Ilustración: Josel

Estar

En la mayoría de las lenguas, el verbo equivalente a nuestro “ser” significa también “estar”. Pero en castellano, como en otros pocos idiomas nacidos del latín popular, la diferencia existe aunque no sea fácil de explicar. En este erudito ensayo, Zaid cuenta el origen, la historia y el devenir de esta divergencia y los matices entre un guisado que “es” bueno y otro que lo “está”.
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Del español al inglés, casi siempre se puede traducir estar por be. Pero la equivalencia no es simétrica. No siempre cabe traducir be por estar, y para decidirlo no hay una regla, sino muchas: una para cada tipo de frase. Las aprenden los niños sobre la marcha, y hacen sufrir a los adultos que estudian español.

La Real Academia registra unos 70 usos de estar, por ejemplo: Estar en tal lugar, momento, situación. Estamos a 15 de enero. Estamos a 5 bajo cero. Están a $30 el kilo. Están a punto de llegar. Estar de buenas. Estar triste. Estar molesto. Estarse muriendo. Estoy en que vendrá. Está de buen ver. Está que trina. No estoy para bromas. Cuarto de estar. Está viviendo con sus tíos. Estará un mes. Está para firma. Estoy por el que gane. Estar en todo. Estarse quieto. Están verdes. Estar de más. Estar de acuerdo. Estar de prisa. Estar a oscuras. Estar mal con alguien. Estar de cocinero. Estar en lo dicho. Está siendo cada vez más difícil. Está bien. Está claro. Está por resolverse. Estoy sobre el asunto. Estar listo.

También registra los mexicanismos: Se está haciendo. Está en veremos. Pero no otras frases de origen desconocido, como la misteriosa: Está entre azul y buenas noches.

En casi todos los casos anteriores, no cabe el uso de ser (no se puede decir: Soy sobre el asunto). En algunos, cabe (son a $30 el kilo). En otros, cambia el significado: Ser triste no es lo mismo que estar triste. Estar de cocinero no es ser cocinero. Ser molesto no es lo mismo que estar molesto, ni ser listo lo mismo que estar listo.

El primer diccionario de la lengua española (Covarrubias, 1611) dice que “entre estar y ser hay mucha diferencia”. Pero no la explica, aunque habla de confusiones entre “Este guisado es bueno” (saludable) y “Este guisado está bueno” (sabroso).

Es común explicarla en función de la permanencia: la tristeza de “Ser triste” es permanente, la de “Estar triste”, ocasional. Pero hay contraejemplos: “Ya van a ser las dos de la mañana” es ocasional, y no se dice: “Ya van a estar las dos de la mañana.” Lo mismo sucede con otras explicaciones que tratan de resumir todas las reglas en una. Si la hay, todavía no se encuentra.

Hay libros enteros dedicados al uso de ser y estar. En Amazon y Google Books salen como veinte tecleando: ser estar. Unos enseñan el uso correcto: Ser und estar leicht erklärt. Spanish verbs: Ser and estar. Ser y estar: Le verbe être en espagnol. Practica tu español: Ser y estar.

Otros son de análisis gramatical: Ser y estar con atributos adjetivales: Anotaciones sobre el empleo de la cópula en catalán y en castellano (Johan Falk, Uppsala, 1979). Ser y estar + adjetivos: Un estudio sincrónico y diacrónico (Antonio Vañó-Cerdá, Tübingen, 1982). Aspect and the categorization of states: The case of ser and estar in Spanish (David Brian Roby, Amsterdam, 2009). Ser y estar: Estado de la cuestión en español actual (Madeleine Kome Koloto, París, 2011). Predominan los libros publicados donde no se habla español.

No parece haber libros sobre por qué el distingo no existe en otras lenguas. Pero los artículos sobre ser en el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas y el Diccionario gramatical de Emilio Martínez Amador, así como el capítulo “Essere / stare as a Romance phenomenon” de Christopher Pountain (en Studies in the Romance verb) dan explicaciones.

Se trata de una singularidad de las lenguas nacidas del latín popular, especialmente el español. Aunque hay formas paralelas en catalán, gallego, italiano, portugués, rumano, no son de uso tan amplio. También la hubo en francés, pero desapareció. Y, fuera de estas lenguas, nada: el verbo equivalente a ser (en inglés be, en alemán sein) sirve además como equivalente de estar.

Lo más notable de todo es que estar no solo viene del latín stare (estar de pie), sino que se remonta a la raíz indoeuropea sta– (estar de pie). Y la capacidad de estar de pie se remonta más lejos: a los primeros homínidos que la tuvieron, a pesar de la difícil posición inestable. Hazaña visible en las dificultades de los niños que aprenden a caminar. Y, sin embargo de tal linaje, estar perdió su significado milenario: no significa estar de pie.

Prácticamente, no significa nada. Es un verbo auxiliar que rara vez se usa por sí mismo; como lo usó Jorge Guillén en el poema “Más allá” (citado por Ramón Xirau en El tiempo vivido. Acerca de estar): “Ser, nada más. Y basta. Es la absoluta dicha.” (…) “Soy, más: estoy.”

