Foto: Wikimedia Commons

Cuatro apuntes sobre Tony Bourdain

El legado del chef estadounidense que decidiรณ quitarse la vida hace unos dรญas es el de alguien contradictorio y vivaz. Bourdain veรญa en el otro no a un otro sino a un mismo, a una mujer o un hombre tan solos bajo el cielo unรกnime como รฉl.
Aร‘ADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

I

Para escribir la segunda y la tercera y la cuarta parte de este texto necesito escribir la primera parte de este texto. Lamentablemente, la parte primera va asรญ:

Uno de los legados de Anthony Bourdain tiene que ver con machismo, con un espectรกculo masculino. Para Bourdain, en ocasiones, comer fue una forma de levantarse en dos patas y darse puรฑetazos en el pecho. En โ€˜When meals get machoโ€™, Tamar E. Adler arguye que Bourdain convirtiรณ una cena de callos de res โ€“por decir algoโ€“ โ€œen una demostraciรณn de virilidadโ€. Pues sรญ: es cierto. Despuรฉs de la llegada de Bourdain a las librerรญas pero sobre todo a las teles, el man versus food, es decir la batalla por terminarse ese plato desconocido y potencialmente aberrante, se convirtiรณ en un gรฉnero ultrarredituable de no-ficciรณn. Estos seรฑores de pronto fueron capaces de comerse el corazรณn palpitante de una sierpe, los bigotes de una foca o la aleta podrida de un tiburรณn en nombre de los ratings. Claro que retroactivamente, con la ayuda de un poco de perspectiva, hoy podemos reconocer el meollo del problema. Es este: no tiene nada de especial comer ninguna de esas cosas. Otros seres humanos las consideran su comida del diario o de la fiesta, y el hecho de que no compartamos esas consideraciones no las hace ni curiosas ni aberrantes. Son hechos del mundo y ya. Comer un insecto en movimiento no representa ningรบn logro, salvo acaso el de vencer un miedo personal. Tal vez es equivalente a pararse cerca de la orilla en una azotea para quien teme a las alturas. Y ya.

Ademรกs de ser problemรกticamente machista o ruidosa, esa aproximaciรณn โ€“que muchos tomaron tras la huella de Bourdain, ignorando tal vez voluntariamente un pequeรฑo detalle, al que llegaremos en un momentoโ€“ tiene la desventaja de enfatizar la otredad, la tremenda separaciรณn de mรญ contigo. Es fรกcil decir que la comida nos acerca unos a otros; es fรกcil ver cรณmo nos sentamos a la mesa y de veras parece que estamos reunidos: vueltos a unir: como antes. Es fรกcil porque eso es lo que nos dicen. Pero tambiรฉn es cierto โ€“aunque menos fรกcil de verโ€“ que la comida es una de las herramientas de la separaciรณn, del tajo horrible que nos impide llegar a donde yo soy tรบ somos nosotros. La comida es una agencia de nuestro racismo y nuestro clasismo. El que come quelites es un nopal y el que come trufas es un pinche fifรญ. El banquete indio en Indiana Jones y el templo de la perdiciรณn es un brutal ejercicio de otredad. La gรผera no puede comer los bichos que se sirven ahรญ y los prietos no pueden creer que no pueda porque cรณmo. En el involuntario documental #LadyChiles vemos a una tal Adriana Rodrรญguez de Altamirano demoler a su empleada domรฉstica, Nieves Arjona, con el pretexto de que รฉsta se robรณ un chile en nogada. โ€œSe te da de sobra โ€“le dice la seรฑora de la casa a Nievesโ€“; no se te mide la comida; tรบ puedes comer todo lo que nosotros comemos.โ€ Evidentemente nosotros los ricos comemos comida de ricos. Ustedes los pobres tienen acceso a esa comida como nuestra dรกdiva: โ€œYo te he regalado queso, jamรณn, mantequilla… ยกchorizo!โ€ Pero malditos jodidos hijos de su repobre madre no se les ocurra agarrar un chile en nogada porque ai sรญ no cabrona y ora me pides perdรณn.

Series televisivas de exploraciรณn mรกs o menos asombrada como las de Anthony Bourdain han contribuido a magnificar ese tajo. De este lado estamos nosotros, los normales pero con varo para el viaje y para la borrachera y la comilona, y del otro ustedes, los raros que beben licores con pedazos de coyote o comen testรญculos de borrego en el desierto. Quรฉ maravilla que existan. ยฟDรณnde se habรญan escondido toda nuestra vida eh?

 

II

Dicho lo cual.

Dicho lo cual: he aquรญ el detalle que ignoran tal vez voluntariamente quienes siguieron las huellas de Anthony Bourdain, televisivas o literarias, en su exploraciรณn del mundo. Es uno pequeรฑito, pero clave. Bourdain vio ese mundo con una empatรญa casi absoluta y con una sorpresa humilde, amistosa. No es lo mismo que maravillarse de lo raros que son todos los otros. Bourdain veรญa en el otro no a un otro sino a un mismo, a una mujer o un hombre tan solos bajo el cielo unรกnime como รฉl. โ€œNada humano le era ajenoโ€, dice Alina Hernรกndez. Y sรญ. Pero sobre todo: nada sensiblemente humano le fue ajeno. La comida y la bebida (y las drogas y los venenos de cada pueblo) son lo primero que viene a la mente, claro. Pero Bourdain gozaba de un apetito generalizado, uno imposible de satisfacer. En sus libros y sus series hay todo.

