Una mujer tirada en el piso, sangrando de la cabeza, llora desesperada. Otra está dispuesta a defender hasta con los dientes a su improvisada hija adoptiva, a tal grado que pelea a muerte contra una tercera mujer. Un anciano viudo que parece vivir en perpetuo estado de confusión toma un cuchillo, se abre una pequeña incisión en su pecho, coloca un transistor de radio en su interior y procede a limpiar toda la sangre derramada. Una muchacha que ha sido maltratada desde niña por su sobrepeso ha decidido que ya ha tenido suficiente y está lista para el amor. Para cualquier tipo de amor.
El 17º Fantastic Fest de Austin, organizado del 22 al 29 de septiembre pasado, presentó un muy variado muestrario del cine fantástico español –entre la ciencia ficción, el horror clásico y el slasher más desbocado–, con litros de sangre derramados en el encuadre y mutilaciones en primerísimo plano. En otras palabras, hubo moronga española a granel.
En La paradoja de Antares (España, 2022), tardía opera prima del veterano (tiene casi un centenar de créditos desde 2004 hasta la fecha) especialista en efectos visuales en cine y televisión Luis Tinoco, la solitaria Alexandra (Andrea Trepat) llega a trabajar al turno de la noche en un radiotelescopio español donde se dedica a la búsqueda de señales de vida en otros planetas. Esa misma noche, un huracán está asolando la ciudad, las calles y caminos están intransitables y, no lejos de ahí, su padre está agonizando.
La puesta en imágenes de Tinoco no podría haber sido más ascética –un solo escenario, un personaje en el encuadre, todas las comunicaciones de Alexandra suceden por teléfono o a través de videollamadas–, pero el argumento escrito por él mismo no deja que perdamos el interés desde que esta mujer adicta al trabajo descubre una señal de comunicación proveniente de algún sitio del universo –el Antares del título– y tiene que convencer a su jefe, colegas, compañeros y hasta a su propia hermana que lo que ha descubierto es en serio y que vale la pena sacrificar todo con tal de compartir algo que podría cambiar la historia de la humanidad.
Aunque es cierto que la película desemboca, hacia el final, en un cursi sentimentalismo aleccionador, también es cierto que, en el aspecto formal, el debutante Tinoco se revela como un muy competente cineasta, capaz de sostener una historia de principio a fin con el mínimo de recursos visuales y digitales, a no ser que tomemos a la sólida interpretación de Trepat como un auténtico efecto especial. De alguna manera lo es.
En Viejos (España, 2022), segundo largometraje a cuatro manos de Raúl Cerezo y Fernando González Gómez, hay también contactos inesperados, pero en esta caso, nada benignos. En un verano particularmente caluroso –que pasa de los 40 a los 50°C a lo largo de la película– uno de los viejos del título, Don Manuel (espléndido Zorion Eguileor), ha quedado viudo después de que su esposa se ha tirado por el balcón. El anciano, huraño y desconfiado, accede a irse a vivir con su hijo desempleado (Gustavo Salmerón), su nieta adolescente Naia (Paula Gallego) y la segunda esposa del hijo (Irene Anula), a quien no le hace gracia tener a ese vejestorio en su departamento, menos aun cuando ella está embarazada.
Don Manuel empieza a tener comportamientos extraños, atribuidos a la reciente pérdida de la mujer, al insoportable calor madrileño o, simple y llanamente, a su edad avanzada. El asunto es que muchos otros viejos están comportándose igual, acechando desde la ventana de enfrente, mirando fijamente desde una silla de ruedas, balbuceando esto o aquello desde la oscuridad. Los ancianos son molestos, estorban, no sirven de nada, no le sirven a nadie: el guion escrito por los dos cineastas en colaboración con Javier Trigales deja muy en claro sus intenciones alegóricas, más aun en la medida que una de las mejores escenas de horror del filme tiene que ver con el maltrato “normal”, muy común y muy corriente, que sufre Manuel de parte de su histérica nuera.
Cerezo y González Gómez han realizado un absorbente filme de horror fantástico a través de una muy eficaz puesta en imágenes, al inicio ominosamente escamoteadora, al final desbocada en toda su violencia gráfica, y cuya premisa argumental le debe bastante al mundo literario de Stephen King, en especial a la novela apocalíptica Cell(2006), pésimamente adaptada a la pantalla grande como Conexión mortal (Williams, 2016).
A propósito de Stephen King, es imposible negar su influencia en Y todos arderán (España, 2021), premiada este mismo año como mejor película iberoamericana en el festival brasileño Fantaspoa 2022. La siempre bienvenida Macarena Gómez –que ha aparecido en no pocas cintas fantásticas y de horror, entre ellas la notable Sangre de mi sangre (Andrés y Roel, 2014)– encarna a María José, una perturbada mujer divorciada a la que conocemos, en la primera imagen del filme, intentando tirarse de un puente. El inminente suicidio es interrumpido por una enana adolescente (Lucía García) que aparece de la nada, llena de lodo, pidiendo ayuda. María José recoge a esta muchacha y la lleva a su casa, en el pequeño pueblo de Rozas del Monte, no sin antes presenciar los extraños poderes que tiene Lucía –como la bautiza María José-, pues la jovencita resulta capaz de incendiar con la vista a dos guardias civiles que han detenido a las dos mujeres en la carretera.
El director David Hebrero no oculta sus deudas temáticas y visuales con Stephen King. El guion escrito por el mismo director en colaboración con el debutante Javier Kiran abreva claramente de Carrie, la novela de 1974 y la película de Brian de Palma de 1976, en esta desaforada crónica apocalíptica, ambientada en un pueblito español casi medieval, cuyos habitantes han llevado a tal extremo a María José, que la desequilibrada mujer ha decidido adoptar a la misteriosa Lucía no solo para sustituir a su hijo muerto, sino para vengarlo –el acosado muchacho se quitó la vida años atrás– y, de pasada, para destruir a todos y a cada uno de los habitantes de ese intolerante pueblo de la España profunda.
Así pues, la madre coraje María José levanta la voz, mueve los brazos en todas direcciones, abre los ojos de manera desorbitada, se lanza hacia adelante sin temor a lo que vaya a pasar, porque es claro que lo único que desea es ver ese pueblo arder. Nadie debería minimizar la ira de una madre en busca de justicia. Y menos una que es interpretada por Macarena Gómez.
Otra muchacha “diferente”, no por su estatura sino por su peso, es la protagonista de Cerdita (España, 2022), primer largometrajede Carlota Pereda, que terminaría ganando, con toda justicia, el premio a la mejor película de horror en el Fantastic Fest 2022. Nuevamente con la influencia de Stephen King en ristre, la “cerdita” del título, llamada en realidad Sara (Laura Galán, imponente), es una adolescente con sobrepeso que vive siendo acosada, insultada y sobajada, en persona y en línea, por la típica banda de Chicas pesadas (Waters, 2004) que son más delgadas, más bonitas y más seguras de sí mismas que la tímida y solitaria Sara.
La rutina de ese caluroso y húmedo verano en ese pequeño pueblo de Extremadura se rompe cuando aparece un cadáver flotando en la alberca comunitaria, otra víctima es asesinada violentamente en su casa y las abusivas muchachas que se han pasado la vida acosando a Sara han desaparecido sin dejar rastro y sin que nadie sepa nada de ellas. Bueno, en realidad, quien sí sabe qué está sucediendo es la propia Sara, que vio cómo un tipo grande, fuerte y silencioso –una especie de Michael Myers español– se ha llevado a todas sus “amigas” en una vagoneta. En cualquier slasher no hay nada más peligroso ni nada más amenazador que un invencible asesino serial suelto, pero Sara no lo ve así. Después de todo, ¿no será ese desconocido (Richard Holmes) su ángel de la guarda, su devoto enamorado y admirador?
El guion escrito por la propia directora retoma el personaje emblemático de la adolescente maltratada y su irreprimible deseo de venganza a partir de que Sara se da cuenta que, sin telepatía de por medio ni poderes combustibles como la enana de Y todos arderán, puede hacerle mucho daño a todas esas mujeres de cuerpo ideal que le han hecho la vida imposible. Más allá de esta evidente deuda argumental al universo literario de Stephen King, como directora, Pereda demuestra una desparpajada seguridad formal, al montar sucesivas y muy exitosas escenas de horror gore, que logran que saltemos más de una vez en nuestros asientos para luego hacernos soltar la inevitable carcajada nerviosa.
Al final, es evidente que Sara no necesita de nadie que venga a salvarla, ni siquiera ese misterioso admirador con vocación de carnicero. Ella se sabe defender sola. Lo habría podido hacer desde el principio, solo que no lo sabía. Pero ahora que lo sabe, a ver quién la detiene.
Cerdita ha empezado su corrida comercial en varios mercados internacionales esta semana. Seguramente pronto la veremos en México.
(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.