Hoy pocos leen fuera de Francia a Thรฉodore de Banville, el poeta parnasiano de exquisita tรฉcnica al que le debemos uno de los conceptos mรกs brillantes de la nomenclatura estรฉtica. En 1880, De Banville estableciรณ un nexo comparativo entre los bomberos franceses (“les pompiers”) y los personajes de la Antigรผedad grecorromana de algunos cuadros de Jacques-Louis David y su escuela neoclรกsica, que combaten desnudos pero con casco: “le pompier qui se dรฉshabille”. A partir de ese texto de De Banville el tรฉrmino pompier se empezรณ a aplicar, con el consabido รฉxito mundial, a los cuadros ridรญculamente enfรกticos, y por extensiรณn, desde entonces, a toda forma de representaciรณn artรญstica engolada, vacua y pretenciosa.
El รกrbol de la vida, quinta pelรญcula de Terrence Malick, es constantemente bombera, aunque en algunos momentos de su larga duraciรณn (139 minutos) estemos viendo atisbos del gran director que este hombre nacido en Texas en 1943 sin duda puede ser, con el agravante de que cada una de ellas ha sido peor que la anterior. Malick deslumbrรณ en 1973 con su รณpera prima Malas tierras –un fascinante relato, mรกs lรญrico que violento, de una pareja de asesinos jรณvenes–, tocรณ sesgadamente el western fantasmagรณrico con Dรญas del cielo –que contaba entre sus alicientes con la extraordinaria fotografรญa de Nรฉstor Almendros, por la que este obtuvo un Oscar– y despuรฉs se retirรณ veinte aรฑos de las vanidades del cine, segรบn parece para leer con sosiego a Heidegger, sobre el que habรญa hecho una tesis doctoral como alumno en Oxford, y dar clases de literatura en Francia. Volviรณ a Hollywood en 1998 con La delgada lรญnea roja, parรกbola algo tediosa sobre la guerra de Vietnam, muy perjudicada en la casi inevitable comparaciรณn con las anteriores obras magistrales de Coppola (Apocalypse Now, 1979) y Kubrick (La chaqueta metรกlica, 1987). Luego vino, ya en el siglo XXI, El nuevo mundo (2005), que tenรญa algunas hermosas secuencias en torno al personaje de la india Pocahontas y una enmaraรฑada cantidad de hojarasca.
El รกrbol de la vida arranca con veinte minutos de una excepcional potencia narrativa, presentando en breves trazos elรญpticos la vida feliz de los O’Brien, un joven matrimonio tejano con tres hijos varones al que un dรญa (estamos en la dรฉcada de los cincuenta) llega la noticia de la muerte accidental de uno de los chicos; es profundamente conmovedora la escena de la madre (Jessica Chastain) andando por la calle desorientada, y la correspondiente del padre (Brad Pitt) enterรกndose del accidente por telรฉfono, a punto de embarcar en un aviรณn que se convierte en el contrapunto sordo de su dolor. Las nociones de pรฉrdida, de ausencia, de recuerdos que no bastan para llenar el vacรญo dejado por el niรฑo muerto componen una delicada sonata de cรกmara, รญntima y verdaderamente patรฉtica, a la que aรฑade su portentoso instrumento vocal la actriz Fiona Shaw, en una intervenciรณn como consoladora abuela irlandesa que se hace corta. Pero inmediatamente despuรฉs, y una vez que nos ha sabido intrigar con la presencia en una ultramoderna ciudad de hoy del personaje interpretado por Sean Penn, el director siente la necesidad de remontarse a los orรญgenes del universo, de la angustia vital, de la maternidad, del amor, del Padre Eterno y tambiรฉn de la flora, la fauna y la orografรญa planetaria. Empieza pues la alegorรญa, que oscila en la media hora siguiente entre el reportaje al estilo National Geographic Channel y las tomas microscรณpicas de un documental de divulgaciรณn ginecolรณgica, uno y otras de una notable fealdad, culminando esa parte en uno de los mayores hitos de involuntaria comicidad que ha alcanzado el sรฉptimo arte desde que naciรณ: la familia de los dinosaurios problemรกticos en el tropo (digital, por supuesto) que la compara a la de los O’Brien. Las mรบsicas acompaรฑantes de ese galimatรญas, alguna de compositores excelsos, adquiere el valor de una cantinela coral agotadoramente eclesiรกstica.
Las artes han dado, antes de que naciera Malick, paradigmas, generalmente sinfรณnicos, pictรณricos o poรฉticos, de ambiciosas fabulaciones cosmogรณnicas. Si pensamos en las literarias, probablemente las que mรกs le han inspirado al cineasta norteamericano, acuden enseguida a la cabeza El paraรญso perdido de Milton, El preludio de Wordsworth y Hojas de hierba de Whitman, tres obras tambiรฉn desmesuradas, no en todos sus versos igual de inspiradas, pero cuyos autores estaban dotados de dos talentos que le faltan a Malick: sentido de la composiciรณn y oรญdo. La celebraciรณn de sรญ mismo de El รกrbol de la vida (en la que hay numerosos elementos autobiogrรกficos) no tiene, por ejemplo, la rica alternancia del libro de Whitman, que tras iniciar su “Song of Myself” con el conocido verso “I celebrate myself, and sing myself”, sabe intercalar en las exhalaciones subjetivas del vasto poema un elocuente correlato objetivo. Otro tanto sucede en El preludio, tensado entre las evocaciones personales y las digresiones intelectuales. Respecto al oรญdo poรฉtico, no ya aquellos maestros, sino casi ningรบn escritor consciente del ridรญculo se atreverรญa a poner por escrito lo que el narrador de Malick dice en una de sus confesiones mรกs rotundas: “La รบnica forma de ser feliz es amar.” Por no hablar, en tรฉrminos fรญlmicos, del chirriante final de metรกforas vegetales playeras y tecnolรณgicas.
Irrisoria cuando es trascendental y cรณsmica, deslavazada al reflejar los trozos de vida de sus seres humanos, es posible, sin embargo, si uno tiene el aguante o la curiosidad de los fragmentos, disfrutar esporรกdicamente con alguno de los hallazgos plรกsticos o temรกticos: el rito de la rana lanzada al espacio, el niรฑo con pelagra, los juegos tรกctiles de los dos hermanos en el cristal de la ventana, o la magnรญfica escena de la enagua de la madre robada, escondida y lanzada al rรญo por el mayor de los hijos, cuando aรบn no sabemos del todo su agobiado destino bรญblico de moderno Job escondido tras el facilรณn acrรณnimo de su nombre, Jack O’Brien. ~
Vicente Molina Foix es escritor. Su libro
mรกs reciente es 'El tercer siglo. 20 aรฑos de
cine contemporรกneo' (Cรกtedra, 2021).