El evangelio musical segĂșn Anthony Fantano

Desde hace once años, este melómano omnívoro se ha adentrado en el exuberante ecosistema sonoro del siglo XXI, proponiendo escuchas en un formato adecuado para una era eminentemente visual.
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ÂżAĂșn dudan que en las Ășltimas dos dĂ©cadas del siglo XX el video matĂł a la estrella de radio? Pues ahora ronda la amenaza de que los crĂ­ticos musicales de los medios tradicionales terminen de ser devorados por vloggers, influencers y creadores de contenido para redes sociales.

DiscĂșlpeme el lector si inicio este comentario de modo anecdĂłtico. Mi precoz melomanĂ­a fue estimulada desde temprana edad por mĂșltiples periodistas y crĂ­ticos que de alguna manera me guiaron por los diversos barrios de la mĂșsica. Yo era el chavo que en los años 70 corrĂ­a al puesto de periĂłdicos a comprar las revistas Conecte y Sonido y se pegaba a la radio para escuchar las emisiones de Oscar Sarquiz y Juan Villoro en Radio UNAM y Radio EducaciĂłn. Hojeaba Rolling Stone, Creem y Hit Parader en la Ășnica hemeroteca de MĂ©xico que tambiĂ©n tiene restaurante con meseras vestidas de tehuanas. En la segunda publicaciĂłn hallĂ© a algunos de mis mĂĄs confiables orĂĄculos: Robert Christgau, Lester Bangs, Rick Johnson, Dave DiMartino. Me botĂ© de la risa con la declaraciĂłn fulminante del venerado Frank Zappa (“El periodismo de rock es gente que no sabe escribir, entrevistando a gente que no sabe hablar, para gente que no sabe leer.”), pero no permitĂ­ que me paralizara.

Supongo que los años, la curiosidad y la avidez de goce auditivo me llevaron a seguir a muchas otras plumas. Descubrí que todos los géneros tenían a sus especialistas. En línea con mi actitud ecléctica, cultivé la lectura de aquellos que no levantaban muros fronterizos al pergeñar y arrojar luz sobre obras que merecían ser escuchadas. Me guiaron Juan Vicente Melo, Juan Arturo Brennan, Luis Ignacio Helguera y una larga lista de cómplices.

Fast forward hasta Anthony Fantano, crĂ­tico musical estadounidense de 34 años de edad que hace once abriĂł su sitio The Needle Drop y empezĂł a publicar videorreseñas en YouTube. “El Ășnico crĂ­tico musical que importa (si tienes menos de 25)”, cabeceĂł el New York Times un perfil de Fantano escrito por Jon Coscarelli publicado recientemente. Para algunos, Fantano es “el Roger Ebert de la mĂșsica”. Él se presenta en cada una de sus videoreseñas –al menos cinco a la semana– como “el nerd musical mĂĄs atareado de internet”.

Debo confesar que yo no le ganĂ© por mucho a The New York Times: apenas lo empecĂ© a seguir el año pasado, tras una charla con Diego, mi hijo de 19 años, uno de sus 2.26 millones de seguidores en todo el mundo. Me gusta el estilo directo de Fantano (“no soy el mejor escritor; soy mejor hablando”, le confesĂł a Coscarelli). Relajado, coloquial, con cierta proclividad a la comedia, con recursos de performance (usa camisa amarilla cuando va a celebrar una grabaciĂłn, roja cuando la harĂĄ pedazos), Fantano es un personaje caracterĂ­stico de una era eminentemente visual. Tiene un alter ego de nombre Cal Chuchestra –lo interpreta Ă©l mismo, con bigote y relleno–, quien supuestamente es un roommate que interroga y acota. Fantano lee con naturalidad sus notas del teleprompter. Manifiesta su entusiasmo con la dosis adecuada de adjetivos y, sobre todo, pergeña grabaciones sobresalientes y las pone en valor para sus millones de seguidores.

