Platón clasificó a los seres que caminan en bípedos y cuadrúpedos. Y a los bípedos, en aves y humanos. Esto deja al ser humano como bípedo implume (El político, 266). Diógenes el Cínico (según Laercio) se puso el saco y reviró, llevando a la Academia un pollo desplumado: ¡Según Platón, esto es el ser humano!
Extrañamente, los cuadrúpedos, a pesar de apoyarse en cuatro patas, se caen; mientras que las aves, en dos patas, no se caen; ni cuando se quedan dormidas de pie, o en las ramas de un árbol o volando. En cambio, los bípedos implumes, que caminan erguidos desde hace dos millones de años (desde el Homo erectus), sufren caídas una y otra vez, en cuanto dejan de gatear. Y siguen cayéndose después de los 60 años, con daños y costos cada vez mayores. También es mayor la probabilidad de que mueran de una caída.
Las caídas son costosas para quienes las sufren (raspones, invalidez, daños a terceros, muerte) y para la sociedad; pero son vistas como circunstanciales, cuando no cómicas. No como temas dignos de análisis estadístico. Según la Organización Mundial de la Salud (boletín “Caídas” del 26 de abril de 2021), anualmente se producen en el mundo unos 37,300 millones de caídas que reciben atención médica. Dejan 684,000 muertes. Pero no está claro de dónde saca estos números, que todos repiten, a falta de otros.
La causa última de las caídas es que somos bípedos, pero no aves. Las causas inmediatas son, ante todo, las muchas cosas del entorno que dificultan el equilibrio.
La jefa de gobierno de la Ciudad de México declaró (16/X/2024) que hay en la ciudad 42,000 baches reportados (al teléfono *0311 de Bachetón, una sección de Locatel). A los cuales hay que sumar los baches no reportados: seguramente varias veces más, porque el teléfono es desconocido, no es directo y sigue un protocolo de reporte fastidioso.
También hay que sumar: los baches de las aceras. Los registros que se destapan y dejan destapados. Las ranuras que se abren (para obras en ductos subterráneos) y, al terminar, no se rellenan. Los cables caídos que no se sabe si pueden electrocutar. Las ramas o árboles caídos. Las rampas de acceso a las cocheras, que desnivelan las aceras y no dejan un par de metros planos para el paso de peatones, sillas de ruedas y carriolas. Los socavones, que pueden ser catastróficos.
Las aceras son tan problemáticas que muchos (peligrosamente) prefieren caminar por la calle.
En otros países, los vecinos pueden reparar (por su cuenta) las aceras correspondientes a su propiedad, y hasta hay proveedores especializados en los materiales necesarios. En México está prohibido. Los vecinos sólo pueden señalar el peligro, como Dios les dé a entender.
Además, facilitan las caídas: la oscuridad, los ventarrones, las tormentas, los charcos, los pisos resbalosos, las escaleras, los pasamanos difíciles de agarrar de los pasos peatonales, las aceras estrechas, el ascenso y descenso de pasajeros, la carga y descarga de mercancía, los perros (sueltos o que sacan a pasear), los empujones en una aglomeración, las taquerías y estanquillos, las mesas de restaurantes que se apropian la acera, las patinetas, bicicletas y motos que hacen lo mismo.
Las circunstancias personales son capítulo aparte. Pueden propiciar resbalones, tropiezos y traspiés: el uso de celulares, los mareos, los anteojos bifocales, los tacones altos, las muletas, las suelas desgastadas, las canastas cargadas sobre la cabeza, los trabajos en andamios, el futbol, el alpinismo, el consumo alcohólico o de drogas.
Una mala condición (corregible con ejercicios) del sistema vestibular de los oídos envía señales falsas de desequilibrio (sentidas como mareo). El desequilibrio ilusorio puede provocar caídas reales.
¿Qué se puede hacer, además de lo obvio: bacheado, alumbrado, buena condición física, cuidado al caminar, atarse bien los zapatos, reacomodar los obstáculos que estorban el paso?
• Crear estadísticas de caídas.
• Simplificar la recepción de reportes de baches.
• Mejorar el diseño de los espacios. Las escaleras sin pasamanos son bonitas de ver, pero peligrosas de usar.
• Las tiendas deportivas venden “tablas de equilibrio” que permiten ejercitarse en mantener el equilibrio. Cuestan menos de mil pesos.
• Hay docenas de tutoriales en YouTube, devedés, libros y cursos para mejorar el equilibrio, la postura, la movilidad, los tobillos, las rodillas o practicar Tai Chi. ~
Publicado en Reforma el 24/XI/24.
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.