Hablemos del AR-15

Nuevamente, un evento trágico en Estados Unidos obliga a reflexionar sobre la facilidad para adquirir armamento de alto poder en ese país. 
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Hace cuatro años, durante la convención del Partido Republicano en Minnesota, tuve una discusión con un joven conservador que repartía papeletas en defensa de la Asociación Nacional del Rifle, el poderoso grupo que resguarda celosamente la segunda enmienda de la Constitución de Estados Unidos (“el derecho del pueblo a poseer y portar armas no será infringido”) y protege los intereses de la industria de armamento personal en este país. Por aquel tiempo ya estaba claro el papel que la libre compraventa de armas de asalto en EU había jugado en la creciente violencia mexicana. Después de todo, 60 por ciento de las armas decomisadas en México eran rifles y fusiles como los AR-15 y AK-47, precisamente el tipo de instrumentos que un ciudadano común y corriente puede adquirir con absoluta libertad en EU. Con esa estadística como punto de partida, le pedí a mi interlocutor que me explicara la defensa fanática de la segunda enmienda y, sobre todo, la negativa de su partido a regular la venta de armas de asalto. Tras una retahíla de lugares comunes trató de convencerme con un argumento que seguramente le pareció irrefutable. “Todos tenemos derecho a proteger nuestros hogares”, me dijo. “¿O tú prefieres esperar a que alguien entre a tu casa y haga lo que quiera con tus seres queridos?”.

Aunque la segunda enmienda de la constitución estadunidense no dice nada sobre “proteger el hogar”, el argumento es muy socorrido en estos rumbos para explicar por qué los estadunidenses defienden el derecho a portar armas. Otros más van más allá y sugieren, en un ataque de incongruencia, que si todos los estadunidenses estuvieran armados, gente como James Holmes lo pensaría dos veces antes de meterse a un cine a disparar contra la multitud. En algún momento del viernes, alguien me lo explicó así: “Los malos van a encontrar la manera de comprar armas aunque sea de manera ilegal; mejor todos nos armamos legalmente y así hacemos frente a quienes pretenden lastimarnos”. Para disuadir al loco con ganas de hacerse de herramientas para matar a una docena de personas en minutos, mejor nos otorgamos todos las mismas herramientas. Lógica civilizadora incuestionable. En fin…

El debate, sin embargo, podría ser mucho más específico (y sencillo): los estadunidenses pueden tener el derecho a defender sus hogares, pero no con un arma como la que llevó James Holmes al cine en Colorado. Un rifle de asalto AR-15 no debería ser el tipo de arma que uno guarda en el clóset en caso de que algún ladrón decida robarse la televisión. El AR-15 es la clase de arma que uno lleva a la guerra, donde el objetivo es matar y hacerlo lo más rápido posible. El AR-15 que usó Holmes (y todos los otros rifles y fusiles automáticos) fue desarrollado pensando antes que nada en el uso militar. Lo mismo, con matices, podría decirse de la pistolas Glock calibre .40 que también usó Holmes. Por su poder, versatilidad y capacidad para hacer daño, son armas que merecerían la más estricta regulación.

Esa reglamentación, por cierto, existía en EU. En 1994, y durante diez años, los estadunidenses contuvieron la venta de este tipo de herramientas para matar, gracias a la prohibición de armas de asalto. Por desgracia, cuando dicha medida expiró en 2004, el presidente George W. Bush decidió no renovarla. Las consecuencias han sido desastrosas. Desde hace ya ocho años, hombres como James Holmes pueden comprar legalmente un rifle de asalto diseñado única y exclusivamente para asesinar con aterradora velocidad y eficacia. De ahí, Aurora. Y —claro— México inundado en sangre. Porque aunque en Estados Unidos insistan en cerrar los ojos, lo que hizo James Holmes en Colorado lo hacen los narcotraficantes mexicanos todos los días. Y lo hacen con las mismas armas, vendidas impunemente en la tienda de la esquina, esas que se anuncian en internet con la exultante leyenda “¡para los entusiastas de los rifles tácticos!”. Cinismo en estado puro.

(Publicado previamente en Milenio Diario)

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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