Memorias de una editora al servicio del Estado

Una crรณnica en primera persona sobre papeleo, vacas sagradas, "bajada" de recursos y otras desventuras de trabajar en la burocracia cultural.
Aร‘ADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Hace muy poco tuve la buena fortuna de renunciar a un trabajo en la burocracia cultural. Esta decisiรณn levantรณ รกmpula entre mis conocidos: ยฟcรณmo era posible que en semejante tiempo de crisis me atreviese a soltar ese bastiรณn al que el mexicano promedio aspira, trabajar en gobierno? No voy a detallar aquรญ las condiciones laborales espantosas a las que, como buena millennial empleada de confianza, estuve sujeta desde el principio porque era la menor de mis cuitas; solo anotarรฉ que durante el tiempo que barajรฉ la opciรณn de marcharme, pude notar dos especies que se escandalizaban ante mi determinaciรณn: los que nunca han trabajado como funcionarios pรบblicos (lo cual es un mal que le deseo รบnicamente a mis peores enemigos) y los que trabajan como funcionarios, enquistados en un sistema que les permite sobrellevar sus numerosas deudas en tiendas departamentales.    

Al iniciar mi gestiรณn recibรญ la noticia de que contarรญa con 600 mil pesos para llevar a cabo el programa editorial. Al principio me entusiasmรฉ. Suena a mucho dinero y en cierto modo lo es, porque hacer libros como los que nosotros editรกbamos no es tan caro. Bien manejados, me alcanzaba para publicar doce tรญtulos con tirajes de 500 y 1000 ejemplares, en papel cultural, pastas en couchรฉ a color (sin cuartas de forrosโ€ฆ eso ya es mucho lujo) e incluso, contratar un pequeรฑo stand en alguna feria del libro (uniformes incluidos) para dar a conocer esos libros que de otra manera jamรกs saldrรญan del estado, puesto que no es posible pagar distribuidores. Para compensar esto รบltimo, arreglรฉ un par de coediciones con editoriales independientes de buena factura y con presencia nacional.

Plantear dichos proyectos es engorroso y kafkiano: hay que pedir cotizaciones y presentarlas para que, indefectiblemente, se elija la mรกs barata. El plan se envรญa a la secretarรญa para obtener recurso federal, pasan meses antes de que lo regresen con observaciones, correcciones y una guรญa que te demuestra que todo lo que hiciste estรก mal. Encima, quieren que des datos duros sobre la cantidad de personas en las que va a impactar: edades, ocupaciones, direcciรณn y mรกs detalles que sรณlo puedes conocer si trabajas en el INEGI o si te dedicas a importunar con cuestionarios a los pocos asistentes de los eventos. Una vez inventados esos datos y corregidos los errores, vuelve a enviarse el proyecto para que el proceso se repita.

Mientras tanto, el aรฑo avanza, no llega el dinero y te exigen que empieces a ejecutar el proyecto para que las cosas salgan en tiempo y forma, de acuerdo con el calendario que ellos mismos no respetan. Para poder operar asรญ los institutos tienen que trabajar a crรฉdito: se pide paciencia a los dictaminadores que exigen su pago (al mismo tiempo que se resisten los embates de todos los escritores locales descontentos porque se rechazaron sus libros plagados de faltas de ortografรญa), se piden fiados los bocadillos para las presentaciones, se piden fiadas las impresiones de los libros. A su vez, los proveedores se deleitan en retrasar entregas, en justa venganza por el dinero que se les debe desde hace lustros.

Una de las cosas que mayor estrรฉs me causaba era que en la burocracia cultural todo es intangible: el dinero, las personas encargadas de firmar los cheques, el dedo acusador de secretarรญa, el pรบblico beneficiado con el proyectoโ€ฆ nunca los ves. Son simples numeritos que hay que hacer cuadrar sรญ o sรญ y poner en reportes que van a parar a gigantescos archivos muertos que demuestran que Mรฉxico es un paรญs prรณspero, cultรญsimo, con un progreso innegable y sostenido. En dichos reportes una aprende a ser optimista y megalรณmana porque de ello depende que el prรณximo aรฑo (en la jerga burocrรกtica que tanto odio) vuelva a โ€œbajar el recursoโ€. Recuerdo la repulsa que me causaba formar parte de ese espectรกculo de fingimientos. Cada noche me iba a la cama mortificada y molesta. Ni todo el cinismo con el que una se acostumbra a vivir en Mรฉxico me habรญa preparado para aquello.

