Si vas a París te recomiendo la torre Eiffel

Una fuerza ciega nos dirige como si los seres humanos acabásemos de aparecer, como si la sociedad actual no fuese una consecuencia de las sociedades anteriores, como si todo estuviese recién descubierto.
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He visto colgado en la puerta de una iglesia el certificado de excelencia de una página de internet en la que los viajeros dejan sus recomendaciones. La iglesia es de un neoclásico ejemplar y aparece en todo tipo de guías, además de destacar a simple vista desde todas las calles que conducen a ella. El certificado le otorga, qué menos, una puntuación de cuatro estrellas y media sobre un máximo de cinco. Puede presumirse que es la nota a partir de la que se alcanza la excelencia. Me ha parecido una cosa rarísima que estuviese ese cartel plastificado ahí, antes de la entrada al enorme espacio cubierto de frescos, aunque en las puertas de las iglesias siempre se han clavado anuncios de toda clase, como las 95 tesis de Lutero que entre otras cosas produjeron, de manera lateral y a través de la Contrarreforma, cúpulas como la que corona este edificio e imágenes como las que lo llenan. 

Y esas estrellas, ¿qué valoran, qué valor tienen a su vez y para quién son útiles? Se calculan con la media de la calificación que le dan los participantes en la web, que también dejan comentarios sobre su visita al lugar en cuestión. Aunque no siempre a propósito, los comentarios son a veces muy graciosos: en los espacios para los usuarios se ha desarrollado todo un género literario. Parece clara la utilidad que puede tener para un establecimiento por ejemplo hostelero un certificado de esta clase. Está el orgullo de ser reconocido. Está la capacidad de atracción que se dispara y que trae consigo el aumento en los ingresos. Está la manera de distinguirse del bar de la esquina de enfrente. Aparecer en la lista de recomendaciones proporciona una legitimidad que de otra manera tardaría años en conseguirse, por el boca a boca, etcétera, y también sustituye a un caro y llamativo neón que seduzca a los transeúntes hipnotizados. Ideal para tabernas, restaurantes o museos privados.

Pero lo que persigue quien haya colgado ese chocante cartel se me escapa. ¿Por qué un monumento totalmente reconocido, asimilado, estudiado en los manuales de arquitectura y de historia del arte, necesitaría exhibir esa garantía de que quien le dedique un rato no va a perder el tiempo? ¿Acaso significa que esa iglesia es mejor que otra? Trato de imaginar al individuo al que va dirigido el cartel, descontados quienes van al templo a misa o a rezar, que creo que no se guiarán por las recomendaciones de la web. A los interesados en la historia y en la arquitectura, a los que les guste visitar iglesias allá donde van, ¿les acabará de animar a entrar en la iglesia el pequeño cartel colgado en la puerta, que solo se ve una vez has entrado en el recinto protegido por una verja y has subido las escaleras? ¿Existe tal persona? “Ah, sí, ahora que veo este papel me convenzo de que no me engañaba mi intuición de que este portentoso edificio de 250 años y que me ha atraído desde una distancia de seis manzanas merece la pena verse.” “Maravilloso cuadro de El Greco dentro, pero claro, es que tiene un certificado de excelencia de TravelTips.” “Está delicioso este Beronia reserva del 73, pero claro, ya dice en la etiqueta que está recomendado por la página de Borracheras Inolvidables.”

No entiendo nada. 

No entiendo nada, pero me parece que es la manifestación de algo muy propio de nuestro mundo, en que una fuerza ciega nos dirige como si los seres humanos acabásemos de aparecer, como si la sociedad actual no fuese una consecuencia de las sociedades anteriores, como si todo estuviese recién descubierto, como si no estuviésemos íntimamente relacionados con todo lo que nos rodea y con su historia sencillamente por haber nacido, como si se nos estuviese escamoteando un conocimiento que es nuestro y que nos dejamos escamotear, como si a cambio de poder opinar de todas las cosas no se nos permitiese conocerlas ni tocarlas. 

Y puede que sea así, pero ahora me digo no te pongas con tus 95 tesis tú también, el trile de jerarquías y la distorsión de los modelos tienen su valor aunque no lo comprendas, el bloque que hoy admiramos por su homogeneidad es en parte el producto de superposiciones sucesivas, son vestigios de mezclas que en su momento chocaban por venir de mundos incompatibles y hoy se ven como un continuo armonioso, así es como las cosas se mantienen vivas, y me acuerdo de cuando alguien en una red social recomienda un libro y otro le pregunta dónde se puede comprar, y me deprime un poco pero también me río y me digo no entiendo nada, estoy estupefacta, estoy viva.

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Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).


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