Casi todas las palabras significan algo: cosas, acciones, cualidades. Algunas (como la palabra en) no tienen contenido propio, sino función: sirven para precisar el contenido de una frase. Y unas cuantas (como la palabra ir) pueden usarse doblemente, como portadoras de contenido propio (¿Vas o no vas?) o como auxiliares para precisar el contenido de otras (Voy a pensarlo). Estar pertenece más bien al segundo grupo; ser, al tercero.

Al hablar de un “ser humano” (donde ser es sustantivo) o de “Ser o no ser” (donde ser es verbo), la palabra ser tiene contenidos propios. Pero, al decir que “Hamlet es indeciso” o que “está indeciso”, ni es ni está tienen contenido propio, sino la función de conectar significativamente la palabra Hamlet y la palabra indeciso, expresando el carácter o la situación del personaje. En inglés, no se puede hacer esta precisión cambiando la cópula (es o está), porque no hay dos para escoger, sino una (is). Hay que cambiar el adjetivo: “Hamlet is indecisive”, “Hamlet is undecided”. Naturalmente, al traducir estas frases al español, hay que saber que “is indecisive” se traduce como “es indeciso” mientras que “is undecided” se traduce como “está indeciso”.

Según el Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española de Roberts y Pastor, de la raíz indoeuropea sta– (estar de pie) derivan estar, estatua, estatura, estancia, estante, estatuir, institución, constar, contraste, circunstancia, instante, obstáculo, prestar, arrestar, estación, estático, éxtasis, destinar, establo, estable, estado, sistema, testigo, testamento, detestar, restaurar, poste.

Muchas de estas palabras tienen equivalentes (con la misma forma, la misma raíz y el mismo significado) en otras lenguas; por ejemplo: estatua, institución, contraste, que en inglés son statue, institution, contrast. No sucede lo mismo con estar. La palabra stand tiene la misma forma y raíz que estar, pero no el mismo uso ni significado. ¿Cómo explicarlo?

De la raíz indoeuropea sed– (sentarse) derivan ser, sede, presidir, sesión, sedimento, residuo, residir, sedentario, asentar, disidente, obsesión, presidio, subsidio, sedante, asear, silla, cátedra, cadera, cuadril.

El parentesco semántico es obvio. Tanto sta– como sed- se refieren a posiciones corporales. Obsérvese, de paso, que tanto sede (emparentada con ser) como estatua (emparentada con estar) dan idea de permanencia, mientras que instante (emparentada con estar) y sesión (emparentada con ser) dan idea de transitoriedad. No hay fundamento etimológico para distinguir ser y estar por la permanencia.

Una tercera raíz indoeuropea: es– (ser o estar) fue el origen de esse, que en latín significó lo mismo: tanto ser como estar. O sea que el distingo no viene del indoeuropeo, ni del latín clásico. Apareció en las lenguas derivadas del latín popular. De es– viene ser (pero no estar), ente, presente, esencia, ausencia, interés, entidad.

El Dizionario etimologico comparato delle lingue classiche indoeuropee: Sanscrito, greco, latino de Franco Rendich presenta las tres raíces (sta-, sed-, es-) como stha [s + dha], sad [s + ad] y as [a + s]. Separa la consonante s y dice que es común a las palabras que indican vinculación, unión, vecindad, semejanza, junto con.

Según esto, las raíces implican estar de pie con, sentarse con, ser con. Para Rendich, “mucho antes de que naciera la tradición lingüística occidental” que ha reconocido la función copulativa del verbo ser, la cópula estaba ahí. En el verbo as [a + s], “que da en latín sum, esse, la consonante s expresa la noción de ponerse en relación con: tener ligamen, creando el concepto de cópula”.

Coincidencia notable. Charles H. Kahn (The verb be in Ancient Greek) dedica cerca de 500 páginas a un catálogo pormenorizado de todos los usos del verbo eimí, desde Homero hasta Aristóteles. Distingue tres funciones (que luego va subdividiendo): la existencial (Sócrates existió), la validativa (Lo que dices, oh Sócrates, es cierto) y la copulativa (Sócrates es mortal). Y niega el supuesto tradicional de que el verbo eimí tuvo contenidos propios antes de ser aprovechado como cópula. Sostiene que, por el contrario, la función copulativa fue la originaria y que, a partir de ahí, se construyó la noción de ser, de larga tradición filosófica, desde que Parménides sustantivó el verbo y dijo tò ón (el ser).

No hay un estudio semejante para el latín clásico, donde esse era verbo de existencia, pero también cópula; y stare se usaba ante todo para referirse a la posición de pie, aunque (según Ernout y Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine, bajo st) Lucrecio usa stat como cópula (tanta stat: tan mal está la naturaleza que no puede ser don de los dioses, De rerum natura, V, 199).

