Es difรญcil criticar una pelรญcula que apela a la nostalgia -tan de moda estos dรญas- de una forma tan encantadora; que toca nuestras fibras mรกs sensibles y que, ademรกs, nos pone frente a dos rostros deliciosamente frescos y carismรกticos (Bรฉrรฉnice Bejo y Jean Dujardin). Pero no por invocar las fantasรญas nostรกlgicas de la audiencia, una cinta va a ser la mejor del aรฑo (aunque la Academia lo diga).
Hollywood parece aรฑorar el pasado: el old Hollywood glamour. Basta ver algunas de las nominadas al Oscar del 2012: un viaje en el tiempo al Paris de los veintes, el regreso de un mago-director (el tรฉrmino francรฉs lo capta mejor: cinรฉmagicien) del cine mudo, una pelรญcula muda fotografiada en blanco y negro, una biopic de Marilyn Monroe, una historia del servicio domรฉstico en los sesentas en Estados Unidos, y muchas mรกs. La ceremonia del รscar, con su decoraciรณn de cine antiguo y sus espectรกculos que homenajeaban al viejo Hollywood, no se quedรณ atrรกs: fue una invitaciรณn a revalorar la experiencia de estar en una sala de cine. Y tambiรฉn, ¿por quรฉ no? Un piropo de la Academia para la Academia.
Quien haya visto Singing in the rain (1952) o A star is born en cualquiera de sus versiones (1937, 1954, y 1976) mรกs o menos podrรญa adivinar el argumento de The artist. La cinta se sitรบa en el Hollywood de los aรฑos veinte. Jean Dujardin interpreta a George Valentin, una estrella del cine mudo, muy al estilo de Douglas Fairbanks, que se enfrenta a una carrera en rรกpido descenso por culpa de la apariciรณn del sonido. Bรฉrรฉnice Bejo es Peppy Miller, una adorable desconocida cuya vida cambia de la noche a la maรฑana –y se convierte en la nueva estrella de Hollywood- cuando conoce a Valentin accidentalmente. El francรฉs Michel Hazanavicius, guionista y director, igual evoca los tropos del cine mudo que los del cine de los aรฑos treinta y cuarenta: comedia slapstick, bailes, expresiones faciales exageradas. Hay, ademรกs, el tรญpico productor de los grandes estudios (puro en mano, sentado tras un escritorio gigantesco en una oficina aรบn mรกs grande), y un perro muy bien entrenado que se lleva la pelรญcula. The artist es un lindo pastiche de momentos del cine clรกsico. Y es allรญ donde radica su problema. La pelรญcula funciona como un homenaje, pero, ¿quรฉ serรญa de ella fuera de este contexto nostรกlgico?, ¿quรฉ pasarรญa si existiera en el contexto de la รฉpoca que celebra? Sospecho que no tendrรญa el mismo รฉxito: por mรกs efectivo que sea, el largometraje del cineasta francรฉs carece de la sofisticaciรณn y el encanto que hace memorables a sus predecesoras.
Es irรณnico que, en su discurso de agradecimiento al Oscar, Hazanavicius mencionara a Billy Wilder. Cuando alguien mencionรณ el nombre de Wilder inmediatamente pensรฉ en Sunset Boulevard, lo que me lleva a la famosรญsima frase de su protagonista, Norma Desmond: “no necesitรกbamos diรกlogos. Tenรญamos rostros.” “El silencio facilitaba llegar a los extremos”, dice el crรญtico de The New Yorker, David Denby. Extremos como la mirada de Greta Garbo, la exacerbada sensualidad de Louise Brooks, los movimientos exagerados de Douglas Fairbanks, la comedia fรญsica de Buster Keaton, y hasta la hรญper expresividad de Norma Desmond, quien representa los deshechos del cine mudo. La lista es interminable. Los grandes rostros del cine mudo estaban obligados a transmitir una infinidad de estados de รกnimo que hacen ver a los personajes de Hazanavicius como aprendices. En palabras de Denby, Dujardin y Bejo “se mueven sobre una lรญnea recta en cada escena; se quedan en un solo estado de รกnimo.” Pasados los primeros treinta minutos de la pelรญcula, los actores han mostrado toda la gama de expresiones que tienen bajo la manga. En ellos no hay rastro de esos extremos que Denby menciona.
Hay elemento loables dentro de la cinta. La mรบsica, que parece sacada de una grabaciรณn antigua, es efectiva. Los actores bailan muy bien, y hay un par de escenas memorables, como aquella donde Peppy mete las manos al saco de Valentin, acomodado sobre un maniquรญ, y simula que es รฉl quiรฉn la estรก abrazando. (El director se inspirรณ en una escena de una pelรญcula de 1927 (7th Heaven), donde Janet Gaynor hace algo similar con un saco.) La secuencia donde Peppy y Valentin se enamoran es magnรญfica. Hazanavicius repite una y otra vez una misma escena donde Valentin tiene que bailar con Peppy en el set de su pelรญcula. Segรบn lo que comentรณ el director a la revista britรกnica Sight and Sound, รฉl “no tuvo ningรบn problema en robar una secuencia si รฉsta ayudaba a contar mejor la historia.” Con esto podemos concluir que la cinta es un ejercicio bien hecho, que recopila secuencias de otras pelรญculas y las adapta segรบn las necesidades de la historia. Pero a pesar de su ejecuciรณn elegante, y de su facilidad para dar gusto al pรบblico, la obra de Hazanavicius es tibia: el argumento es predecible, la historia demasiado simple, y la interpretaciรณn blanda. Si The artist ganรณ el Oscar a mejor pelรญcula, es por lo que representa: una celebraciรณn del lenguaje cinematogrรกfico y una carta de amor al viejo Hollywood. Hay tambiรฉn algo de valentรญa en arriesgarse a competir, en una arena que celebra tanto los รฉxitos taquilleros, con una pelรญcula muda, y en blanco y negro. Pero si de celebrar la nostalgia se trataba, ¿por quรฉ no premiar a Hugo, de Martin Scorsese? Hugo es una pelรญcula innovadora que celebra al cine y su inagotable magia, y nos recuerda que estamos frente al “mayor espectรกculo del mundo” (como el tรญtulo de la pelรญcula de DeMille). Hugo Hernรกndez la reseรฑรณ acรก. ¿Por quรฉ premiar una pelรญcula cuyo mรกs grande acierto es hurtar elementos de otras pelรญculas?
Escritora y guionista.