Existe un rango amplio de motivos por los cuales resultan atractivos los videos virales: desde osadías grotescas o insólitas y revelación de intimidades hasta la satisfacción de sentirnos socialmente adaptados sabiendo lo que está pasando a nuestro alrededor hoy en día. Sin embargo, hay otra variante de videos virales que me intriga. Estos videos podrían clasificarse como “sensoriales” y pueden ser señal de que nuestra sociedad se dirige, como por inercia, hacia una nueva forma de organización social al estilo Un Mundo Feliz de Aldous Huxley –quizá indeseable.
Quiero mencionar dos ejemplos para describir a qué clase de videos virales me refiero. Primero están los de Breadfaceblog que aparecieron en Instagram en julio del 2015. En ellos, una joven se dedica a embarrar su cara contra distintos tipos de pan (donas, croissants, o pan de caja común). A esta actividad se le conoce ahora como “breadfacing” y por el furor que causó, –sus videos tienen unos 4 millones de vistazos (170 mil seguidores)– parece que se trata de un nuevo tipo de fetichismo.
Y luego está la obsesión con ver y hacer slime: un producto viscoso parecido a lo que en el México de los ochenta llamábamos “moco de King Kong”. Parte de la gracia se supone que es el sonido que hacen los objetos al ser manipulados, como el moco al estirarlo y picotearlo. Karina García, una chica hispanoamericana que es estrella de YouTube, hizo un moco del tamaño de una tina y estuvo jugando con él durante un minuto. Ese video tuvo más de 8 millones de espectadores y otros de ella, similares, tienen más de 13 millones. Miles de cuentas en Instagram están dedicadas al slime y en sus comentarios la gente habla de la experiencia sensorial bajo el hashtag #ASMR –las siglas para autonomous sensory meridian response (respuesta sensorial autónoma meridiana) que se refiere a la supuesta euforia sensorial que generan ciertos estímulos. Desde el punto de vista de la psicología social, hay muchas explicaciones posibles para el atractivo de esta clase de videos virales.
Quizá se trate de un asunto de soledad e hiper-individualismo que provoca un cambio en la naturaleza de las relaciones interpersonales. Sobre todo en los países industrializados, hay cada vez más evidencia de que la gente prefiere lidiar con objetos materiales o virtuales que con otros seres humanos. Tanto Breadface como gran parte de los videos de slime parecen ser un producto del ultra-capitalismo estadounidense donde un protagonista puede interactuar a solas con un objeto y obtener placer del mismo. En los países materialmente prósperos la gente puede vivir a solas sin depender demasiado en los demás y es un valor primordial el ser autosuficiente. Ahí mismo, parece haber cada vez menos incentivos para dejar de ser soltero(a). Vivir con una pareja implica tener que torear pequeños conflictos, lidiar con malentendidos y negociar preferencias. También implica el recibir a veces retroalimentación negativa no solicitada que choca con la imagen que uno tiene de sí mismo. Los solteros, en cambio, pueden evitar esos problemas y pueden vivir en la ilusión de ser la persona que se imaginan ser.
En países donde no se necesita depender tanto de la ayuda de otros, la gente puede acabar interactuando más con objetos, en vez de tener que lidiar con otros seres humanos. Pero esa soledad hiper-individualista puede tener consecuencias indeseables como el desmoronamiento de las organizaciones sociales. No es casualidad que en países altamente industrializados sea donde surgen retos sociales importantes: En el libro Un Mundo de Tres Culturas, Miguel Basáñez (2016) presenta una lista de 53 países de los cuales Estados Unidos encabeza la lista entre los países que defienden los valores individualistas más exacerbados. Creo que este tipo de individualismo contemporáneo genera una peculiar forma de soledad que explica el por qué Estados Unidos es uno de los países con mayor índice de síntomas de depresión en todo el mundo y por qué su índice de suicidios ya rebasa el de los homicidios.
En otros países industrializados, donde también se valora exageradamente la autosuficiencia, parece haber una repercusión similar que afecta las relaciones interpersonales. Por ejemplo, en Japón el gobierno está altamente preocupado por la falta de crecimiento demográfico debido al “síndrome de la castidad” (los solteros japoneses llevan más de una década declarando desinterés por tener sexo). Y en Corea –el país con más alto número de suicidios en el mundo, la moda es que una persona deprimida puede alquilar espacio en un velorio ficticio, donde les permiten meterse en su propia tumba para vivir la experiencia de estar muerto con tal de ver si así logran valorar su vida. Una manifestación de estos fenómenos parece vislumbrarse en la interesante película Náufrago en la Luna de Hae-jun Lee (2009), en la cual la vemos cómo la estrella coreana Ryeowon Jung no tiene problema cuidando a sus plantas e interactuando con otros humanos virtualmente, pero para acercarse al humano que le interesa utiliza un telescopio, a distancia.