Hay otros libros. Bourdain volvรญa insistentemente a Down and out in Paris and London de Orwell (โ€œel primero que retratรณ DE VERDAD lo que es ser cocinero de lรญnea o lavalozaโ€), a Le ventre de Paris de Zola (โ€œEl Ciudadano Kane de los libros de comidaโ€); a Shakespeare, a Dante, a Hammet, a Chandler. En sus charlas y en sus textos hay libros de sus amigos como ร‰ric Ripert (Le Bernardin Cookbook) o Thomas Keller (The French Laundry Cookbook) o del mรกximo cocinero inglรฉs y al diablo todos los demรกs Fergus Henderson (Nose to Tail Eating). Hay los ensayos de Joan Didion, los excesos de Hunter S. Thompson, las torceduras de Nabokov. Hay las asombrosas resoluciones de Patricia Highsmith. Bourdain leรญa a detalle, y el detalle se colรณ en la textura de su vida.

Hay un montรณn de cine. Quiรฉn sabe cรณmo le hacรญa Bourdain para ver tantas pelรญculas y series y tantas cosas, si uno que no hace nada en la vida salvo perseguir la chuleta no alcanza a ponerse al dรญa. En el catรกlogo de sus entusiasmos estรกn algunas mรกs o menos predecibles como Tampopo o Drugstore Cowboy pero tambiรฉn Aguirre, la ira de un dios de Herzog (ahora que lo dicen: ยฟhay una pelรญcula mรกs bourdainiana que Aguirre?), Sombras del mal de nuestro hermano en comรบn Orson Welles, El amigo americano, Calles peligrosas, El salario del miedo. Bourdain no vio todo, pero vio lo necesario. 

Hay mรบsica. La mรบsica, como el ramen, como la carretera, tal vez como las drogas, es una vocaciรณn. Una cosa a la que uno no puede decirle no. Me da exactamente lo mismo si alguien piensa que estoy romantizando una profesiรณn perfectamente burguesa. La mรบsica โ€“los ruidosโ€“ es la vocaciรณn. Los grooves lรญquidos provenientes de Lagos o Nigeria, los tranquilos principios del jazz elรฉctrico de Miles Davis, la calentura incontenible de Curtis Mayfield, los corazones rotos de Roxy Music, los gritos y mentadas de los New York Dolls, el concierto de violรญn de Sibelius (del que no dirรฉ nada porque me voy a poner a chillar y les voy a mentar la madre). Todas esas mรบsicas informan la visiรณn del mundo de Bourdain.

Hay cรณmics y pintura y teatro y diseรฑo y amistad. Nada humano le era ajeno. Y eso no se puede decir de los conductores y escritores de esas series dizque asombradas por la capacidad de un bato cualquiera de comerse un mugre escarabajo.

 

(III

Esperen: otro detalle. Bourdain cachรณ su propia douchebaggery, la considerรณ, le pesรณ y pรบblicamente, insistentemente se retractรณ de ella. Cuestionarse uno mismo, considerar su propio aporte a la fealdad del mundo y arrepentirse: eso no es poca cosa.)

 

IV

โ€œTenemos que hablar de suicidioโ€, han dicho muchas gentes en estos dรญas, siguiendo la tremenda noticia de que un hombre, uno de esos hombres que parecรญan tenerlo todo y disfrutarlo todo, se haya colgado en un hotel con un cinturรณn de esas batas en que los propios hoteles ponen una etiqueta que dice: โ€œFavor de no robar. Si quiere llevar esta bata, contacte a recepciรณn.โ€ Puede ser, puede ser que tengamos que hablar de eso.

Puede ser. Hรกganlo. Yo quiero hablar de otra cosa. Yo quiero hablar, por ejemplo, de cรณmo la ciudad se inunda a cada rato y una vez se inundรณ durante tanto tiempo que sus habitantes comenzaron a comprar pangas y lanchitas y botes y de cรณmo iban a bodas en el templo de Regina Coeli en un gran bote nupcial seguido de otros botes mรกs pequeรฑos bajo el sol amarillo brillante de la ciudad de Mรฉxico. ยฟNo les parece bellรญsimo? Quiero hablar del seรฑor Domingo, en la taquerรญa La Hortaliza sobre Vasconcelos, de cรณmo hace como que acaricia la tortilla y de pronto le da vuelta y le pone un golpe mortal contra la plancha. ยฟNo lo ven y dicen Esto es fantรกstico? Quiero hablar de otras ciudades que conozco, aunque sea poquito, como Viena y sus sรกndwiches o Santiago y sus jochos con aguacate picado de esos que dices Espรฉrate esto estรก demasiado bien. Y de acueductos sorprendentes y de tรบneles y de amigos y de perros, de perros tan buenos que dices Basta y de monos capuchinos comiรฉndose una torta de tamal que dices No puede ser, esto es demasiado. De lรญneas de coca tan largas que dices: Espero que me muera antes de terminรกrmela. Quiero hablar del mundo, de este mundo hermoso y ridรญculo que Bourdain conociรณ y compartiรณ y de cรณmo te llena la cabeza con sus cosas y de cรณmo yo tambiรฉn, de vez en cuando, quiero decir a la chingada ai se ven porque no merezco todo esto.~

+ posts

Escritor. Autor de los cรณmics Gabriel en su laberinto y Una gran chica (2012)


    ×

    Selecciona el paรญs o regiรณn donde quieres recibir tu revista: