Jean Robert (1937-2020) fue uno de los muchos extranjeros que, como el anarquista Ricardo Mestre, el monje Gregorio Lemercier, el escultor John Spencer o el inclasificable Ivรกn Illich, su maestro y amigo, se arraigaron en Mรฉxico. Fue tambiรฉn, como todos los grandes crรญticos de la modernidad, un pensador de los mรกrgenes. Naciรณ en el Jura suizo, en Moutier. Despuรฉs de estudiar arquitectura y pasar una larga temporada en Holanda, donde formรณ parte del Movimiento Provo โuno de los mรกs sorprendentes movimientos contraculturales de fines de 1960โ, emigrรณ a Mรฉxico, en la dรฉcada de 1970, al lado de su compaรฑera, la psicรณloga y feminista Sylvia Marcos. Instalado en Chamilpa, Morelos, Jean Robert formรณ parte de lo que Humberto Beck ha llamado con acierto la โEscuela de Cuernavacaโ. Fundada en el Centro Intercultural de Documentaciรณn (Cidoc) de Ivรกn Illich, del que Robert fue uno de los mรกs fieles asiduos, se continuรณ en las reflexiones animadas por Gustavo Esteva y el propio Robert en los suplementos culturales Opciones y El Gallo Ilustrado, y mรกs tarde en el grupo que se formรณ alrededor de las revistas Ixtus y Conspiratio.
Como el de Ivรกn Illich, su pensamiento es inclasificable. Expuesto en libros como El agua es comรบn; Los cronรณfagos, el tiempo que nos roban; La crisis: el despojo impune, La libertad de habitar, La potencia de los pobres; en otros que, escritos en alemรกn, en inglรฉs y en francรฉs, no han sido aรบn traducidos, y en infinidad de artรญculos publicados en los suplementos y las revistas mencionadas, su pensamiento โlo escribรญ alguna vezโ puede definirse como el de un hombre que piensa con los pies. Crรญtico devastador del automรณvil โsรญmbolo para รฉl de la injusticia y la inequidad nacida del industrialismo del siglo XVIIIโ, el caminante Robert no dejรณ de pensar con los pies puestos sobre la tierra.
Contra el automovilista que, acomodado como un bulto en el asiento de un coche, traga kilรณmetros hacia adelante del parabrisas y los desecha detrรกs de su espejo retrovisor, sobre una tierra asesinada y desertificada por el asfalto, el caminante Jean Robert hizo de su medio natural de locomociรณn no solo un acto de libertad y autonomรญa, sino una manera de pensar radical, llena de sentido comรบn y tan compleja, desconcertante y sorprendente como los meandros que sus pies recorrieron. Asรญ hablรณ de urbanismo, de los sistemas nacidos de la era tecnolรณgica, del espacio, del tiempo, de la economรญa, de lo polรญtico. Asรญ tambiรฉn tratรณ de ser coherente con esa radicalidad. Entre el pensamiento del caminante Robert y los actos de su vida hubo una profunda correspondencia, una relaciรณn de proporciรณn como la que habรญa entre sus pies y la tierra: construyรณ su casa con sus manos โuno de los primeros ensayos de casa ecolรณgicas en Mรฉxico. Al lado del arquitecto Cรฉsar Aรฑorve, fabricรณ y promoviรณ el uso de excusados secos y de espacios vernรกculos de autoconstrucciรณn. Defendiรณ, con el Frente Cรญvico pro Defensa del Casino de la Selva, del que fue uno de sus fundadores, la vida urbana de la ciudad de Cuernavaca contra la depredaciรณn de las grandes cadenas comerciales. Luchรณ al lado de los campesinos de Atenco contra el despojo de sus tierras en nombre del aeropuerto que se construirรญa en Texcoco. Hizo suya la lucha zapatista y fue, junto con Sylvia Marcos, Luis Villoro, Pablo Gonzรกlez Casanova y Gustavo Esteva, uno de sus interlocutores fundamentales. Lo enterraron en el panteรณn de Chamilpa envuelto en su bandera.
Su presencia en mi vida fue fundamental. Desde que lo conocรญ en la dรฉcada de 1990 tuvimos un diรกlogo ininterrumpido. Me enseรฑรณ a mirar mi experiencia mรญstica desde la encarnaciรณn, arraigรณ mis pies en la tierra, llenรณ de carne mis reflexiones sobre Gandhi y Lanza del Vasto, y fue un colaborador fundamental en esa โEscuela de Cuernavacaโ. Me presentรณ tambiรฉn a Valentina Borremans e Ivรกn Illich y caminรณ a mi lado en 2011 con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
A รบltimas fechas, solรญamos desayunar cada semana en el cafรฉ La Alondra, parte del museo John Spencer, conocido como La Casona, en Cuernavaca. Allรญ continuรกbamos la larga reflexiรณn que inauguramos el dรญa en que nos conocimos. El tema que recientemente nos ocupaba era la crisis civilizatoria. Yo, desde mi cristianismo, me referรญa al tiempo del fin, el tiempo que antecede al Apocalipsis. รl, para quien la fe era de naturaleza apofรกitica, preferรญa hablar de Sistema: โun encierro sin ventanas, sin exterior, sin alteridad, sin mรกs allรกโ, โuna crisis โโmomento de decisiรณnโโ sin crisisโ. Una รฉpoca, coincidรญamos los dos, desencarnada, fruto, dijo Illich, de โla corrupciรณn del Evangelioโ. Sobre ello dejรณ un inquietante y profundo ensayo, aรบn inรฉdito: โSistemasโฆ en la cabezaโ.
Al inicio de la pandemia, que miraba como una consecuencia mรกs del desarrollo traรญdo por el industrialismo, Jean, devorado por el cรกncer, supo que se irรญa pronto. Tenรญa dos pendientes: traducir al espaรฑol su รบltimo libro, La edad de los sistemas en el pensamiento tardรญo de Ivรกn Illich, cuyo cuarto capรญtulo es el ensayo referido, y el libro de Illich, La escuela al museo. Me invitรณ a colaborar con รฉl. Al concluir me dijo con alivio: โTerminamos. Te quiero muchoโ. No volviรณ a empuรฑar la pluma. Profundo espiritual, se consagrรณ a enfrentar con sabidurรญa su muerte. La madrugada del 1 de octubre se marchรณ escuchando, en voz de Sylvia, poemas de Juan de la Cruz, Kavafis y Paul Celan.
La vida de Jean Robert fue austera y generosa. Mรกs acรก de su muerte y de mi fe, sigue presente en su pensamiento, cuya radicalidad es mรกs actual que nunca en estos tiempos miserables. Habrรญa que publicar todos y cada uno de sus escritos. Ellos forman parte de la herramienta que necesitamos hoy para abrir una ventana, una puerta, un boquete, quizรกs una fisura que nos permita salvar el presente y mirar el futuro.