El medio puede ser YouTube o un sitio web en internet. El mensaje parece seguir siendo tan elemental como que el crĂ­tico te muestra lo que merece ser atendido y te propone lecturas (o escuchas) posibles. O como asegura el crĂ­tico musical inglĂ©s Simon Reynolds a partir del ejemplo de Friedrich Nietzsche: una labor posible y legĂ­tima del comentarista musical es “describir el goce”. En una conferencia sobre la crĂ­tica de rock, su discurso, su historia y sus tendencias actuales que dictĂł en Buenos Aires en 2017, Reynolds se arropĂł en un concepto acuñado por el pensador alemĂĄn, la transvaluaciĂłn o transvaloraciĂłn. “Un crĂ­tico señala a los demĂĄs que estĂĄn equivocados, que lo importante no es esto, sino otra cosa, cambia el eje de los valores. La transvaloraciĂłn establece nuevos valores y explica cuĂĄles son”, expuso.

No recubrirĂ© de capas ni jerga acadĂ©mica la chamba de “El MelĂłn” –como le dicen muchos de sus fans a Fantano, en razĂłn de su calvicie prematura–, pero a fin de cuentas el vlogger valora grabaciones en menos de diez minutos, canta fragmentos, lanza algĂșn chascarrillo, aporta contexto y lo hace con sencillez y calidez. Simple, Ă­ntimo y comunitario, asĂ­ lo adjetiva Coscarelli; y yo lo suscribo. Fantano ostenta omnĂ­vora y eclĂ©ctica melomanĂ­a, clasifica con sustento la discografĂ­a de consagrados de lo peor a lo mejor, dictamina primero que la mayorĂ­a las primicias de los artistas noveles. Sus apuntes tienen la viveza de la charla con el cuate clavadĂ­simo en la mĂșsica, mĂĄs que la profundidad y el detalle que se busca en el experto musical de prensa escrita. Eso sĂ­, ha sido capaz de estar abierto y poner en valor gĂ©neros y corrientes –como el hip hop, el death metal o el pop en español– que muchos crĂ­ticos con Ă­nfulas elitistas y exquisitas ningunean.

No negarĂ© que sigo leyendo a crĂ­ticos musicales de Mojo, The Wire, Gramophone, The New Yorker, DownBeat, La Jornada y varios otros medios “tradicionales”, pero no menosprecio los recursos ni el delivery de Fantano. Estoy convencido de la importancia de su audiencia, de su relevancia cultural, de su influencia en la industria y de su figura hĂ­brida e innovadora, si bien discutible: el crĂ­tico como entertainer. Los apocalĂ­pticos (en la acepciĂłn de Umberto Eco) pondrĂĄn el grito en el cielo.

Ya hace seis años Alex Ross, uno de los crĂ­ticos que sigo con asombro, placer y resaltador fosforescente en mano, se quejaba en una entrevista: “La crĂ­tica musical parece morir; es difĂ­cil ejercerla.” A lo mejor yo soy mĂĄs integrado (de nuevo en la acepciĂłn de Eco) de lo que me creo. QuizĂĄ me excedo en optimismo, pero tengo la certeza de que los crĂ­ticos musicales sobrevivirĂĄn. En papel. En ĂĄmbitos digitales. En videoreseñas de menos de diez minutos. Lo mĂĄs relevante, para mĂ­, serĂĄ que mantengan el arrojo, la curiosidad, la disposiciĂłn, la apertura y la capacidad de asombro, para adentrarse en el exuberante ecosistema sonoro, a veces disonante, a veces melodioso, del siglo XXI.

Hace mĂĄs de un lustro, Rulo –el locutor y periodista musical chilango–, sin la hermenĂ©utica de un Nietzsche, pero con la claridad de un Fantano, declarĂł en entrevista: “Los que tienen una pluma privilegiada, profunda, se han dejado de interesar por lo nuevo. Nada mĂĄs emocionante para un crĂ­tico que ser un puente entre lo nuevo y el pĂșblico y eso le estĂĄ costando trabajo a los mĂĄs rucos”. Tal vez llegĂł la hora de los Fantanos. 

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Ernesto Flores Vega (Huichapan, Hgo., 1964) es un melómano ecléctico. Ha ejercido el periodismo y la comunicación corporativa.


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