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Para los fanáticos de los Cubs nunca habrá un momento como este

Un hincha de los Red Sox explica qué se siente al ganar la Serie Mundial después de una sequía muy, muy larga.
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Los Chicago Cubs ya no  son unos perdedores sin remedio. A primera hora de la mañana del jueves, los Cubs ganaron su primera Serie Mundial desde 1908, al vencer a los Cleveland Indians 8-7 en 10 innings en un decisivo séptimo partido. Los seguidores de los Boston Red Sox supieron qué se siente al ganar hace doce años, cuando Pedro Martínez, David Ortiz, Dave Roberts y compañía vencieron a los New York Yankees en el Campeonato de Liga Americana y luego a los St. Louis Cardinals en la Serie Mundial. ¿Qué siente una hinchada acostumbrada a la derrota cuando obtiene por fin la victoria que esperaba? En vísperas del séptimo partido, el editor de deportes de Slate, Josh Levin, habló con Seth Stevenson, colaborador de Slate, natural de Massachusetts y aficionado a los deportes, sobre los playoff que rompieron la maldición en 2004, y le preguntó si echa de menos los días de riesgo y ansiedad previos al campeonato. La conversación ha sido editada y resumida para que resulte más clara.

¿Qué se siente inmediatamente después de que tu equipo gane la Serie Mundial?

Con los Red Sox, tenía tanto que ver con venir de un 3-0 para ganar a los Yankees como con ganar la Serie Mundial. Lo que recuerdo es pasear el día siguiente a que los Sox ganaran el Campeonato de la Liga Americana, con mi gorra de los Red Sox , y ver otras gorras. Nos saludábamos con la cabeza y durante todo el día me sentía lleno de buena voluntad y orgullo.

La sensación inmediata se parece a una experiencia extracorporal, como si te tomaras un Vicodin y todo fuese maravilloso y cinematográfico. Te quitan un peso de encima, algo que ni siquiera sabías que llevabas sobre los hombros. Por un tiempo te sientes ingrávido: eso dura varios días. Tienes la sensación de que todo marcha bien en el universo.

¿Cuánto tardó en desaparecer esa sensación inicial? Imagino que piensas en eso el día siguiente, y que es lo único que piensas. Y un día te das cuenta de que ya no piensas en ello.

Sí, probablemente duró unos cuatro días. Pero aun así seguía siendo una parte significativa de mis pensamientos. Hasta navidad, por lo menos, pensaba mucho en ello, y me sentía genial. Fui a la ceremonia de la entrega en Fenway al año siguiente, el día en que comenzaba la temporada, para escribir una nota para Slate. A esas alturas, la emoción inicial había desaparecido. Era una señal formal que decía: Sí, lo conseguimos. Pero la euforia pura del principio se había desvanecido.

¿Cómo era ver los Red Sox defendiendo su título de campeones de la Serie Mundial durante esa temporada de 2005?

En 2005 llegaron a los playoffs y luego los White Sox los aplastaron. Era prácticamente el mismo equipo, y recuerdo que pensé: ¿Qué ha pasado? El equipo de 2004 parecía guiado por la mano de Dios y el de 2005 no paraba de sufrir derrotas contundentes en la primera vuelta. Hacía que pareciera más casualidad que destino, pero quizá se necesitaba al destino para vencer a la maldición. Aunque no creo en el destino, la idea me pasó por la cabeza.

Cuando perdieron en 2005 y en años posteriores, ¿te sentías satisfecho porque los Red Sox ya habían ganado un campeonato?

Ah, claro. Que perdieran al año siguiente no me molestó mucho. Fue sorprendente porque en realmente era el mismo equipo: parecía que probablemente volverían a conseguirlo, y luego dejaron de hacerlo. Quizá fuera un poco decepcionante que no lograran convertirse en un equipo permanentemente puntero, pero no era tan doloroso.

No se puede comparar con el dolor de 2003, cuando Aaron Boone hizo ese home run, que es, de lejos, y sin competición, el peor momento deportivo de toda mi vida. La mañana después de que sucediera recuerdo que pensé: ¿Por qué sigo el beisbol? ¿Por qué paso meses atento a los altibajos de un equipo, conociendo hasta el último jugador y preocupándome por relevistas de medio juego si solo sirve para producir esta intensa sensación de dolor, vergüenza y vacío en mi corazón? Recuerdo lo pensé, con mucha claridad, al día siguiente y quizá tres días después de la derrota que iba a dejar de ver el béisbol.

Perder contra los White Sox en 2005 no fue nada parecido. No podía molestarme demasiado por eso.

¿Crees que esa gigantesca acumulación de dolor a lo largo de los años merecía la pena?

Sí, totalmente. La forma en que perdimos contra los Yankees en 2003 hizo que luego fuera mucho más dulce, más poderoso y catártico. Si hubieran ganado sin esa derrota del año anterior, habría podido convocar el dolor de 1986, cuando hacía sexto grado. Pero estaba muy reciente en la cabeza de todo el mundo, y había sido el peor día para perder. Al mirar hacia atrás no deseo que hubiera ocurrido de otro modo.

Cuando volvieron a ganar la Serie Mundial en 2007, ¿te pareció que eran rendimientos decrecientes?

Sí, enormemente decrecientes. Seguía siendo muy divertido y me alegró mucho que ganaran, pero no era lo mismo en absoluto. Ya habían roto la maldición. Ya se habían vengado de los horribles Yankees. Estuvo… Estuvo muy bien. Me volví a sentir como un seguidor de beisbol normal.

¿Cómo es apoyar a un equipo que –aunque no gane todos los años– siempre está compitiendo y tiene éxito?

Está bien irles a los Red Sox porque llegan muchas veces a los playoffs. Es mucho menos divertido si tu equipo es mediocre o no tiene ninguna posibilidad de llegar a los playoffs. Lo divertido de ser un hincha es ver a tu equipo en los grandes partidos.

No me gustaría volver a la situación anterior a 2004, aunque a veces lo echo de menos. Ver a los Red Sox de antes de 2004 era algo totalmente distinto. Era como la ópera. Para mí era una cuestión de vida o muerte. Me parecía que no podía ser una persona plena, ni estar en paz, hasta que hubieran ganado la Serie Mundial. Después de 2004, ya no tenía esa sensación de vida o muerte. No estaba imbricado con lo que soy como persona. Era simplemente como ver beisbol. Echo de menos esa pasión, esa sensación de vida o muerte, que afectaba a todo el cuerpo, que tenía cuando veía beisbol. Pero, para ser sincero, también fue un alivio ver a mi equipo como un seguidor de cualquier otro equipo, y simplemente alegrarme cuando gana y decepcionarme cuando pierde.

Publicado previamente en Slate.

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Editor ejecutivo de Slate.


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