Todo pasa en verano

La obra de Carla Simón, "Verano 1993", ganó el premio Goya a Mejor Dirección Novel.
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Un verano en el pueblo. Frida tiene seis años y es verano y está en casa de sus tíos. Pero el de Frida no es un verano cualquiera. Frida tiene el pelo corto y rizado y su madre acaba de morir. Su padre murió unos meses antes. La madre quiso que fuera su hermana la que se ocupara de la niña, en contra de la opinión de la abuela. La tía de la niña también tiene una hija un par de años más pequeña que Frida. La película, Verano 1993, el magnífico debut de Carla Simón (Barcelona, 1986) por el que ganó el Goya a Mejor Dirección Novel, empieza la noche de San Juan. Frida contempla los fuegos artificiales. Un niño se le acerca y le pregunta si no llora. Debería llorar porque su madre ha muerto. Pero Frida tiene seis años y no puede llorar. De eso va en realidad la película.

Niños de ojos grandes. Durante una temporada parecía que solo se hacían películas protagonizadas por niños de ojos grandes, siempre sorprendidos ante la crueldad del mundo. Esos niños solían llevarse los premios a actor revelación hasta que pusieron una edad mínima para poder estar nominado. Pienso en películas como Pa negre o El laberinto del fauno. Las niñas de Verano 1993 no tienen los ojos grandes. Laia Artigas, que interpreta a Frida, tiene los ojos almendrados, pero sobre todo tiene una mirada ambigua. Parece una niña dulce, desamparada e inocente, y un segundo después, sin cambiar de plano, se atisba rabia y perversión en su mirada. Frida es las dos cosas: está desamparada y llena de rabia. Paula Blanco es Anna, la prima de Frida. Mira a su prima con una mezcla de desconfianza y admiración, pasa del cariño a los celos con un pestañeo. Artigas y Blanco me recordaban más a los niños de Pequeño fugitivo, Los 400 golpes o Yiyi. Las dos niñas y David Verdaguer y Bruna Cusi –que interpretan a los tíos de Frida– componen personajes humanos, con aristas y contradicciones, en una situación llena de sentimientos enfrentados y que les supera a los cuatro. Por cierto, Cusi y Verdaguer sí ganaron los Goya a los que optaban: Mejor Actriz Revelación y Mejor Actor de Reparto.

Basada en hechos reales. Normalmente el lema “basado en hechos reales” se usa como reclamo comercial, aquí debe interpretarse más bien como una advertencia de lo delicado que es el material con el que se ha trabajado. Verano 1993 está inspirada en la historia de Carla Simón: sus padres también murieron cuando ella tenía seis años a causa de las complicaciones derivadas del Sida. Como para Frida, para Simón el verano de 1993 fue el comienzo de otra vida. Una en la que sus padres ya no estaban, una en la que su familia iba a ser otra. La cinta es al mismo tiempo la infancia de la cineasta y no. El guion recoge sensaciones y recuerdos de su niñez, pero no todo es verdad. La película condensa el principio de la transición y de la adaptación. El verano es una inflexión, una ruptura con la normalidad, como todos los veranos, pero cuando pase se recuperará otra rutina en otro lugar (en la película, la niña cambia Barcelona por un pueblo de Girona) y con otra gente.

Romper a llorar. Carla Simón ha explicado que su secuencia favorita es una en la que las dos niñas están jugando: Frida hace de mamá, se maquilla y se tumba a tomar el sol, y le pide a Anna cosas. Dice la directora que le gusta esa escena por lo bonito que fue rodarla. Esa secuencia, que también es de mis favoritas de la película, contiene todas las virtudes de la película no solo a nivel temático (la relación de las niñas), sino también a nivel formal: casi nos olvidamos de que lo que estamos viendo es una película, la cámara no tiene protagonismo, solo está ahí para mediar entre la historia y nosotros, y eso es tan de agradecer –ahí tiene mucho que ver Santiago Racaj, director de fotografía–. La historia se va construyendo con escenas donde el drama aparece de manera sutil (el estigma del VIH, por ejemplo), y también se ve la rebeldía de la niña que se niega a aceptar la nueva situación (se escapa una noche de la casa, pero le asusta la oscuridad). Así, poco a poco, sin subrayados, llegamos al emocionante final de la película: el llanto incontenible de la niña que, por fin, rompe a llorar. Nunca un llanto provocó un final tan feliz, quizá porque lo que anuncia es una nueva vida.

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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