Foto: Manuel M.V., https://www.flickr.com/photos/martius/27245628285, CC BY 2.0

Panem nostrum

Si acaso el Padrenuestro tenía algún aliento poético, este se diluyó, pues la oración original se perdió para siempre y llegó como volátil versión de la traducción de dos traducciones.
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Yo no lo sé de cierto, pero supongo que el padre que está en los cielos se habrá irritado con su hijo, que es como irritarse consigo mismo, cuando enseñó la famosa oración del Padrenuestro en el sermón de la montaña, según Mateo, y en diferente circunstancia, según Lucas Lucatero; pues al Señor que todo lo escucha le habrá empachado la repetición de la misma oración miles de millones de veces cada año desde hace dos mil años. Estará más bombo que el común de los mortales llegó a estar con la Macarena. Además, no se siguen las reglas recomendadas por el hijo, que sentenció “no usen vanas repeticiones” y pidió que “cuando ores, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre”.

Si acaso el Padrenuestro tenía algún aliento poético, este se diluyó, pues la oración original se perdió para siempre y, salvo a los griegos, al resto del mundo le llegó como volátil versión de la traducción de dos traducciones.

Para muestra bastan tres botones. Primero la Reina-Valera Antigua:

Danos hoy nuestro pan cotidiano.
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

Luego La palabra hispanoamericana:

Danos hoy el pan que necesitamos.
Perdónanos el mal que hacemos, como también nosotros perdonamos a quienes nos hacen mal.
No nos dejes caer en tentación, y líbranos del maligno.

Y finalmente la versión en “lenguaje actual”, cuyos traductores irán sin remedio al averno:

Danos la comida que necesitamos hoy.
Perdona el mal que hacemos, así como nosotros perdonamos a los que nos hacen mal.
Y cuando vengan las pruebas, no permitas que ellas nos aparten de ti, y líbranos del poder del diablo.

Pero resulta que el “pan de cada día” o “pan cotidiano” o “pan que necesitamos” es un artificio, pues el Jesús griego apareja el pan con la palabra πιούσιον (epiousion), cuyo significado nadie conoce.

Volviendo al posible aliento poético, resulta redundante decir “danos hoy nuestro pan de cada día”, además de superfluo, pues ya se sabe desde Adán y Eva que el pan no se pide, se gana con el sudor de la frente, e incluso en cualquier jardín de las delicias el trigo ha de molerse, amasarse y hornearse.

Así las cosas, epiousion tendría que ser algo menos obvio. Ahí está el prefijo “epi-”, que puede equivaler al latino “super”, por lo que la Vulgata lo traduce como “Panem nostrum supersubstantialem”. Hay quien busca la posible traducción en el versículo de Mateo 4:4: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Hay también quien le busca un significado en el “pan que descendió del cielo” o “pan de vida”. O tal vez en el anuncio anticipado de la transubstanciación del hombre convertido en pan o pan convertido en hombre como aquella galleta de jengibre de forma humana que escapa del horno y al final es devorada por un zorro.

Quizás el pan que se pide en el Padrenuestro es el panis angelicum que Santo Tomás escribió y Cesar Franck puso a cantar.

O quizás el pan es el pan, tal cual, el birote o bolillo o la telera, y la tal epiousion no significa sino el mayor atributo que puede tener un pan: “recién hecho” o “calientito”, revelado por el buen Jesús de Nazaret que era un connoisseur en eso de la panificación así como de la enología.

Fui a la tienda de mi pueblo y solo les quedaba un pan candeal duro. Por no pensar en don Quijote, como suelo hacerlo, acabé reflexionando sobre panes más bíblicos para escribir este artículo de pane lucrando.

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(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.


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