De elefantes y burros

En la historia y en la literatura abundan los ejemplos de gobernantes que se rodean de animales, dejรกndolos hacer a su antojo.
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Hay gobernantes a los que les gusta rodearse de animales; los protegen y les permiten hacer a su antojo. La historia y la literatura cuentan muchos ejemplos.

Mi preferido es El elefante del visir, de Ivo Andriฤ‡. Un visir que imperaba en Bosnia se hace traer un joven elefante que de inmediato se convierte en un animal caprichoso. Los habitantes empiezan a detestar al animal, y tambiรฉn al visir, aunque nadie se atreve a criticarlo pรบblicamente. โ€œTan solo detrรกs de una puerta bien cerrada se mofaban del elefante y se burlaban del gasto y del mimo con el que se transportaba al animal del tristemente famoso visir, como si fuera una cosa sagradaโ€.

Por supuesto, con el absoluto respaldo del visir, el animal va sintiรฉndose mรกs seguro โ€œy exhibรญa cada vez mรกs insolencia, mรกs terquedad e ingenio para satisfacer sus caprichosโ€. Los mercados siempre estรกn inquietos porque al paquidermo le gusta meter ahรญ su trompa y sus patas y acaba por realizar incontables destrozos.

El elefante no anda solo; lleva un sรฉquito de guardias que pisotea tanto o mรกs que el propio animal. Pero llega el dรญa en que muere el visir, y el animal se queda sin protector. Al estilo de Fuenteovejuna, el pueblo como uno condena a muerte al elefante y le dan โ€œun veneno mรกs fuerte y seguro que el vidrio triturado metido en manzanasโ€.

Ivo Andriฤ‡ habla del gasto que provocaba el elefante; y vaya que siempre ha sido costoso mantener esas bestias fuera de su hรกbitat. Por eso ahora se le llama elefante blanco a cualquier proyecto que drena recursos sin ofrecer beneficios.

Le ocurriรณ al papa Leรณn X, a quien enviaron como regalo un elefante blanco de la isla que ahora conocemos como Sri Lanka. Le llamaron Annone y, a diferencia del elefante del visir, รฉste era dรณcil y obediente. Cuando llegรณ a Roma hizo una reverencia al sumo pontรญfice, que de inmediato se encariรฑรณ con รฉl. Annone tambiรฉn bailaba y rociaba agua a los visitantes con su trompa.

Viviรณ en el patio del Belvedere. Luego el papa mandรณ construirle una casa junto a la plaza de San Pedro, todo con cargo a la venta de indulgencias. Ademรกs utilizรณ al animal como embajador. Su historia estรก muy bien contada por el historiador Silvio Bedini. No relatarรฉ mucho de ella, solo que los poetas le compusieron versos, y los artistas lo dibujaron. Muriรณ muy pronto porque se puso malo y los mรฉdicos le recetaron un purgante que contenรญa grandes cantidades de oro, el cual resultรณ mรกs venenoso que el vidrio triturado en manzanas.

Fue enterrado en el Belvedere, mรกs cerca de san Pedro que muchos papas. No he hallado una crรณnica del evento, pero grande sepulcro hubieron de escarbar. El propio pontรญfice le compuso su epitafio. A Raphael se le solicitรณ que pintara un mural de Annone, y por eso quedรณ escrito: โ€œAquello que natura se llevรณ, Raphael de Urbino ha devuelto con su arteโ€. Pero el mural ya no existe.

Si alguien quiere otra historia de elefantes, puede leer El viaje del elefante, de Josรฉ Saramago.

No todo mundo le tiene tanta paciencia a los elefantes. En el circo Bailey tenรญan uno llamado Mandarรญn, que un buen dรญa se puso bravo y matรณ a su cuidador. El desenlace podemos leerlo en una de las grandes novelas de nuestro tiempo.

Metieron a Mandarรญn en su jaula, al peรณn en un fรฉretro y zarparon rumbo a Nueva York. Bien entrados en alta mar y ante la sorpresa de todos, Bailey ordenรณ que arrojaran el elefante. Una orden frรญa, serena. El primero en reaccionar fue el mismo Mandarรญn. Sin duda entendiรณ lo que le esperaba porque se puso como loco dentro de su jaula y comenzรณ a forzar los barrotes con arremetidas frenรฉticas. Magos, trapecistas, malabaristas, todos a una, alcanzaron a empujar la jaula por la borda justo cuando el animal rompiรณ el candado y ya se daba por libre. Tenรญa una fuerza insรณlita. Mandarรญn se sostuvo a flote en el mar, barritando furioso, clavando una mirada inolvidablemente rencorosa en Bailey, mientras su prisiรณn se hundรญa sin remedio en el abismo. Lo perdieron de vista, tras el horizonte, cuando el animal aรบn braceaba desesperado por no zozobrar.

Pero no todo son elefantes. En Florencia, los Medici tenรญan unos leones muy amados, que simbolizaban la ciudad y a la propia familia. Un mal dรญa se atacaron uno al otro y ambos murieron. El evento se tomรณ como un terrible vaticinio. A los pocos dรญas muriรณ Lorenzo el Magnรญfico.

Hay burros, aunque no tan amados como Platero o el jumento de Sancho Panza. Allรก en los ochenta, un chofer brasileรฑo regalรณ un burro a Juan Pablo II. โ€œVoy a darle mi asno al papaโ€, dijo Damiรฃo Galdino da Silva, โ€œen nombre de la humildad, y del hambre, aquรญ en Brasil y en el mundoโ€. Como no era un asno de oro, el papa se negรณ a aceptarlo. Lo retuvieron en la nunciatura de Brasilia, pero pronto lo regresaron al campo, porque: โ€œHacรญa un ruido infernalโ€, dijo un cura, โ€œnadie podรญa dormir de nocheโ€.

Damiรฃo viajรณ al Vaticano para hacer una huelga de hambre en la plaza San Pedro y ver si asรญ le aceptaban su regalito. Nadie se acordรณ de que Cristo andaba en burro y no en papamรณvil, y hasta hubo quien dijo que ya no cabรญan mรกs asnos en la Santa Sede. Al final, con presupuesto de la Conferencia Episcopal Brasileรฑa, el jumento abordรณ un Boeing 707 y, para alegrรญa del Vicario de Cristo, llegรณ muerto. โ€œBรณg istnieje!โ€, clamรณ Wojtyla. Quizรกs en el camino le habรญan dado una de esas manzanas con vidrio.

Y por cierto, aรฑos mรกs tarde, Damiรฃo fue asesinado.

Con mejor disposiciรณn, el papa Francisco recibiรณ dos burros, ademรกs de una dotaciรณn de leche de burra, que se parece mucho a la humana.

Si hay elefantes blancos, tambiรฉn hay burros que tocan la flauta, y se dan alcaldes que rebuznan, dicho asรญ por los versos del Quijote:

No rebuznaron en balde
el uno y el otro alcalde. ~

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(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.


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