Foto: Library of Congress / Dominio público

Babe Ruth: un siglo entre pandemia y segunda

Babe Ruth llegó de refuerzo a los Yankees en 1920. Con su juego prodigioso, consiguió que la gente volviera a tener fe en un deporte manchado por el descubrimiento de juegos amañados, en el llamado escándalo de los Medias Negras.
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También en aquel año la temporada fue más corta que de costumbre.

Estados Unidos había entrado de lleno a la Gran Guerra en abril de 1917. En agosto de 1918 pasaba muchos problemas para asegurar un aumento rápido y masivo de sus efectivos militares. La mayoría de los expertos tenía argumentos para creer que Alemania sería la perdedora del conflicto comenzado en Sarajevo en 1914. Faltaban muchos meses y muertos para que eso sucediera. Las Grandes Ligas tampoco –como ahora– saldrían ilesas de las trincheras y del virus.

En junio, bajo el lema “trabajar o luchar”, el general Enoch Crowder llamó a muchos peloteros profesionales a enlistarse o formar parte de la industria bélica. La del beisbol, como pasa en situaciones de emergencia, fue declarada actividad “no esencial” en la contingencia y los equipos tuvieron que obedecer las órdenes del oficial. La campaña concluyó el 2 de septiembre, día del Trabajo en ese país.

Las novenas que lograron mantenerse en el standing se hicieron de los servicios de sus jugadores más viejos y más jóvenes. Por muchas razones, la pelota tardaría en volver a la normalidad.

El pitcher zurdo Babe Ruth tenía, en aquel final del verano del 18, apenas 23 años. Había jugado como jardinero (59 veces), como lanzador (20) y como primera base (13) en la exitosa campaña en la que los Medias Rojas logró el gallardete de la Liga Americana. Como abridor tuvo récord de 13 ganados y 7 perdidos, con 2.22 de carreras limpias admitidas.

El secretario de Guerra, Newton Baker, permitió que la Serie Mundial se realizara desde el 5 de septiembre en Chicago, casa de los Cachorros, campeón de la Liga Nacional. Ruth lanzó dos juegos en aquel clásico y llevaría su récord de entradas sin carrera hasta 29 y dos tercios. Toda una hazaña para un huérfano de ascendencia alemana, que había encontrado en el beisbol una forma de escapar del orfelinato. En aquel septiembre, Boston ganó su último título del siglo XX con 4 juegos a 2. Tampoco volverían a ganarlo los Cachorros. Ambos levantarían el trofeo hasta el siglo XXI: en 2004 y 2016, respectivamente.

El armisticio alemán, que marcó el final de la lucha armada, comenzó a las once de la mañana del 11 de noviembre (11-11-11) de 1918. En La Gran Guerra, Peter Hart calcula que hubo alrededor de 10 millones de soldados muertos en combate y casi seis millones de civiles perecieron por los efectos directos a la conflagración: hambre y epidemias, principalmente.

Ese año, mientras Ruth jugaba su penúltimo año con el Boston, las tropas estadounidenses llevaban entre sus pertrechos un enemigo letal para Europa y para el resto del mundo: la influenza A del subtipo H1N1, la llamada “gripe española”. El paciente cero de la futura pandemia se encontraba en Haskell, Kansas, en abril, justo al año de la entrada de los estadounidenses en la guerra. Yuval Noah Harari sostiene, en Homo Deus, que el virus mató entre 50 y 100 millones de personas en un año y contagió, en total, a 500 millones; un tercio de la población mundial de entonces.    

En 1919, los estadounidenses se prepararon para lo que pensaban que sería el regreso a la “vida de antes”. La memorable temporada comenzó con una euforia no vista desde la de 1912, en la cual Boston venció en siete juegos al Brooklyn de John McGraw. En “la normalidad”, el gran pasatiempo tuvo como protagonistas de la Serie Mundial a los Medias Blancas de Chicago, de Kid Gleason, con marca de 88-52, y a los Rojos de Cincinnati, de Pat Moran y 96-44. Los apostadores (algunos) daban por seguro ganador al Chicago. Entonces, la series se jugaban a ganar cinco de nueve partidos.

Nadie, en apego a la estadística, supuso que el duelo llegara a la cuenta final. Pero llegaron las uvas de la ira. Contra pronóstico, el Rojos venció 5-3. Ninguno de los asistentes a los parques desconfió de los resultados.

En enero de 1920, mientras Ruth era presentado como el nuevo refuerzo de los Yankees de Nueva York (a cambio de 125 mil dólares), las sospechas sobre los jugadores del Medias Blancas se acumularon en expedientes de pruebas y testigos. Al final de la campaña, el Chicago necesitaba ganar sus últimos tres partidos para superar al Cleveland en la lucha por el banderín de la Liga Americana. En la serie ante los Cafés de San Luis perdió dos y dejó que los Indios ganaran la liga con dos juegos de diferencia. La credibilidad del juego estaba en entredicho. Los dueños de los equipos reforzaron las investigaciones para que, como se dice, llegaran a las últimas consecuencias. Algunos apostadores habían planeado todas las sorpresas dentro de la alineación de los Medias Blancas.

Kenesaw Mountain Landis, un verdadero aficionado al beisbol, deporte que había jugado en sus años juveniles, nació en 1866, un año después de la Guerra Civil, en la que su padre fue médico de la Unión. Obtuvo el título de juez de Circuito en 1905 y fue determinante en varios procesos judiciales, entre los cuales destacaron aquel contra Jack Johnson, el campeón de los pesos pesados, al que se acusó de trata de mujeres. Landis encabezó la Gran Comisión que en agosto de 1921 encontró culpables de arreglo de partidos a ocho de los jugadores del Chicago. Todos fueron expulsados de por vida, entre ellos el extraordinario Joe Descalzo Jackson, quien según los implicados no tuvo conocimiento del amaño. El primer comisionado había salvado la legalidad del beisbol. Quedaba un pendiente en el Campo de los sueños: la legitimidad. Entonces llegó Ruth.

Babe rompió el récord de más entradas lanzadas en un partido de Serie Mundial en el segundo juego de la serie del Boston sobre el Brooklyn en 1916: 14, de las cuales 13 fueron sin carrera. En el 18, al bat conectó 11 jonrones y logró un asombroso (para un abridor) .300 de porcentaje de efectividad. Ya con los Yankees solamente tuvo dos salidas oficiales en la loma y ganó una de ellas. Pero conectó 54 cuadrangulares (59 en 1921 y 35 en el 22). Sin saberlo, Ruth provocó que la taquilla en las tribunas aumentara a números insospechados. La gente volvía a tener fe.

En 1921 y 22 los Yankees perdieron la Serie Mundial ante el Brooklyn (5-3 y 4-0). En ambos enfrentamientos, los equipos de la Gran Manzana compartieron la sede del Polo Grounds. La prensa calificó a aquellas ediciones como el Pleito del Underground. La casa de los Gigantes resultó pequeña para semejante matrimonio. El 19 de abril –otra vez el mes más cruel– se inauguró el Yankee Stadium con una serie ante el Boston. 72 mil espectadores vieron a Ruth conectar un jonrón en la victoria de 4-1 ante el gran rival. El Bambino había creado su propio templo sobre las ruinas de la trampa.

El 15 de octubre de 1923, con un rally de cinco carreras en la octava entrada, los Yankees (que ese año cumplían 20 años de existencia, ganaron la primera de sus 27 Series Mundiales. La prensa la llamó la Serie del Millón de dólares. Babe Ruth rescató al beisbol del bochorno y de la oscuridad. “No olvides que un hombre que tiene éxito en Nueva York, ese hombre es un éxito”, dice el tío Jeff en Manhattan Transfer, la novela de John Dos Passos. Y es cierto.    

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es reportero y editor. En 2020, Proceso editó su libro Golpe a golpe. Historias del boxeo en México.


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