La espera infinita en la Sala de Emergencia; los enfermeros y enfermeras que ligan y chacotean; los diagnósticos al vapor y en jerga indescifrable; la firma con la que un hombre a punto de perder la conciencia exime al cirujano de toda responsabilidad. En fin, la burocracia hospitalaria y el hecho de que un cuerpo en una camilla es para un médico internista como un fólder para archivar. No sólo en México sino, al parecer, en Rumania, según narra el director Cristi Piu, un hipocondriaco confeso. En consecuencia con su nombre de pila –Dante–, el protagonista de La muerte del Sr. Lazarescu recorre no sólo el purgatorio como metáfora de una agonía, sino los círculos del infierno en la tierra que empiezan con una ambulancia, pasan por la indiferencia de camilleros, recepcionistas y médicos, y terminan con decisiones tomadas cuando ya no queda nada por hacer. La muerte del Sr. Lazarescu basa su impacto dramático en la renuncia de todo efectismo: la mundanidad y miserias de los servicios de salud pública, representados por Piu con absoluta fidelidad, son más escalofriantes que la visión hollywoodense de la vida hospitalaria, expuesta en exitosas series de televisión. ~
es crítica de cine. Mantiene en letraslibres.com la videocolumna Cine aparte y conduce el programa Encuadre Iberoamericano. Su libro Misterios de la sala oscura (Taurus) acaba de aparecer en España.