La noción ontológica de ser nunca hizo falta en el habla popular. Igual sucede hoy en todas las lenguas. Lo llamativo de la frase To be or not to be, that is the question consiste precisamente en que es insólita: vuelve dramática y existencial una noción filosófica, no un sentimiento popular.

Las cosas se complicaron porque en el latín popular esse derivó en essere y se confundió con sedere. Así sedere (que en el latín clásico significaba estar sentado) llegó a significar también lo mismo que essere: ser o estar. Es como si la palabra inglesa sit llegara a significar lo mismo que be.

La confusión pasó a las formas arcaicas de las lenguas romances, y fue mayor en español. Según Corominas, “la confusión era punto menos que inevitable, una vez que el castellano-portugués hubo trasladado a la penúltima [sílaba] el acento de todos los infinitivos en –ere: por una parte, sedere tendía fonéticamente a reducirse a ser y por la otra essere tendía a perder la inicial átona”, y así también reducirse a ser.

Resumen hasta aquí: estar viene del latín stare (que significaba estar de pie), mientras que ser viene tanto de sedere (que significaba estar sentado) como de esse (que significaba tanto ser como estar). O sea que en el español de hace un milenio, ser y estar tuvieron contenidos emparentados y funciones copulativas semejantes, con cierta redundancia.

Es común en todas las lenguas que cuando dos palabras sirven para lo mismo: o una absorbe los contenidos y funciones de ambas y acaba con la otra (como sucedió en francés, donde solo quedó être), o las dos subsisten, pero tienden a especializarse, diferenciarse y contrastarse (como sucedió en español con ser y estar). La redundancia se transforma en riqueza. Los hablantes aprovechan la ventaja de tener dos opciones disponibles para introducir diferencias, contrastes, matices.

Según Pountain, en el primer momento de todas las lenguas romances convivieron derivados de essere y stare. Pero evolucionaron de manera distinta en cada una. Mientras que el italiano conservó y amplió el significado de stare (por ejemplo: Cos’è stato? ¿Qué sucedió?) sin darle tanto uso como mera cópula, el castellano evolucionó en la dirección contraria: redujo el significado a casi nada y multiplicó los usos auxiliares en la construcción de frases.

La palabra estar quedó casi vacía de contenido, y en cambio se enriqueció de funciones copulativas, a costa de las que fue perdiendo ser. Hoy se dice “¿Estás contento?”, pero hace siglos se decía también “¿Eres contento?”. Por eso, “Están a $30 el kilo” acabará con “Son a $30 el kilo”, aunque ahora coexisten. Lo mismo sucederá con otros usos copulativos de ser, aunque no tan pronto ni siempre. “Estar listo” nunca desplazará a “Ser listo”, porque tienen significados diferentes.

Hay otros casos en los cuales no surgió el uso copulativo de estar, desplazando a ser, por ejemplo: cuando el predicado es sustantivo (Juan es pintor) o infinitivo (Esto es perder el tiempo). No ha surgido, ni es probable que surja la innovación “Juan está pintor” o “Esto está perder el tiempo”. De ahí la variedad de reglas casuistas que no pueden resumirse en una regla general. Están regidas por un propósito diferenciador, pero sujetas a condicionamientos pragmáticos, históricos y sociales.

El uso de estar como cópula apareció en el siglo XII, tentativamente. Fue ganando aceptación, y ya en el siglo XVII proliferaba a costa de ser.

La innovación continúa, como lo ha documentado Manuel J. Gutiérrez (Ser y estar en el habla de Michoacán). En 1986, en Morelia, grabó y analizó conversaciones con hablantes locales dirigidas a observar el uso de ser y estar con adjetivos. Aplicó también un cuestionario con oraciones que dejaban espacios en blanco (La casa de mi hijo … grande) para llenarlos con el verbo correspondiente (ser o estar), según el entrevistado. Obtuvo que en las “secuencias de cópula verbal + adjetivo que, según la tradición gramatical del español general del mundo hispanohablante, se construyen con ser, la forma innovadora de estar ha penetrado en un 16%”. Y obtuvo diferencias por edad, sexo y escolaridad. Los jóvenes, las mujeres y los menos escolarizados resultaron más innovadores. Así como el latín de los no escolarizados fue más innovador y acabó dando origen al español –me hace ver Julio Hubard.

Este tipo de estudios se facilitará gracias a la consulta de grandes bases de datos. El Colegio de México tiene ahora para consulta en línea su Corpus del Español Mexicano Contemporáneo (www.corpus.unam.mx/cemc), donde se pueden comparar los usos de “es grande” frente a los usos de “está grande”. La Real Academia Española tiene un Corpus de Referencia del Español Actual y un Corpus Diacrónico del Español (www.rae.es) donde se puede hacer lo mismo. Y hasta Google puede servir como corpus lingüístico. Si se teclea “Esto es perder el tiempo” salen más de 50,000 páginas. Si se teclea “Esto está perder el tiempo” no sale ninguna.

Aunque genere titubeos, el desarrollo del contraste entre ser y estar ha enriquecido la capacidad expresiva del español, y lo seguirá haciendo. ~

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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