Foto: Chris Schuepp, CC BY 2.0, via Wikimedia Commons

Feminismo, laicismo y multiculturalidad

El movimiento feminista aรบn es blanco de ataques religiosos y polรญticos de distinto signo. Ante estas derivas autoritarias, hay que defender el Estado laico.
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No cabe duda de que el movimiento feminista ha tenido รฉxitos resonantes con el reconocimiento โ€“al menos en el papelโ€“ de la dignidad humana de la mujer en muchos paรญses del mundo, incluso en aquellas regiones que por razones polรญticas, culturales y religiosas pudiesen ubicarse en el campo mรกs conservador, como Amรฉrica Latina, รfrica, Asia, Rusia y el mundo รกrabe. Las cartas africana y รกrabe de derechos humanos no niegan que la mujer sea sujeto de derechos porque tal negativa serรญa incompatible con el rechazo de ambos documentos a la discriminaciรณn en general. Los africanos insisten en la lucha contra el colonialismo desde una perspectiva de protecciรณn de la familia tradicional y del sentido colectivo que encierra la palabra pueblo; los รกrabes coinciden en estos puntos y subrayan que la mujer serรก objeto de la discriminaciรณn positiva asegurada por la sharรญa islรกmica (asunto que escapa del objetivo de estas lรญneas). En Amรฉrica Latina las constituciones, mรกs seculares, aseguran la igualdad de gรฉnero, con resultados desiguales segรบn el paรญs.

Por supuesto, las realidades de la participaciรณn polรญtica y social desdibujan las mejores intenciones, por no hablar de que las pervivencias patriarcales de la tradiciรณn pueden ser mucho mรกs poderosas que la ley. De hecho, el movimiento feminista es una de las vรญctimas preferidas de los conservadores religiosos y de los guardianes de los privilegios masculinos en sociedades en las que se rescata un sentido comunitario de la existencia. No importa si se trata de un feminismo muy moderado o incluso confesional, como el islรกmico: que lo digan las iranรญes que protagonizaron las mรกs importantes protestas de las mujeres de los รบltimos aรฑos y fueron vรญctimas de atroces violaciones a los derechos humanos, junto con los varones que las acompaรฑaron.

Desde el punto de vista religioso, hago referencia al Vaticano, que inventรณ la exitosa y absolutamente chapucera expresiรณn โ€œideologรญa de gรฉneroโ€ para referirse al feminismo y al movimiento LGBTQ; al auge de iglesias evangรฉlicas fundamentalistas que reivindican los roles tradicionales de gรฉnero como un mandato divino; a los estados teocrรกticos musulmanes; y a las iglesias ortodoxas cristianas, en especial la rusa, que responde al mandato de Vladimir Putin. Todas coinciden en criticar el feminismo como algo que no se corresponde con los verdaderos valores de la sociedad y funciona como una importaciรณn, una moda โ€œprogreโ€ propia de โ€œoccidenteโ€ o de la izquierda โ€œwokeโ€.

Desde la crรญtica al colonialismo, se tolera que determinados actores polรญticos impongan una visiรณn patriarcal sobre la mujer, la cual es defendida como autenticidad cultural. La discreciรณn que el movimiento feminista internacional (y parte de la izquierda que ve conspiraciones colonialistas en todos lados) ha conservado respecto a las mencionadas protestas en Irรกn contrasta con las frecuentes declaraciones de algunos voceros paradigmรกticos, estilo Judith Butler, en apoyo a Hamรกs. Esta organizaciรณn no parece simpatizar especialmente con ninguna vertiente del feminismo ni se avergรผenza de su carรกcter patriarcal y anti LGBTQ; ademรกs, ejerciรณ una feroz violencia de gรฉnero sobre las mujeres israelรญes (sin que esto niegue en lo absoluto la polรญtica brutal del gobierno de Netanyahu respecto a la poblaciรณn civil palestina). La prevenciรณn respecto a la โ€œislamofobiaโ€, en el contexto, por ejemplo, de universidades estadounidenses, responde al esquema que supedita el feminismo a causas polรญticas de izquierda consideradas mรกs urgentes, como la lucha anticolonial.

