Boardwalk Empire es, por sí misma, un elogio al personaje secundario. Parece casi intencional: su protagonista es Enoch “Nucky” Thompson, encarnado por Steve Buscemi –que ha interpretado memorables papeles secundarios a lo largo de su carrera—; y en su elenco hay varios actores recordados por sus papeles secundarios en otras series: Michael Kenneth Williams, Omar Little en The Wire; Dominic Chianese, Corrado Soprano en Los Soprano. La galería de secundarios de Boardwalk es nutridísima: casi coral, retrata la vida y el tráfico de alcohol en Atlantic City a través del negocio de Nucky, tesorero y jefe del contrabando local, quien eventualmente tiene que unir fuerzas con gángsters de Nueva York, Nueva Jersey y Washington; establecer alianzas con la comunidad negra y la del Ku Klux Klan; lidiar con políticos y rateros.
Dentro de todo este elenco, en el que lo mismo es posible ver a los jóvenes Lucky Luciano y Al Capone –Stephen Graham, otro lujoso personaje secundario—, a Johnny Torrio, Arnold Rothstein o Eddie Cantor, destaca –quizá irónicamente— un tipo sombrío de prótesis facial: el francotirador de primera clase Richard Harrow, interpretado por el bello Jack Huston. Su aparición, bajo el ala protectora de Jimmy Darmody –Michael Pitt—, es tan desconcertante como evidente: Harrow es el otro lado de la moneda del regreso de la guerra, aún menos favorecido que Darmody. A los ojos de Richard Harrow, Jimmy Darmody es un tipo afortunado, con una bella e incipiente familia, un trabajo en ascenso en la estructura criminal de Atlantic City, una madre amorosa y una bella casa a las orillas del mar. Richard está solo, deforme; viste una prótesis facial que cubre su rostro sin pómulo, boca y ojo izquierdos; lo único que posee es un cuerpo irrigado por sangre fría y un dedo hábil para jalar el gatillo cuando es necesario. Su primer asesinato lo presenta íntegramente: Harrow es un trasunto de El Fantasma de la Ópera:
En los 33 episodios de Boardwalk Empire hemos podido ver a Harrow de forma como una película de dos horas no lo permitiría. El formato de la serie de televisión tiene esta característica –no la llamemos ventaja, puede funcionar a favor o en contra—: permite mostrar durante más tiempo real en pantalla a sus personajes. En este tiempo, conocemos la vida de Harrow y algunos de sus pormenores: le hemos visto tomar de la mano a Tommy, el hijo huérfano de Jimmy Darmody; ha posado sin prótesis para Angela Darmody, la esposa muerta de Jimmy; ha vengado asesinatos, ha tomado la justicia en sus manos y se ha enamorado. Su justicia es la de un excombatiente: dura, resignada. La tristeza y soledad permean todo su ser –incluso su ser enamorado.
Boardwalk Empire recién terminó su tercera temporada. Después de su último desplante a la Taxi Driver, el destino de Harrow es aún incierto; la serie nos ha enseñado que, en el mundo de la mafia y el tráfico de alcohol, la muerte –igual que en la mafia siciliana de Los Soprano, de la que la serie es clara deudora— está cerca todo el tiempo. En las más de 30 horas de recorrido que llevamos siguiendo al tráfico de alcohol en Atlantic City, sin embargo, el tipo más memorable que hemos conocido sigue siendo ese veterano de la Primera Guerra Mundial que carece de la mitad del rostro: en ese mundo tan descompuesto, el hombre que ha asesinado a sesenta y tantas personas sigue siendo el mejor ser humano.
Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.