Pero, por mรกs que se les explique, las personas comunes (es decir, los no burรณcratas) no entienden ni quieren informarse: en su cabeza una es una especie de duende de arcoiris que custodia la olla de monedas de oro, entrenada para negarles el acceso al recurso pรบblico a como dรฉ lugar (me daban ganas de pegarle a las personas que llegaban repitiendo como pericos โ€œSon mis impuestosโ€, yo tambiรฉn pago impuestos y no voy por la vida pregonรกndoloโ€ฆ mรกs que durante mi declaraciรณn anual). Esta gente supone que no existen los trรกmites y se niega a aceptar que la secretarรญa tiene planes y presupuestos a los que hay que apegarse. Aquรญ cabe aclarar que de ninguna manera defiendo los procesos burocrรกticos innecesariamente complicados, pero si algo aprendรญ de mi paso por el instituto es que las cosas no se pueden conseguir nomรกs estirando la mano e increpando a quien estรก detrรกs del escritorio. Doce libros al aรฑo es una cantidad excelente para un instituto como el de mi ciudad. Pero cuando se trata de satisfacer a escritores berrinchudos no hay dinero que alcance.

Lleguรฉ al instituto cultural en calidad de flamante escritora joven, con la noble voluntad de revitalizar el panorama literario de la regiรณn. ยกOh, triste inocencia interrumpida! No contaba yo con que para promover la literatura hay que tratar con los escritores locales, aterradora fauna endรฉmica cuyos vicios se repiten en todas las ciudades del mundo. Pero, ยฟquรฉ es un escritor local? Se trata de una persona con un extenso currรญculum conformado por numerosos libros autopublicados, o bien, publicados por el congreso; cuenta asimismo con uno o varios prestigiosos premios municipales y becas estatales de creaciรณn. En algรบn momento de su vida ha editado su propia revista cultural (en la cual รฉl mismo redacta el editorial, poemas y anuncios de ocasiรณn) y se dedica a despotricar contra la autoridad cultural en turno hasta que le avientan su hueso. Como ya sabe todo sobre literatura nunca va a conferencias ni toma cursos, al contrario, รฉl los imparte y siempre se llenan, porque asisten su pareja, hijos, comadres e incluso el amante en turno y/o sus detractores. El rasgo mรกs interesante de un escritor local es que, segรบn pude observar, su mayor aspiraciรณn es publicar en la editorial del instituto cultural de su regiรณn.

Todas las ciudades tienen ejemplares de esta pintoresca especie. Sin embargo, los escritores locales vienen en presentaciones diversas: mi favorita es la que, dejando claro que no ha leรญdo ciertos pasajes de la Biblia, se autodenomina โ€œVaca Sagradaโ€, como si el tรฉrmino fuera una medalla. Recuerdo con horror cuando se me hizo la encomienda que desatarรญa una revoluciรณn: publicar mediante dictamen. El primer paso fue redactar la convocatoria, para hacerla mรกs profesional, revisรฉ a fondo las convocatorias de editoriales comerciales y culturales. El resultado fue muy bรกsico: estipulaba el perfil de nuestra editorial, seรฑalaba los gรฉneros solicitados y establecรญa lineamientos de presentaciรณn de originales bastante comunes (esto para evitar seguir recibiendo manuscritos sin engargolar o sin datos de contacto); ademรกs marcaba algo sin precedentes: fecha lรญmite para recibir propuestas. ยกVaya atrevimiento el mรญo! Los reclamos presenciales no pararon de llover: ยฟ cรณmo se me ocurrรญa poner que hasta mayo se aceptaban libros, si todo mundo sabe que la inspiraciรณn puede llegar en cualquier รฉpoca del aรฑo? ยฟCรณmo que no me podรญa esperar dos meses mรกs, hasta que el maestro de su taller sabatino lo revisara con lupa? ยฟCรณmo que no aceptaba libros incompletos, si seguro podrรญan terminarlo mรกs o menos para el verano? ยกCuรกnta necedad de mi parte!

Eso fue solo la punta del iceberg. Lo peor vino cuando una novelista local se tomรณ el asunto muy a pecho. El pleito comenzรณ en una junta de escritores. La directora del instituto y yo asistimos para atender sus demandas o, lo que es lo mismo, negociar con terroristas. Escuchamos las quejas perennes: que no les daban suficientes espacios para leer en pรบblico, que para cuรกndo una revista a doble carta y en tres tintas con sus poemas mรกs insignes, la exigencia de una cuota de publicaciones de libros, etcรฉtera. Motivada por su cantaleta sobre la triste novela que guardaba en un cajรณn porque ningรบn instituto se la pedรญa para publicarla, cometรญ la estupidez de acercarme a la gran novelista local para comentarle sobre el lanzamiento de nuestra convocatoria. Se ofendiรณ:

โ€” ยฟConvocatoria? ยฟY por quรฉ voy a presentar mi novela a dictamen? Te recuerdo que yo tengo dos premios nacionales, ยฟa mรญ quiรฉn me asegura que los dictaminadores tienen mi nivel? Mi buen trabajo me costรณ convertirme en vaca sagrada como para que vengan a estarme evaluando.