Si bien la causa de la igualdad de gรฉnero le dio la vuelta al mundo en el siglo XX con los movimientos democrรกticos liberales y socialistas, el cuestionamiento a las elites modernizantes y los fracasos de los paรญses del llamado socialismo real estรกn detrรกs del rechazo de los avances obtenidos en el caso de las mujeres. Los casos turco e iranรญ, por no hablar del afgano, ejemplifican esta vuelta al islamismo despuรฉs de dรฉcadas de secularizaciรณn; lo mismo puede decirse del populismo polaco, hoy en retroceso por fortuna, y de la inefable dictadura putinista, el ejemplo mรกs puro de la derecha existente en el mundo. En Amรฉrica, la globalizaciรณn y la crisis de la democracia liberal ha tenido como respuesta el auge de la derecha religiosa estadounidense, y su campeรณn Donald Trump compite con Nayib Bukele y Jair Bolsonaro en el conservadurismo con toque religioso. Religiรณn, familia y naciรณn constituyen las tres raรญces de este tipo de gobierno. Ni siquiera la izquierda boliviana, venezolana, brasileรฑa y mexicana han podido escapar de la presiรณn evangรฉlica pentecostal, muy poco amiga de la separaciรณn entre la iglesia y el Estado.

Ante estas indeseables derivas autoritarias, hay que defender el Estado laico, una ganancia polรญtica en favor de la paz, la tolerancia y el pluralismo cultural y religioso, sobre todo en una รฉpoca en que pareciera que es mucho mรกs importante atacar al capitalismo y a las democracias liberales que preservar conquistas que han sido claves, sobre todo para el feminismo, como la separaciรณn entre la iglesia y el Estado. Su defensa no tiene nada que ver con un ataque a la libertad religiosa y las creencias que efectivamente tienen las mujeres, sino con la no imposiciรณn de un credo por sobre otro o el castigo ante la inobservancia de reglas que han cristalizado en tendencia dominante dentro de un culto.

La laicidad significa el imperio de la razรณn, el entendimiento de que lo que creemos puede ser extremadamente valioso y entraรฑable, aunque no suficiente para negar la existencia del otro. El multiculturalismo difiere del interculturalismo en que este parte de la inevitabilidad del diรกlogo, encuentro o mezcla cultural entre sociedades y grupos humanos, mientras el primero supone una separaciรณn plenamente distinguible โ€“e incluso insuperable, en el peor de los casosโ€“ entre grupos humanos. El Estado laico es por su naturaleza intercultural.

Puede que, efectivamente, la razรณn estรฉ devaluada ante el apetito de un sentido radical de la existencia que la religiรณn o la polรญtica como religiรณn proveen, con una rotundidad imposible de emular para instituciones que buscan la aceptaciรณn de las diferencias, carentes del innegable atractivo de vencer al enemigo en la batalla ideolรณgica, intelectual y militar hasta el punto de quitarlo de en medio. Nada mรกs humano que este deseo; nada mรกs destructivo de cara a un mundo donde la pluralidad de existencias humanas es ineludible. La diversidad cultural โ€“valores, ideas y expresiones hegemรณnicos en un grupo humanoโ€“ y religiosa es tan respetable como cualquier otra diversidad, como las ideolรณgicas e intelectuales o las de gรฉnero y orientaciรณn sexual. No es cierto que podemos vivir nuestra diferencia como si el resto del mundo no existiera o imponer nuestra hegemonรญa sin vacilar. La laicidad es precisamente esto, entender que ni siquiera lo mรกs entraรฑable e importante para cada quien constituye un absoluto indiscutible de cara a la vida social, a la naciรณn y al mundo global. ~

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Escritora y profesora universitaria venezolana. Su รบltimo libro es Casa Ciudad (cuentos). Reside en la Ciudad de Mรฉxico.


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