desde una รณptica maniquea y efectista. Sin embargo, la academia le otorgรณ todos los premios que le negรณ a la cinta de Lee, al igual que privรณ de casi toda menciรณn a The Sweet Hereafter, de Atom Egoyan, basada en una novela igualmente impactante de Russell Banks, en la que un abogado de la gran ciudad (Ian Holm) llega a saldar cuentas a un pueblo en el que acaban de morir una decena de niรฑos en un accidente automovilรญstico.
En el siglo XXI no han faltado pelรญculas que ahonden en temas similares. Straw Dogs, remake de la brutal cinta original de Sam Peckinpah, trasladรณ la acciรณn de un pequeรฑo pueblo britรกnico a una aldea calurosa en las orillas del Mississippi. No obstante, ambas hablan sobre la misma temรกtica: la maldad de un pueblo en el que la ley no existe, el estancamiento inherente en quienes repiten una rutina todos los dรญas y, al igual que en The Last Picture Show, donde tambiรฉn aparece un personaje con retraso mental, Straw Dogs contrapone el supuesto espรญritu piadoso de un pueblo que se vuelca sobre el pรบlpito de su iglesia para recibir la comuniรณn, pero es incapaz de entender y proteger a aquel que es distinto de la mayorรญa. No obstante, quizรกs la mejor de todas las cintas del nuevo milenio que han intentado observar el alma oscura del Estados Unidos rural es A History of Violence, de David Cronenberg, la historia de Tom Stall (Viggo Mortensen) un hombre de carรกcter suave quien, tras un acto heroico en el que mata a dos ladrones, se ve acosado por Ed Harris, un mafioso que asegura que Tom es en realidad Joey Cusack, un asesino nacido en Philadelphia. Desde Bogdanovich, ninguna cรกmara habรญa captado el ritmo de un pueblo norteamericano con mayor fidelidad que la de Cronenberg: los buzones con el nombre de las familias, las avenidas arboladas, los anodinos centros comerciales, los compactos restaurantes, la tranquilidad (¿el sopor?) de un lugar en el que la mayor noticia es que un granjero tuvo una vaca con dos cabezas. A diferencia de cรณmo ocurre en The Ice Storm –y en oposiciรณn completa a la trama de Straw Dogs, donde la vรญctima es un forรกneo-, en A History of Violence la amenaza viene de afuera; el extranjero es quien atrae la muerte, quien corrompe la aparente limpieza de Millbrook, Indiana. El pueblo, ese oasis caduco, es incapaz de contenerla. Y si algo tienen en comรบn todas las cintas que exploran el corazรณn oscuro del small town America es eso: el mal, sea interno o externo, siempre gana. La paradรณjica lecciรณn es clara. En el Estados Unidos rural no hay cabida para el sueรฑo americano.