En el libro Bowling Alone, Robert Putnam se queja de los cambios que han destruido la organización social estadounidense y él atribuye el problema a la inmigración pero yo creo que el cambio se debe a la cultura del hiper-individualismo. Por ejemplo, según datos compartidos por Roderic Camp (2014), la frecuencia con la que se reunieron comités de padres de familia y maestros en Estados Unidos disminuyó de 40% en el año 2000 a 8% en el 2010. Mientras tanto, en México, la frecuencia aumentó de 16% a 29% en el mismo periodo. La cultura del hiper-individualismo aún es relativamente ajena para México y a largo plazo esto puede ser una gran ventaja si sabemos capitalizar el beneficio que tiene ser seres socialmente adaptados. En las culturas donde la gente se relaciona a gusto con otros humanos, no hay tanto atractivo por remplazar a los humanos con objetos. En México la gente se divierte conociendo amigos nuevos. En cambio, en EE.UU. hay mucho temor al conocer gente nueva pues molesta el ser percibido en forma distinta a como uno se percibe a sí mismo. Dado que esa molestia es mayor a la necesidad de hacer nuevos amigos, la gente prefiere rascarse con sus propias uñas y suele tener pocos amigos. En parte, la teoría de la regulación del riesgo (Murray, Holmes, & Collins, 2006) describe este curioso (¿abominable?) fenómeno norteamericano.
Finalmente, mi tercera explicación acerca del atractivo por estos videos virales es la hipótesis del simplismo: Que los videos sensoriales atrapan al espectador porque son fáciles de procesar y rápidamente se prestan a ser catalogados como contenido ligero. No demandan ni una opinión especializada ni comprometida, ni preparación intelectual, ni conocimiento previo sobre absolutamente nada.
La tendencia a querer simplificar la realidad y a entender al mundo como un lugar bueno o malo, sin matices, ayuda a saber cómo actuar y por lo tanto es un fenómeno biológico natural. Es más fácil responder rápido ante un estímulo cuando tiene uno categorías claras acerca del significado de ese estímulo. Según la teoría de psicología social llamada Objetivos Generales de Acción o Inacción, nuestro sistema nervioso busca simplemente entender mensajes de fondo y captar rápidamente si debemos invertir o ahorrar energía. Es decir, ante cada demanda de atención buscamos responder ¿eso requiere acción o inacción? Los videos virales sensoriales comunican rápidamente al público que no hay de qué preocuparse, que no hace falta pensar, que se puede descansar. O sea, le avisan a nuestro sistema nervioso que es aceptable elegir la vía de la inacción.
El vivir en un mundo complejo con fuertes sobredosis de información genera una sobrecarga cognitiva y por eso los videos virales son como un oasis en el mundo de la información. Para muchos, este tipo de contenido da la oportunidad para sentirse adecuado y superior. ¿Por qué? Con Breadface los espectadores ven que la sensación de caricias en las mejillas la pueden obtener con un trozo de pan. Los mocos de King Kong hacen sentir que uno puede manipular al medio ambiente al antojo y quizá tanto esa sensación de dominio ante el material físico permite que la audiencia se sienta feliz por empoderada. El material fácil de procesar que no exige especialización ni preparación intelectual es un gancho irresistible y quizá más para quienes pasan mucho tiempo en el canapé del hiperindividualismo.
Los experimentos que describe Daniel Kahneman en Pensar Rápido, Pensar Despacio (2011) muestran que la propensión humana por la automaticidad es casi inevitable a menos de que deliberadamente hagamos un esfuerzo consciente por cuestionar y rechazar los mensajes simples. Un mensaje fácil de procesar ganará siempre si la universidad se considera un lujo que solo está al alcance de los ricos. En EE.UU. solo 30% de la población ha completado 4 años de universidad en parte porque el costo de la educación pública es cada vez más caro. México lleva muchas décadas contagiándose de las modas culturales norteamericanas –desde la comida rápida hasta el slime actual. ¿No es hora de que México contagie a Estados Unidos? En México aún se tiene claro que la educación pública es un derecho y una prioridad, y no un privilegio al que solamente los ricos puedan aspirar. México no ha caído en el hiper-individualismo solitario de los países ultracapitalistas industrializados, por eso quizá aún se prefieren las caricias de carne y hueso que el apego virtual de Breadface o el disfrute imaginario a través de avatares.
Mientras definimos una nueva identidad nacional mexicana que contraste con el Estados Unidos de Donald Trump, el disfrute por las interacciones interpersonales, el saberse abrazar en vivo, saber bailar, el saberse divertir en la inacción, contemplando la nada siempre y cuando estemos con amigos y familia, pueden llegar a ser cualidades útiles que sirvan como batuta para futuras sociedades. Ojalá esas cualidades latinoamericanas se logren infiltrar más como contenido de entretenimiento en forma suficientemente atractiva como para volverse videos virales.