Estas palabras se me quedaron grabadas en el alma por dos razones: la primera es que sรฉ de buena fuente que en uno de los concursos que ella ganรณ sรณlo hubo cuatro participantes; la segunda, que no comprendo cรณmo a una escritora consagrada nunca se le ocurriera enviar su novela a una editorial grande, vaya, a su nivel. Pero como una funcionaria pรบblica estรก condenada a guardar silencio ante las barrabasadas de los contribuyentes, me limitรฉ a decirle que el dictamen era un proceso democrรกtico que buscaba precisamente dar cabida a propuestas de calidad y, en tanto eso, el dictamen no debรญa preocuparle. Su respuesta, de nuevo, fue una joya:

โ€” Pues serรก muy democrรกtico, pero hay niveles. Yo no tengo por quรฉ andarlos buscando, es humillante. Ustedes son los que deberรญan venir a pedirme mi libro.

La directora y yo intercambiamos miradas de espanto sin decir mรกs. Uno pensarรญa que la historia acaba aquรญ, puesto que la Vaca Sagrada nunca me llevรณ su libro. Pero si los caminos del Seรฑor son misteriosos, los de los institutos de cultura locales estรกn condicionados por compromisos, rencillas y deudas personales.

Como una de mis habilidades es el aprendizaje en la prรกctica, supe por las malas que en la funciรณn pรบblica una no tiene derecho a opinar de nada, incluso cuando tiene la razรณn. Ahora bien, el problema es que tengo sentido del humor (segรบn parece, a los burรณcratas no les estรก permitido): hice un chascarrillo en mi perfil personal de Facebook a propรณsito de una absurda declaraciรณn de la Vaca Sagrada, lo cual me agenciรณ el repudio del distinguido cรญrculo literario de mi ciudad. No contarรฉ esa anรฉcdota porque, como todos los pleitos entre escritores, es ridรญcula y da pena ajena.

Lo importante es que gracias a este desliz no sรณlo conocรญ el comportamiento naturalmente agresivo de la fauna literaria y comprendรญ el valor de trabajar fuera de su hรกbitat natural sino que, a modo de disculpa por mi imprudencia, las autoridades del instituto decidieron publicar la novela de la Vaca Sagrada (sin pasar por el vergonzante proceso de dictaminaciรณn, obviamente) e incluso le dieron la opciรณn de elegir la portada. Todos ganamos, ยฟno? Eso dirรญan algunos (especialmente la Vaca Sagrada), pero a mรญ me decepcionรณ que el trabajo y los pagos invertidos en el proceso de dictaminaciรณn no sirviesen de nada. Al final publicamos varios libros siguiendo los criterios del compromiso polรญtico, las amistades y la autocomplacencia. El proyecto del programa editorial acabรณ pareciรฉndose muy poco a lo que yo habรญa imaginado.

Hacia finales de ese aรฑo vi con pesar que me habรญa agenciado enemistades gratuitas por tratar de hacer lo que se me pidiรณ: profesionalizar la editorial. Lo triste es buscar en la literatura y ver que los patrones no han dejado de repetirse: desde Ibargรผengoitia dando testimonio del viacrucis de los trรกmites gubernamentales (sea cual sea el lado del que estรฉs) hasta la parodia รกcida de las divas y las faunas literarias en โ€œEl miedo a los animalesโ€, de Enrique Serna; ejemplos sobran, por desgracia. No me considero una vรญctima, pero reconozco que me aplastรณ el sistema. Ese sistema sostenido por las mismas personas que lo denuncian hasta que les publican su libro y les organizan una presentaciรณn con cafรฉ soluble y galletitas.             

+ posts

(Durango, 1984), es autora de la novela Ecos (FETA, 2017) y de la colecciรณn de cuentos Corazones negros (An Alfa Beta, 2019). Premio Nacional de Cuento Fantรกstico y de Ciencia Ficciรณn 2017. Actualmente es becaria del FONCA Jรณvenes Creadores en la categorรญa de Cuento. Fue promotora cultural de literatura del Instituto de Cultura del Estado de Durango, donde tambiรฉn estuvo encargada del programa editorial.


    ×

    Selecciona el paรญs o regiรณn donde quieres recibir tu revista: