La escena sucede en La Hermosa Provincia, una colonia de la ciudad de Guadalajara identificada con el código postal 44770. Decenas de personas hacen una valla a una caravana de lujosas camionetas flanqueadas por guaruras a pie; al frente de ellas va una Cadillac Escalade con valor de más de medio millón de pesos y a bordo de ella viaja Samuel Joaquín Flores, líder de la Iglesia La Luz del Mundo a quien basta asomar la mano por la ventanilla para provocar el llanto de las mujeres que lo ven pasar.
Con un bajo perfil que le ha permitido pasar prácticamente inadvertido durante la última década, Samuel Joaquín es la cabeza de una comunidad religiosa conservadora, fuertemente contestataria de la Iglesia Católica, que reclama tener millón y medio de fieles en el país, y que guarda similitudes con el escándalo que cimbró y que terminó por borrar toda referencia pública sobre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo: un liderazgo incuestionable, de tendencia autoritaria, amparado en la secrecía, con denuncias por abuso sexual y complicidad con el poder político.
Clientela electoral del PRI durante décadas, la obediencia de los 15 mil habitantes de la Hermosa Provincia, colonia poblada exclusivamente por fieles de la Iglesia La Luz del Mundo, volvieron a Samuel Joaquín un poderoso aliado de los gobiernos estatales que pagaban a su iglesia con posiciones políticas a través de la Federación Nacional de Colonos en Provincia, organización afiliada a la CNOP. Esta alianza política logró que un ministro de la Iglesia, Rogelio Zamora Barradas, llegara a una diputación federal en la LVI Legislatura, pese al impedimento expreso en la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.
Sin embargo, desde 1997, pesan sobre el líder de La Luz del Mundo acusaciones mucho más graves por parte de un grupo de mujeres y hombres que denunciaron haber sido víctimas de abuso sexual y que revelaron la existencia de un grupo de incondicionales que llevaban hasta su cama a jovencitas que le eran ofrendadas —paralelismo con Marcial Maciel— para aliviar sus diversas dolencias.
De acuerdo con los testimonios de los denunciantes, la mayoría de los asaltos a las muchachas se realizaban en la enorme propiedad situada en Jericó 775, la llamada Casa Real (Samuel Joaquín es considerado un ser divino, "varón de Dios"; y sus hijos, príncipes), facilitados por un grupo de mujeres conocidas como Las Vestales. Fernando Flores, quien fue secretario general de la Federación Nacional de Colonos en Provincia y cronista de la Iglesia, dijo haber sido violado por un Samuel que se consideraba un ángel sin sexo que podía gozar del amor total, tanto de una mujer como de un hombre.
Las denuncias fueron llevadas ante la Secretaría de Gobernación y la Procuraduría de Justicia de Jalisco, pero todas fueron presentadas fuera del plazo marcado en la ley estatal y los delitos estaban prescritos, toda vez que se trataba de mayores de edad querellándose por abusos cometidos en su adolescencia. Samuel Joaquín respondió a su modo, negándose sistemáticamente a responder en persona a cualquiera de las acusaciones, pero gastando millones de pesos para comprar planas completas en diarios de todo el país en las que su equipo legal lo deslindaba de los delitos.
Su poder económico y político se ha extendido; el tiempo borró sus huellas. A la millonaria edificación de su templo principal en Guadalajara, con mano de obra barata de fieles que trabajan como voluntarios, se han sumado nuevas sedes e incluso la adquisición de una propiedad en Seguin, Texas, el Silver Wolf Ranch que, de acuerdo con un reporte de The San Antonio Express News,alberga un zoológico privado y una colección de autos clásicos.
El intercambio de favores políticos dejó de hacerse de manera exclusiva con el PRI. Hoy, la iglesia de La Luz del Mundo cuenta con operadores en el Distrito Federal arropados por el PRD en posiciones en la Asamblea Legislativa y las delegaciones que gobierna, los cuales, por ejemplo, ya han usado su posición privilegiada para disfrazar de actividades culturales eventos públicos encaminados a exaltar la imagen del grupo religioso. Este acercamiento se dio a través de un brazo político de la iglesia, una agrupación llamada Expresión Ciudadana AC, de la cual surgieron personajes como el ex diputado local Samuel Hernández Abarca, antes empleado del mencionado Rogelio Zamora Barradas y, curiosamente, gerente general de Diseño y Construcción Hermosa Provincia, empresa encargada de la construcción del templo de La Luz del Mundo ubicado en la Delegación Gustavo A. Madero (GAM), donde el grupo religioso tiene su principal bastión en la capital.
De hecho, Zamora Barradas, hombre incondicional de Samuel Joaquín Flores,lleva al menos una década en la estructura de la GAM. Fue director territorial en la administración de Joel Ortega y hoy ocupa el puesto de director de Participación Ciudadana y Gestión Social desde el cual ha empujado el ascenso de otros miembros de La Luz del Mundo.
Dada la imposibilidad de las supuestas víctimas para hacer prosperar su denuncia, y el olvido de los periodistas que privilegiaron poner la vista en la crisis vaticana, el caso de Samuel Joaquín Flores tomó un cauce diferente al de Maciel y los Legionarios de Cristo. Los ingredientes de una posible nueva historia de impunidad están ahí: menores abusados por un líder mesiánico y mundano, una red de lealtades encargada de cubrir sus huellas, una autoridad que desestimó acusaciones y una sociedad que otra vez llegó tarde.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).